23

Estoy convencida de que a ratos te acuerdas de mí. Piensas en los buenos momentos que pasamos juntos. Yo te gustaba mucho, Manuel. Mi manera de reír. Al principio me reía todo el rato. Me hacías gracia y eso te encantaba. Te recibía con una sonrisa y un beso. Un beso que se convertía en mil o en uno muy largo, depende del día. Te fascinaba pasear tu lengua por mi boca, por mis dientes, unos dientes que nos sabíamos de memoria, como te escribí una vez. Porque te he escrito mucho, te he dicho muchas cosas y tú te has callado demasiadas. Y quizá no fuera tu intención hacerme daño. Quizá me quisiste mucho también. Quizá me sigas queriendo. En silencio. No lo sé.

Ahora es distinto. Cuando nos vemos ya no hay miradas como las de antes. Cómo nos mirábamos. «Nunca me habían mirado así», me comentaste aquella vez. De hecho, Manuel, creo que nunca te habían querido de este modo.

«Candela, eres fuerte, más de lo que crees», me susurraste al oído aquel otro día. «Y frágil como el cristal», te respondí yo con un hilo de voz contenida. Es cierto. Quizá haya que tratarme con tanto mimo que asuste. Quizá con una palabra mal dicha ya salten las alarmas. Y quizá tú no supieras medir eso. Quizá tú seas torpe y despistado. Quizá de haber seguido juntos me habrías hecho mucho más daño. Me habrías traído más dolor que felicidad. O, quizá, simplemente no seas el hombre que yo necesito.

Me lo dijiste mil veces, pero yo no quería escucharlo.

—Así que me merezco a alguien mejor. ¿A quién?

—Yo no quise hacerte daño, Candela, te lo dije el primer día. Esto es lo que puedo darte. Y lo aceptaste.

—Las cosas no son así, Manuel. Que tú no quisieras hacerme daño no ha evitado que lo hicieras, ya ves. Uno no puede entrar en la vida de otra persona, ponerla patas arriba y hacer como si nada.

—Pero yo no he hecho como si nada.

—A veces sí, Manuel. Te encanta mirar para otro lado y desaparecer. Cuando las cosas se complican sueles salir corriendo, escapar; siempre lo has hecho.

—Yo hablé contigo. Te quiero, pero no puedo darte más. Te lo dije, ¿te acuerdas?

—Claro que me acuerdo. Me acuerdo de todo. De cuando me dijiste por primera vez que me querías y me acariciaste la cara con la mano. De cuando me miraste de cerca aquel día, de cuando me besaste y te tragaste mis lágrimas. De todo. Claro que me acuerdo. También de lo bueno, de lo contrario, no estaría así.

—¿Y cómo estás?

—Al fin lo preguntas… Mal, Manuel, estoy mal. Mi corazón no entiende que te fueras, que quisieras irte.

—¡Pero si fuiste tú quien dijo que ya no podíamos vernos más!

—Lo dije porque ya no podía aguantar más, no podía seguir consumiéndome en un amor que me estaba machacando, pero no porque dejara de quererte.

—Yo también sigo queriéndote, Candela. Pase lo que pase, siempre vas a ser especial para mí.

—Sí, pero desde lejos.

—Desde lejos…

—Adiós, Manuel.

—Adiós, Candela.

La vida es eso que pasa mientras te cuento

que cuento los días que pasan

para que tú también los cuentes

Y me lo cuentes

#microcuento