JIMENA: BANGKOK Y ADELE
—Me cago en Adele.
—¿Te cagas en Adele?
—Sí, en ella y en su disco. Pero ¿qué culpa tengo yo de que la dejara su novio y se fuera con otra? ¿Eh? Que es muy cansina, Candela. Que bastante tengo yo ya con lo mío, ¡que ayer fui a una cita con un nipón, joder!
—La verdad es que la mujer es un poco triste, pero de ahí a decir que es una brasas… No sé.
—Que sí, joder, que lleva dos años con la paliza de que no puede olvidar a su ex y que solo quiere lo mejor para él, pero bien que está ahí agobiándolo con el puto disco. A él y al resto del planeta.
—¿Estás bien? Te noto on fire, Jimena.
—Que se emborrache como hace todo el mundo cuando le dejan, que ahogue sus penas y no moleste a nadie, coño.
—Bueno, eso ya pasó. Mírala ahora qué contenta está, que se ha llevado todos los premios del mundo y encima ha sido madre.
—Esa es otra. ¡Es que hay que joderse! Tanto llanto, tanto amor infinito y se ha repuesto en un santiamén. ¡Que ya tiene a otro! Me cago en Adele, así te lo digo.
—Ahí te doy la razón. Todo quisqui llorando con su disco y ella en este tiempo se ha vuelto a enamorar y ha tenido un bebé.
—Te digo yo que eso tendría que ser denunciable, que por ahí no podemos pasar, Candela. Que Adele (¡ADELE!) haya rehecho su vida antes que nosotras no puede ser.
—Sí, ella se habrá casado y será feliz y todo lo que tú quieras, pero menudo pestiño de disco le va a salir ahora. El próximo va a ser infumable. Que tanta felicidad no es buena para la inspiración. Ya llorará, ya.
—Uy, sí, menuda venganza terrible le tenemos preparada. ¡Eh, tú, Adele!, no estés tan contenta con tu maridito y tu familia ideal, que no te vas a comer una rosca con tu nuevo disco.
—Tú ríete, pero ya verás como su carrera pega un bajón en cuanto empiece a cantarle nanas a su hijo. ¿Pero sabes cómo se llama la criatura?
—¿Cry-stopher? (Perdona mi humor inglés).
—Qué boba. El niñito se llama: Angelo James Konecki. Ahí lo dejo.
—Hombre, le pueden llamar Angelico, y con razón, porque penita da el nombre. La de capones que se va a llevar este pobre en el internado de Hogwarts al que lo van a llevar. Ya le estoy viendo con su uniforme y con las siglas de su horroroso nombre bordadas en la americana.
—Mujer, para penita la niña de Tom Crus, el artista anteriormente conocido como Cruise. Este es como Prince, que también cambia de nombre.
—¡Ay, la Suri! Es verdad. Pobre niña mía, ¡si lleva más tacón que su madre!
—¡Y que su padre! Que eso sí que tiene mérito.
—Debe de ser muy cansado ir siempre tan a la moda. ¿Qué va a hacer la pobre cuando tenga veinte años?
—¡Pues ser como las hermanas Olsen, mujer! Un referente de la moda, la anorexia y estas cositas de la modernidad.
—Paso de niñas repollo. Estamos creando monstruos. Luego nos quejamos, pero la culpa es nuestra. Que luego los hombres quieren muñequitas. Si vieras cómo se arreglan las mujeres aquí, fliparías, Candela. ¡Son como niñas! Y las coreanas peor, que parecen el festival de los complementos con tanto lazo rosa y tanta Hello Kitty en la cabeza.
—Bueno, ¿y qué tal en tu cita de speed dating?
—Genial. Fui con otra amiga. Veintitrés citas rápidas en dos horas. Resultado: cero llamadas de teléfono. Ni a ella, ni a mí. Un fracaso colectivo que vale por dos, es decir, veintitrés citas fracasadas por dos mujeres sin mensajes ni llamadas hacen un total de cuarenta y seis.
—No seas tan dura, pero ¿a vosotras os gustó alguno?
—No, pero podrían haber llamado y darnos el placer de no responder. Si hasta he mirado el correo y ponía: «Cero mensajes en la bandeja de entrada». Y me he ido a la bandeja de spam, por si el puto servidor me hubiera echado allí a algún posible candidato.
—Has hecho bien. Tú decides quién va a tu bandeja de spam y quién no. Tiempo habrá de lanzarlo a la papelera de reciclaje.
Y un día, sin tú esperarlo, me fui
Sin despedida, sin previo aviso, ni reproches
Porque a veces quedarse es ir demasiado lejos
#microcuento