«Te lo inventaste, Candela. El hombre de quien te enamoraste. Aquel a quien has dedicado tus días y tus noches todo este tiempo no existe. Nunca existió. Y él no es el culpable. Fue tu imaginación y las ganas de que él encajara en ti como la pieza perfecta del puzle. Ahora te toca mirarlo sin el prisma de la idealización. Viendo las virtudes y los defectos, sobre todo los defectos, que antes eras incapaz de ver. Y tendrás que construir una amistad que nunca será como el amor que deseaste, pero al menos será más sincera.
»Te digo todo esto porque llevas un tiempo viniendo a consulta y te conozco y sé que esta semana va a ser complicada porque es el aniversario de vuestra ruptura. Te lo tienes que decir una y otra vez, Candela, llevas mucho tiempo enamorada de un hombre que no existe.
»Te has empeñado en ver lo que no había, en imaginar situaciones perfectas que no lo eran. Y todo porque pensabas que eso era amor. Pero el amor no es eso, Candela. El amor es generoso. Tienes que estar al lado de una persona que quiera estar contigo, que te busque, que te cuide y para la que seas lo más importante. Se acabó el luchar por un amor imposible. Lo tuyo no ha sido un amor imposible. Ha sido un amor no correspondido. No, al menos, como tú hubieras necesitado.
»No puedes permitir que esto se enquiste y se convierta en algo obsesivo, que sea todavía más difícil de curar. Tienes que mirar dentro de ti. Detectar tus carencias, entender lo que ha ocurrido y, a partir de ahí, tomar las riendas de tu vida. Tú eres la protagonista de tu historia, no él. Manuel es un personaje secundario. Debes poner el foco otra vez en ti y olvidarte de él. Te tiene que dar igual lo que haga con su vida. No está contigo, eso es lo importante y lo que estás empeñada en no ver. No está contigo porque no quiere. No quiere comprometerse. Y no hay más que hablar. No lo vamos a analizar ahora a él, que bastante tendrá con lo suyo. Me dan igual sus miedos o sus traumas. Es mayor para resolverlos él solito y, si no, que busque ayuda como hiciste tú. Pero es que él nos da igual, ¿entiendes, Candela?, nos da igual».
Con esa charla me recibió Carmen un día en la consulta. Voy desde hace más de un año. Y me sé de memoria la teoría, pero al final nunca consigo llevarla a la práctica. Yo creo que se desespera conmigo, y no me extraña. Ya no sabe qué plantearme para que pase página.
Al principio de la terapia estaba tan mal que te protegía, Manuel. Cuando le decía que había quedado contigo se ponía enferma y yo me dedicaba a defender nuestro amor. «Es que para él también es difícil. En el fondo no quiere hacerme daño. He sido yo la que ha insistido». Y así iban pasando los días.
«Te quedan tantos peldaños por subir, Candela. Tienes que dar pasos en firme», me decía ella. Por aquel entonces Carmen contaba con la presencia de otras mujeres en tu vida. Yo siempre negaba esa posibilidad. Ahora ya no sería capaz de poner la mano en el fuego por nadie. Cómo es la vida, durante mucho tiempo me hubiera quemado por ti.
—Es un narciso, Candela. Nunca te ha querido como lo has querido tú. Manuel te ha querido, pero a su manera.
—A su manera… Y ¿cuál es su manera de querer?
—Se quiere a sí mismo más que a nadie. Las personas así no saben querer de otra forma. Por eso para ti no es suficiente, Candela. No es que no quiera quererte, es que no sabe hacerlo. Manuel es así y has de aceptarlo.
Las palabras de Carmen fueron directas a ese lugar preferente de la memoria donde se colocan algunas frases distinguidas que recordarás siempre. «Manuel te quiere, pero a su manera» fue una de ellas.
Aquella fue la primera vez que lloré en la consulta de Carmen.
Y que cada vez que me pasa algo
pienso que te lo estás perdiendo
Y que cada vez que se me pasa
pienso que te estoy perdiendo
#microcuento