JIMENA: BANGKOK Y LA CATEDRAL DE BURGOS
—¿Qué coño les pasa a los hombres de los que me enamoro, que tienen el ego más grande que la catedral de Burgos?
—Pues que te gusta la arquitectura gótica y te has hecho una experta. Tú siempre has sido mucho de cimborrios y de girolas con relieves.
—Tú ríete, Candela, pero te anuncio que voy a empezar a buscar hombres por los que me sienta atraída solo físicamente. Ese es mi objetivo para este año.
—Al final veo que pasarás del gótico al barroco. Qué digo barroco, ¡vas a ser churrigueresca!
—Pienso usar a los hombres para subir mi autoestima. Al final son todos unos niños con pene. No merece la pena gastar tanta energía en lo que nos gusta su inteligencia o lo mucho que nos entienden. ¡Los cojones! Están educados así. Es luchar contra los elementos y hacerte infeliz innecesariamente.
—Es un planteamiento práctico y muy inteligente, desde luego. ¿Crees que lo conseguirás?
—Mira, si aparece, bienvenido sea, pero no puede ser algo tan importante en mi vida. Cada vez valoro más las cosas que no tienen que ver con esa parte. Así que, como diría Cindy Lauper: Girls just wanna have fun.
—Me gusta tu reflexión, Jimena. Y más todavía tu conclusión.
—Candela, no te engañes, que eres muy cándida. A todos les da por lo mismo: necesito follar con más de una, necesito mentir y tener opciones. Necesito saber que hay otra que me pone más.
—Un poco dura te veo, ¿no? (Y perdón por lo de dura).
—De eso nada. A partir de los cuarenta, medio calvos y con barriga, cambian el discurso por necesidad y miedo, pero no por convicción. Y ¿sabes qué te digo, Candela? Que con cuarenta soy yo la que quiere estar ligándose al de veintiséis. Se acabó.
—¡Esa es mi chica! Cougar!!! Pues yo he quedado mañana con David.
—Uy, qué bien… Ñam, ñam, ñam.
—Pero me lo tomo con calma. Si anula, pues nada. Si quedamos, perfecto. No quiero más decepciones imaginarias de relaciones imaginarias.
—No te lo tienes que tomar de ninguna manera. Improvisa. Como dice Al Pacino en Esencia de mujer: «Ante la duda… folla».
—Cierto. Tenemos que cambiar el chip.
—Que nos hemos quedado enganchadas en las pelis de amor. Sal de Memorias de África, Candela, sal de ahí. Que el tipo mucho lavarle el pelo a la rubia, pero luego bien que se piraba y la dejaba sola.
—¡¡Me cago en Robert!! ¡¡Y en Sundance!!
—Mr. Redford, métase su carisma y su tutelaje por donde le quepa. Y puede coger mi fascinación y mi juventud y hacerse un bukkake.
—¡Te sienta fenomenal no dormir! Estás inspiradísima. Espero con ansia viva tu análisis de los Puentes de Madison.
—Perdona que te disculpe, Candelita, pero en aquella ocasión Clint no era más que un fotógrafo vividor que se tiró a un ama de casa. Fin de la historia.
—¿Y esa escena de la camioneta? Esa mano que no termina de abrir la puerta…
—Lo que se te olvida, cariño, es que él estaba rezando para que se pusiera en verde el semáforo y poder pirarse del puto pueblo. Que era un puto pueblo, Candela. Y aburrido. Que a los tres meses ya no se hubieran soportado. Que no, que no me la dan con queso. Follaron, estuvo muy bien, ella lo recordará siempre y él seguirá tirándose a campesinas mientras hace fotos para National Geographic. Fin.
—Estamos fatal, que lo sepas.
—¿Podemos ir a peor?
—Of course, querida. Dame tiempo.
—Pero yo creo que cuando estamos las dos juntas es todavía peor. Es mucho mejor así, que yo esté en Tailandia.
—¿Ya no me quieres cerca, cari? Voy a llorar.
—Pero no eres tú, Candela, soy yo.
—¡El «no eres tú, soy yo» es la mejor excusa de todas! LA EXCUSA. Bravo por todos los hombres que nos la han soltado a la cara alguna vez.
—Yo prefiero la de «Te mereces a alguien mejor».
—Esa también está en mi top. Y la de «Eres un sí, pero no».
—Pues eso te digo yo a ti, Candela. Eres guapa, divertida, me mensajeas mucho, pero no me pones nada.
—¡¡No puedo entenderlo!! Me rompes el corazón. ¡Cómo puedes no caer rendida ante mí! Con este cuerpo hecho para el deseo.
—Yo tampoco lo entiendo.
—Pero ¡si soy un partidazo y estoy buenorra! Y casi no hablo, ni le doy vueltas a las cosas.
—Te lo tengo que decir, Candela, me he enamorado de mi frutero. Tiene un bigote sombreado y es del Racing de Bangkok.
—No me extraña que hayas caído rendida a sus encantos. Y ¿te da collejas?
—Me da unas palmaditas muy suaves en el culo cuando estamos en el acto, como las que les da a los melones para saber si son buenos.
—Imposible competir. Sed felices, Jimena.