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MADRE: CANDELA, HIJA

Candela siempre ha mirado la vida con otros ojos. Es lógico que yo piense que mi hija es especial, todas las madres creemos que nuestros hijos lo son. Pero en el caso de Candela lo digo con cierta emoción y ternura.

Tenía poco más de cuatro años cuando me preguntó por primera vez qué hacíamos aquí. Intenté encontrar un argumento adecuado a su edad, pero ella insistió. «Si estamos en La Tierra, y nuestro planeta gira con otros planetas en el universo, ¿dónde está el universo, mamá? ¿El universo qué es entonces, un hueco muy grande?». Y a esa cuestión ya no supe qué responder.

Siempre se ha hecho muchas preguntas y a mí me ha dejado sin respuestas la mayoría de las veces. Como aquella vez que me dijo que ella no quería ver morir a ningún ser querido. Entonces tendría seis años. Y me planteó que la mejor solución sería que muriésemos todos juntos en un terremoto.

Así es Candela. A veces me ha generado angustias, cuestiones vitales que ni siquiera yo me había planteado antes. Por eso desde que era muy niña supe que sufriría mucho. Pero también me di cuenta de que se asomaría a la vida con una mirada especial y eso me hacía —me hace— sentirme orgullosa de ella.

Desde pequeña ha sentido debilidad por las personas mayores. Normalmente los niños se sienten atraídos por los bebés. Ella miraba con fascinación a los ancianos. «¿Por qué se les arruga la cara, mamá? ¿Por qué se les caen los dientes y el pelo?». «Yo creo —me decía convencida en una ocasión— que la vida está muy mal planteada». En su opinión, tendríamos que nacer ancianos e ir retrocediendo hacia la niñez. Según ella, es injusto que perdamos facultades al final de la vida y que además seamos conscientes de ello. Si volviéramos a la infancia, aunque necesitáramos de nuevo los cuidados de alguien, seríamos felices y no nos enteraríamos de la decrepitud, sentenciaba. Ella apostaba porque la vida fuese algo parecido a la de Benjamin Button.

Esa especial sensibilidad para captar las emociones de la gente, esa manera de mirar y escuchar, todo eso la llevó a su profesión: fotógrafa. Mirar la vida a través de una lente la acerca a la realidad, la ve al detalle, pero también la aumenta, la magnifica. En el fondo, es lo que ella hace de manera innata. Por eso no debió sorprenderme que optara por la fotografía, aunque, si soy sincera, en aquel momento deseaba que estudiara una carrera con futuro. Medicina, alguna ingeniería. Quizá maestra, no sé. Solo sé que me hubiera gustado que hubiera terminado sus estudios en la universidad. Los dejó en tercero. Nos dijo que aquello no la hacía feliz y que iba a dedicarse a lo que realmente le gustaba. Y comenzó a trabajar como fotógrafa, lo que siempre había sido.

Quería decirte algo

No sé si debo

¿Recuerdas aquel día?

Pues desde ese día

#microcuento