Los Cazahuesos
¿Quién negará que está en nuestra naturaleza creer lo peor de nuestro prójimo? Al tiempo que los cultos nacían y, de hecho, se fundían en un único culto patronímico (no solo de Coltaine, el Alado, la Pluma Negra, sino también de la propia cadena de perros) por todo Siete Ciudades, con santuarios que parecían surgir de los propios yermos por todo ese malhadado sendero, santuarios como ofrenda a un héroe muerto tras otro: Bastión, Tregua, Picadora, Sormo E’nath, incluso Baria y Mesker Setral, de las Espadas Rojas; y al clan Perroloco, al clan Comadreja y por supuesto a los Cuervos y al propio Séptimo Ejército; mientras en la cordillera Gelor, en un viejo monasterio que se asoma al antiguo campo de batalla, nacía un nuevo culto centrado en los caballos, al tiempo que esta inmensa fiebre de veneración se apoderaba de Siete Ciudades, ciertos agentes en el corazón del Imperio de Malaz hacían correr entre el populacho relatos que insinuaban justo lo contrario: que Coltaine había traicionado al Imperio; que había sido un renegado, aliado secreto de Sha’ik. Después de todo, si los incontables refugiados se hubieran limitado a quedarse en sus ciudades, si hubieran aceptado el dominio de la rebelión; si no los hubieran sacado a rastras Coltaine y sus wickanos sedientos de sangre, y si el líder del cuadro de magos del Séptimo, Kulp, no hubiera desaparecido de una forma tan misteriosa, dejando así al ejército malazano en una posición vulnerable a las maquinaciones mágicas y todo tipo de manipulaciones de las brujas y hechiceros wickanos, si no hubiera ocurrido todo eso, no habría habido matanza, ni la terrible ordalía de cruzar medio continente expuestos a las tribus depredadoras y medio salvajes de las tierras baldías. Y, lo más odioso de todo, Coltaine se había confabulado después con el traidor del historiador imperial, Duiker; había intrigado para llevar a cabo la subsiguiente traición y aniquilamiento del ejército de Aren, comandado por el ingenuo puño supremo Pormqual, que fue la primera víctima de la pavorosa traición. ¿Por qué si no, después de todo, optarían esos mismos rebeldes de Siete Ciudades por venerar a esas figuras, si no vieran en Coltaine y el resto a unos aliados heroicos…?
En cualquier caso, ya sea con la aprobación oficial o sin ella, la persecución de los wickanos dentro del Imperio estalló como un fuego ardiente que todo lo consume, dado el amplio combustible…
El año de las diez mil mentiras
—Kayessan