«Mañana te llevo el desayuno». Y un escalofrío recorre mi cuerpo. He salido a cenar con Berta y después hemos ido a tomar una copa a un bar del centro. Ha sido recibir tu mensaje, cinco palabras, y me he puesto eufórica.
—¿Qué tal con Manuel?
—Bien —le digo—. Viene mañana a desayunar a casa.
—Y ¿por qué no habéis quedado esta noche?
—Supongo que no podía. No lo sé. Hoy no he hablado con él. Me ha mandado un mensaje para proponerme lo de mañana.
—Este siempre se sale con la suya, ¿eh?
—Hombre, a mí también me apetecía verlo.
—No, si no lo dudo, Candela, pero es que comes de su mano. Y no me parecería mal si no fuera porque es un poco egoísta. ¿No lo ves? Hace sus planes y, cuando lo tiene todo colocadito, te llama y te tiene.
—Me tiene porque yo quiero. Le podría decir que no, si quisiera.
—Joder, Candela, faltaría más. Pero es que no lo haces. Siempre estás ahí. Y el resto del tiempo esta historia te paraliza.
—Es que…
—Es que estás enganchada a este tío y no te merece. Eso es lo que quiero que veas aunque seas incapaz de sentirlo.
Los ojos se me han puesto rasos de lágrimas, pero he aguantado la primera sacudida de Berta. Me recompongo a duras penas, trato de tragarme el nudo que se me forma en la garganta cada vez que pienso en esta situación que me atrapa y, como puedo, le respondo un lacónico: «Ya, tienes razón».
—Tú verás lo que haces, eres mayor para decidir, pero Manuel no te hace feliz. No eres su prioridad. Por lo que sea, no te tortures con eso, pero no te da más que migajas y tú le devuelves un manjar. Podrías estar con quien quisieras y te enganchas a este, Candela. Tienes que ser más fría y abrir los ojos.
Cuando he llegado a casa me han venido a la cabeza las palabras de Berta, que en el fondo son las mismas que llevo yo un tiempo repitiéndome en silencio. Pero al final, siempre termino diciéndome lo mismo: «Manuel me da la vida a ratos y a ratos me la quita. Le quiero, pero no es suficiente para mí. Necesito otra cosa. Esto lo tengo que dejar en algún momento, pero tengo que ser yo. Yo lo controlo».
Y así van pasando los días y mi vida se va convirtiendo en un espejo de lo que fui, donde cada vez me cuesta más reconocerme.
Apágame la luna que no me deja dormir
#microcuento