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JIMENA: BANGKOK Y BRAD PITT

—Doy gracias a la vida por la existencia de Brad Pitt.

Ese ha sido el mensaje que he encontrado en mi móvil al despertarme esta mañana. Es lo que ocurre cuando tienes una amiga viviendo a diez mil kilómetros. El cambio horario nos obliga a llevar una comunicación virtual a lo Lady Halcón. Es una especie de correspondencia 2.0. Es decir, en lugar de comunicarnos con cartas, nosotras hablamos a través de Whatsapp, correo electrónico o Skype. Hoy hemos podido charlar un rato.

—Confiesa, Jimena, ¿cuál te has puesto esta vez?

Leyendas de pasión. Lo sé, Candela, soy una cursi con lazos rosas y mariposas. Soy la Mariah Carey de los expatriados en Tailandia.

Leyendas de pasión es un peliculón. Nunca lo reconoceremos ante un hombre para que no lo utilice en nuestra contra, pero eso es así.

—Cierto. Y Pitt está enorme, en el sentido más amplio de la palabra.

—La verdad es que el muchacho está guapo subiendo al caballo, bajando del caballo, acariciando el caballo…

—¡Y sin caballo! Me ha alegrado el día este hombre.

—Hablando de grandes joyas del cine, no entiendo cómo siempre aparecen en lo más alto de las listas Ciudadano Kane, El gran dictador y otras películas de medio pelo y nunca aparece Dirty dancing.

—Tienes tanta razón, criatura. Con la de buenos ratos que nos ha regalado el malogrado Patrick. Esos domingos por la tarde en el sofá tarareando Time of my life.

—Ese hombre varonil entrando en la sala (un pelín sobreactuado y algo hortera, cosa que tampoco reconoceremos en público), desafiando al padre rancio, burlando a la cansina de la hermana (porque es muy cansina…) y agarrando a Baby del brazo para decirle la frase más célebre de la historia del cine. LA FRASE.

—«No permitiré que nadie te arrincone».

—Si me hacen eso alguna vez, juro (LO JURO, Candela) que me caso con ese galán.

—Pues sepa usted, señorita Jimena, que me está rondando un muchacho.

—¿Qué escuchan mis oídos? ¿Una de las dos va a abandonar este estado de letargo? Recuerda que nuestra pseudovirginidad actual nos garantizará los metros cuadrados de cielo que nuestros pecados nos quitan.

—¡Me da igual el cielo! Me conformo con una parcelita pequeña. Tendrías que verlo. Es tan guapo y simpático… Muy simpático. Moreno, me encanta su voz. Alto y fuerte. Con una mirada que me deshace.

—Uh. Te gusta el mozo, ¿eh? ¿Y cómo se llama el apuesto guerrero?

—Manuel.

—¿Ya tenemos mencionitis?

—Sí, reconozco que a Berta y Malena ya les estoy poniendo la cabeza como un bombo.

—¿Estás ya en la fase de: Me ha mandado un mensaje, ¿le respondo al momento o espero un poco? ¿Le mando otro por si el de antes no lo ha visto? Si me escribe es que tiene interés?, ¿no?

—Estoy en fase aguda de mencionitis, sí.

—¡Bravo! ¿Alguna pega? ¿Taras confesables?

—Ninguna. Eso es lo que más me preocupa. No hay nada de él que no me guste.

—Ups, saltan las alarmas. ¡Candela está en fase de idealización! Todos a los camarotes, ¡avistamos un enamoramiento! ¿Lo veis? ¡Va directa al macizo… de hielo!

—Qué tonta eres. No estoy enamorada, pero es que no me fío porque me gusta demasiado y eso me da miedo.

—¡¡Disfruta de la vida, nena!!

—Bueno, sí que tengo una pega. Es más joven que yo, unos cuantos añitos.

—No quiero saber su edad, dime cómo se porta contigo. Lo demás me tiene sin cuidado. Conozco a tipos muy mayores que son críos y a chavales que son muy maduros.

—Él es bastante maduro, creo. Es modelo, viaja mucho, tiene mundo.

—¡¡¿Modeloooo?!! Pero ¿qué le ha pasado a la profunda y trascendente Candela? ¿Ha sucumbido a los placeres de la carne?

—Ya… Me ha desbaratado los prejuicios y me ha sorprendido. Me encanta eso también.

—¿Algo destacable?

—Toca el violín.

—Toca el violín, claro. Imposible no sucumbir a eso.

Dice mi sombra que ya no nos parecemos

Que por más que me sigue no cuadra el paso

Que ahora encajo contigo

Que tiene celos, dice

#microcuento