Abril
Es la novia más hermosa que ha habido jamás en el Jardín Botánico de Brooklyn. Dios, la novia más hermosa que ha habido nunca sobre la Tierra. No puedo apartar los ojos de ella. El vestido se ciñe a sus preciosas tetas y sus esbeltas caderas y después acaba en una cola que cae detrás de ella. Y el estilo del corsé por la espalda es increíblemente sensual. Estoy deseando desnudarla luego. Aunque, cuando por fin tengamos oportunidad, presiento que esos cordones serán más frustrantes que sensuales.
Sin embargo, a veces la frustración forma parte de la diversión.
Y es necesaria. A Alayna le encanta decirme que «sin esfuerzo no se avanza». Es una regla que aprendió en su terapia y ella piensa que se adecua a nuestra relación con bastante frecuencia. La ha citado tan a menudo estos últimos nueve meses que casi me sorprende que no esté bordada en las servilletas de nuestra boda.
Sinceramente, la verdad que subyace bajo esas sencillas palabras me asombra. Aunque soy un hombre que se compromete, que no huye de los desafíos, también soy el primero en admitir que el camino desde nuestro compromiso hasta nuestra boda ha estado repleto de obstáculos y baches. Aunque ella me dio el sí un día de aquel agosto, estoy seguro de que después ha habido muchas veces en las que se ha sentido tentada de echarse atrás. Momentos en los que yo me cerraba y me olvidaba de dejarla entrar. Días en los que la apartaba porque pensaba que nunca podría ser digno de su amor.
Además, estaba el mayor problema de todos, la confianza. Yo había hecho añicos toda la confianza que había entre los dos y para reconstruirla ha sido necesario mucho tiempo. Y terapia. No solo para mí, sino para los dos como pareja. Yo pensaba que solucionar mis propios problemas me resultaría difícil. Incluir a otra persona en el cóctel le ha dado una nueva dimensión a ese esfuerzo.
Había mucho que curar aún, heridas que amenazaban con no cicatrizar. Yo podía aceptar sin ningún problema las tendencias obsesivas de Alayna, pero había tenido que aprender a no aferrarme excesivamente a sus celos e inseguridades. Aunque me venían bien y me agradaba comprobar que me necesitaba, me gustaba mucho más cuando se sentía completa. Cuando se sentía fuerte y segura.
Mi curación ha sido mucho más tenue. Abandonar el juego que he practicado durante toda la vida ha resultado ser lo más fácil. Con Alayna en mi vida, no tengo ningún deseo de volver a ser cruel ni despiadado. Pero mi inclinación a manipular y a controlar es mucho más profunda. Ni siquiera sé reconocer cuándo estoy moldeando una situación a mi antojo. Alayna, como la mujer buena e indulgente que es, no me hace ver en muchas ocasiones cuándo estoy ejerciendo una actitud dominante. Una gran parte de las veces, incluso le gusta. Pero tampoco desea alimentar mis defectos. Así que cada vez me corrige más y yo, a cambio, intento soltar las riendas, dejar que la vida siga su curso natural.
Eso ha sido lo más difícil para mí, la parte más dura de mi recuperación. Pero los avances han sido sorprendentes. No estaríamos hoy aquí si no hubiese sido por los pasos que hemos dado juntos para reforzar nuestra relación. Y, aunque estoy seguro de que la lucha no ha terminado simplemente porque le haya puesto un anillo en el dedo, sabemos que ambos merecemos esta recompensa.
Ella se la merece.
¿Y cuál ha sido mi recompensa? Que, al margen de los votos matrimoniales, ella es mía. Y yo de ella. Completa y absolutamente.
La ceremonia ha sido sencilla. Así es como ella lo quería y sus deseos son órdenes para mí. Mirabelle, Liesl y Gwen, que se ha convertido sorprendentemente en una buena amiga de Alayna, han sido las damas de honor. Sus vestidos de color rosa claro conjuntaban a la perfección con las flores del velo de Alayna y con las del jardín. Nunca averiguaré cómo lo consiguió Mirabelle. Le daré más tarde las gracias por su contribución al día de mi esposa.
«Mi esposa».
Nunca me cansaré de decirlo: «esposa». ¿Quién iba a pensar que llegaría a tener una? Nunca he sido un hombre con intención de casarse. Mi madre y mi padre no han sido un matrimonio ejemplar y yo no sabía ni lo que era el amor romántico. Fue necesario que Alayna me lo enseñara. Ha sido la mejor profesora posible, más paciente e indulgente de lo que me merezco.
Odia que yo diga esto de mí mismo, que no la merezco, y supongo que es lo mismo que yo siento cuando ella habla de su propio pasado de un modo demoledor. Por supuesto, la diferencia está en que sus debilidades e imperfecciones no estuvieron a punto de destruirnos, que fue lo que pasó con las mías. Hay días en los que me cuesta enfrentarme a mí mismo por la mentira en la que la envolví. En esas ocasiones ella me tranquiliza y me cura con su amor. «Nunca nos habríamos encontrado si no hubiese sido por tu juego», me dice.
Pero yo no lo creo. Siempre la habría encontrado.
«Siempre». Sin ninguna duda.
No exagero cuando digo que me enamoré de ella nada más verla. Si acaso me quedo corto. No a propósito. El efecto que tuvo sobre mí no puedo expresarlo con palabras, y cuando lo intento la realidad se queda resumida y descolorida. Soy completamente sincero si afirmo que la mujer que estaba sobre aquel escenario me dejó sin habla. Sus ideas para los negocios fueron solamente una parte. Eran sensatas e innovadoras, pero la verdad es que hay emprendedores brillantes e inteligentes por todos sitios. Esto iba más allá. No puedo siquiera precisar si fueron sus gestos, su forma de hablar o la sorprendente profundidad de sus ojos de color marrón chocolate. Lo que quiera que fuera, se trató de una definida identificación de su alma con la mía. Una conciencia de algo más grande que nos ataba el uno al otro nada más conocernos. Como si una parte de mí hubiera sabido siempre que ella estaba ahí y hubiese estado esperando que viniera para darme la vida.
Tardé un tiempo en identificar aquello como amor. Al principio no sabía lo que era. Y, ahora que lo sé, sigo dudando si llamarlo así, pues esa palabra no logra expresar la multitud de dimensiones que adquiere lo que siento por ella. Pero es lo más parecido que tengo y ahora se lo digo siempre que puedo. Después, trato de decirle lo que de verdad quiero expresar con esa sencilla palabra de cuatro letras. Que no es solo que mi mundo gira alrededor de ella, sino que ella es mi mundo. Que no es simplemente mi razón para respirar, que es el aire mismo. Que ella es el sentido que hay detrás de cada uno de mis pensamientos, el ritmo de mis latidos, cada susurro de mi conciencia. Ella es todo para mí. Es tan sencillo y tan complejo como eso.
No sé si alguna vez lo sabrá, pero estoy feliz de poder dedicar mi vida entera a tratar de demostrárselo.
Echo un vistazo a la multitud de personas que han venido a celebrar nuestro día especial y pienso que resulta curioso ver que, ahora que sé lo que significa amar y ser amado, lo veo por todas partes. En el modo en que Adam atiende al bebé y se pega a la espalda de Mirabelle cuando va de una persona a otra. En la forma en que mi padre ha sostenido la mano de mi madre durante la ceremonia. En la tierna mirada que Brian ha dedicado a su hermana pequeña cuando me la ha entregado en la boda. ¿Ha habido siempre todo este amor en el mundo? ¿Cómo es que nunca lo había visto antes de que Alayna Withers apareciera en mi vida?
Ahora, Alayna Pierce. ¿No suena bonito?
En este momento viene hacia mí y mi sonrisa se agranda. No he dejado de sonreír desde que la he visto avanzar por ese pasillo. Estoy seguro de que tengo un aspecto ridículo.
—Hola, guapo —dice con esa voz suya tan saludable que hace que sienta una sacudida en la polla—. Es la hora del primer baile.
Dejo que me lleve al centro de la explanada. Es impresionante lo rápido que el equipo que hemos contratado ha convertido el lugar de la ceremonia en una zona de fiesta. Podíamos habernos cambiado al atrio o a cualquier otro lugar todos juntos, tal y como nos sugirió la organizadora de la boda, pero Alayna quería que todo el evento transcurriera al aire libre rodeados de estas flores. Ha sido una buena decisión. La Sociedad Botánica de Brooklyn no suele alquilar todo el jardín para bodas. Es sorprendente lo que pueden llegar a hacer a cambio de una buena donación.
El maestro de ceremonias anuncia nuestro primer baile mientras yo acerco a mi mujer a mis brazos.
—¿Con qué música vamos a hacer nuestro primer baile, señora Pierce?
Yo no sé nada de lo que ha planeado para la fiesta. Alayna se ha encargado de todos los detalles de la boda. Le ofrecí ayudarla, pero prefirió sorprenderme. Las tornas cambiarán cuando la suba al avión con destino a nuestra luna de miel. No tiene ni idea de que vamos a pasar tres semanas en una cabaña privada de las islas Maldivas. Había pensado en Italia o Grecia, pues son dos destinos que ella ha mencionado que quiere visitar, pero por propio egoísmo he escogido un entorno tropical. Será más fácil tenerla desnuda en una playa privada que en un yacimiento con ruinas antiguas o en un museo de arte.
—Paciencia, señor Pierce.
Siempre se le ha dado muy bien responderme con mis propias palabras.
La música empieza a sonar y yo sonrío. All of me. Claro.
Ella se acurruca en mis brazos y yo entierro la cabeza en su cuello, respirando su olor. Su gel de ducha de cerezas se mezcla con las flores que hay aquí, pero nada cubre del todo el delicioso aroma de la piel de Alayna, una combinación de sal y sudor que no puedo describir pero que reconozco en cualquier sitio.
Aunque quiero abrazarla y disfrutar de este dulce primer baile como matrimonio, siento que hoy he tenido pocas ocasiones de hablar con ella y no puedo evitar hacerlo ahora.
—Es una boda preciosa, Alayna. Has hecho un trabajo excelente.
Noto cómo su mejilla se mueve con una sonrisa en mi hombro.
—Gracias. He tenido mucha ayuda, gracias a tu dinero.
—Nuestro dinero —la corrijo.
Tal y como le prometí la primera vez que le pedí que se casara conmigo, no he exigido la separación de bienes. Lo mío es suyo, claramente y sin excepciones. Me pregunto si alguna vez se acostumbrará a eso.
—Nuestro dinero —admite—. Y creo que está saliendo bien.
—Muy bien. —«Más que bien».
—¿Has visto que Chandler va todo el rato detrás de Gwen como un perrito faldero?
Sí que lo había visto. Aunque en su mirada había demasiado deseo como para compararlo con un perrito.
—Parece que a ella no le importa.
También había cierto deseo en la mirada de Gwen. ¿Lo ha visto Alayna?
—No, parece que no. —Alayna se ríe. «Entonces sí que lo ha visto»—. Y todos parecen contentos.
—Todos, sí. —«Y yo el que más».
Me da un beso en el cuello que provoca un impacto en mi polla.
—Incluso tu madre ha conseguido mantener las formas.
La mención a mi madre me ha hecho perder el paso.
—Sí que parece algo más controlada ahora que está sobria. —Sophia volvió a casa desde el norte del estado el pasado enero. Se perdió el nacimiento del bebé de Mirabelle, algo que creo que lamenta profundamente. Pero ahora está mejor que antes e incluso creo que ella misma piensa que el sacrificio ha merecido la pena—. Pero sigue siendo una bruja vieja y desagradable, ¿no?
Alayna se ríe, su pelo me provoca un cosquilleo en el cuello al moverse y su sinceridad hace que sienta un hormigueo en el corazón.
La abrazo con más fuerza y le doy un beso en la mejilla. Esto es todo lo que siempre he necesitado y nunca supe que quería, y viene recubierto por el más hermoso de los envoltorios. Bueno, no es exactamente todo. Aún queda algo más que añadir a la lista.
Saco a colación el asunto que he estado evitando. Quizá sea manipulador, pero así soy yo.
—Te he visto antes con Arin Marise. Eres muy buena con ella.
Arin Marise Sitkin es la bebé de Adam y Mirabelle. Mi hermana siempre dice que le ha puesto a su hija un nombre que no pueda acortarse para que así yo la llame como todos los demás. Pero yo he decidido llamarla Arin Marise solo para sacarla de quicio. Ahora tiene cinco meses y medio y es todo mofletes y sonrisas. Arin es pequeñita como su madre, pero muy viva. Solo se nota su pequeña estatura al compararla con Braden, el sobrino de Alayna, que solo tiene cuatro meses pero es el doble de grande que Arin.
Alayna y yo no hemos hablado nunca de niños. Al menos no sobre los nuestros. La he observado cuando está con Arin y con Braden y me he vuelto a enamorar de ella al ver el cariño y la dulzura que les dedica, pero nunca he abordado el tema en serio. Quizá porque me asustaba, pero ya no me asusta. No ahora que sé que es mía de verdad hasta lo más hondo y no importa cómo termine esta conversación.
Me aparto de nuestro abrazo para mirarla a los ojos y pienso que probablemente debería dejar esto para un momento más adecuado, pero soy incapaz de esperar un segundo más para preguntarle.
—¿Tú quieres…? —empiezo a preguntar y después lo vuelvo a intentar—: ¿Has pensado en tener hijos?
Ella se inclina para besarme en el cuello.
—Probablemente les jodería la vida —responde vacilante bajando la mirada.
Ese ha sido siempre mi temor y, si para ella es un peso demasiado grande, me olvidaré del tema. La vuelvo a besar en la cabeza y a continuación le pregunto directamente:
—¿Te gustaría joderles la vida conmigo?
Ella vuelve a reírse y me mira con los ojos llorosos y el rostro resplandeciente.
—Sí —responde sin vacilar y sin ningún asomo de duda—. Me encantaría.
—Bien. —La atraigo más hacia mí y le doy la vuelta—. Podemos empezar esta noche en el avión. O ahora mismo, si lo prefieres. He visto un roble bastante grande en uno de los jardines más pequeños. Estoy casi seguro de que podríamos escondernos allí, incluso con este vestido tuyo.
—Me encantaría ver cómo te las arreglas para llegar hasta mí con toda esta tela en medio.
Le doy un mordisco en la oreja.
—Ah, preciosa, yo soy muy ingenioso. ¿Tengo que recordarte que soy un hombre que siempre consigue lo que quiere? —De nuevo me echo hacia atrás para mirarla a los ojos—. Y cualquiera que lo haya dudado en algún momento solo tiene que verme ahora mismo para saber que es verdad. Todo lo que quiero está aquí, entre mis brazos.
—Te quiero —murmura.
—Yo te quiero desde antes. —«Y al final. Y durante todo lo que hay en medio».
La beso dulce y castamente para no escandalizar a nuestro público, pero con un mordisco suficiente como para que sepa que lo digo en serio. Después termina nuestro baile y llega el momento de que ella baile con su hermano y yo con Sophia.
A regañadientes, la suelto. Puedo soportar unos cuantos minutos separados. La tengo para toda la vida.