Tengo tantos sueños que no me dejan dormir.
Desde las ocho de la mañana estoy dando vueltas en la cama. Cada vez que quedamos me revoluciono. Ya debería haberme acostumbrado, pero no lo consigo normalizar. Me giro de un lado al otro de la cama y comienzo a imaginar cómo va a ser nuestro encuentro de hoy. ¿Será como el otro día? ¿Me darás un beso, me mirarás, desayunaremos de verdad? Y de repente me viene tu olor y lo impregna todo como cuando pasas por la puerta de una tahona y te llevas contigo el aroma a pan recién hecho. Tus feromonas despiertan a las mías en algún lugar de mi cerebro y eso me trae recuerdos que disparan todavía más mi imaginación. Y ya solo pienso en besarte.
El plan era que me recogieras en casa para irnos a tomar un brunch, ese desayuno que se junta con la comida y que puedes alargar hasta la merienda. Pero finalmente ha habido cambio de planes. Me has desnudado en el pasillo, ni siquiera has esperado a entrar al salón. Solo me has dejado puesta la ropa interior y me has mirado. Te encanta hacer ese cortejo.
A veces te imagino con el buche hinchado dando vueltas a mi alrededor y lanzando arrullos para conquistarme. Tras el festival de sonidos y la reverencia con las plumas del cuello en pleno esplendor, inclinas la cabeza y me rodeas haciendo círculos. Luego arrastras la cola, la despliegas y corres detrás de mí. Y se produce el asedio, cada vez más cerca. Y me rindo al besuqueo poniendo el pico dentro del tuyo. Y al fin llega el apareamiento, ese momento en el que te paras y te posas sobre la hembra para consumar. Y el cortejo se cierra con la ovación cerrada, el macho hace un vuelo a modo de ostentación y aplaude con sus alas dos veces.
Y lo que tú no sabes es que no tienes que esforzarte mucho porque esta paloma está entregada a la causa. Nos besamos y allí mismo en el sofá dejamos que ocurra todo.
Tus ojos mirando de cerca.
Tus labios rozando los míos.
Tu aliento se cuela,
me llega.
Tu lengua nerviosa,
la mía rabiosa.
Se rozan.
Y bailan y ríen y gozan.
Es un beso.
Ya no es mío ni tuyo.
Ni nuestro
Sabes diferente por las mañanas. Me encanta. Y que me mires y que sepas también cuál es mi sabor a esta hora. Y me recorras. Y me busques y me encuentres, varias veces.
Te quiero
al caer la noche
con las primeras luces del alba
Te quiero
después del derroche
cuando quedo arrebatada
Te quiero
en el día de sol
con tus manos de almohada
Te quiero
aquí, a mi lado
mientras me roces la espalda
Te quiero
y lo siento, de veras
Te quiero
y si miento, insincera
Te quiero
y el tiempo no pasa
Te quiero
no digas nada
#microcuento