En lugar de volver al club, decidí tomarme el día libre. Además, por la mañana Hudson y yo habíamos planeado cenar juntos en casa y, aunque los nuevos acontecimientos de la tarde me obligaban a trabajar hasta tarde, no quise desaprovechar los esfuerzos de la cocinera.
En el ático coloqué las bandejas de la cena en el calentador y me senté en la mesa del comedor mordisqueando mi ensalada mientras trataba de concentrarme en un nuevo libro. Había escogido El amante de Lady Chatterley, de D. H. Lawrence, con la esperanza de que me ayudara a concentrarme en los aspectos románticos y sexuales de mi vida más que en el temor que Celia me había infundido.
Pero la lectura requería mayor atención de la que yo podía dedicarle. Me rendí y lancé el libro sobre la mesa. Vi una tarjeta de visita en blanco entre las páginas del final. No me había dado cuenta antes. Al lanzar el libro, la tarjeta debió de asomar entre sus páginas. Abrí el libro por la página que marcaba y, a continuación, le di la vuelta a la tarjeta para ver si el otro lado también estaba en blanco.
No lo estaba. Y el nombre de la parte de atrás hizo que la tarjeta se me cayera de las manos.
Con una mano en el pecho, traté de tranquilizarme para evitar el ataque de pánico. Hudson le había encargado los libros a Celia, a su empresa de diseño. Era normal que hubiese metido su tarjeta entre las páginas.
Salvo que los libros eran nuevos. Y la página que la tarjeta señalaba tenía una cita subrayada en amarillo: «Ella siempre estaba esperando, ese parecía ser su fuerte».
¿Había subrayado Celia aquella cita? ¿Y lo había hecho para mí o para Hudson? Con independencia de a quién fuera dirigida, ¿qué quería decir con ella?
—¿Es bueno el libro?
Di un respingo al escuchar la voz de Hudson detrás de mí. Estaba tan absorta en la lectura y en la marca de Celia que no le había oído entrar.
Él se inclinó para darme un beso en el cuello.
—Lo siento, no pretendía asustarte.
—No es eso. Mira. —Le enseñé la tarjeta y levanté el libro para que lo viera—. He encontrado esta tarjeta de visita en el interior. Es uno de los que me has comprado. Y tiene subrayada esta cita.
Sentí cómo el cuerpo de Hudson aumentaba su temperatura, lleno de rabia. Estrujó la tarjeta en la mano y la lanzó al otro lado de la habitación.
—¡Joder!
—¿Qué quiere decir?
—¿Quién sabe? —Respiró hondo para controlar su furia—. ¿Sabes una cosa? Ni siquiera pienses en ello. Eso es lo que ella quiere. Quiere jugar contigo. —Cogió el libro de mis manos y se lo llevó a la cocina—. ¿Has comido?
—Te estaba esperando. La cena está en el calientaplatos. —Me quedé sentada en silencio hasta que regresó con los platos—. Le quitaste la llave, ¿verdad?
Hudson dejó los platos en la mesa.
—Eso no lo ha dejado ahora. Tuvo que ser antes. Cuando trajeron los libros.
Volvió a desaparecer en la cocina.
Eso no había sido una respuesta a mi pregunta y el hecho de que la evitara me puso nerviosa. Esperé a que volviera, esta vez con una botella de vino.
—Hudson…, ¿su llave?
—Sí, se la quité. —Me sirvió una copa y, a continuación, se sirvió él. Casi se la había bebido antes de que yo le diera un sorbo—. Al día siguiente de la entrega.
No me había dicho que la hubiera visto entonces. Pero yo había estado muchas veces con Celia sin decírselo a él, así que supuse que era justo.
En lugar de darle vueltas a por qué no me lo había mencionado nunca, pensé en lo demás que había dicho: que ella debió de meter la nota en el libro antes de enviarlo. Había doscientos libros. ¿Cómo es que había dado la casualidad de que yo encontrara la nota? A menos que hubiese más.
—Entonces, puede que haya notas y mensajes secretos en todos los libros.
Hudson dio otro sorbo a su vino, un trago con el que se terminó la copa.
—Los cambiaré todos.
—No tienes por qué hacerlo.
Sinceramente, yo ya estaba pensando en buscarlas. Al fin y al cabo, Curiosidad era mi segundo nombre.
Hudson volvió a llenarse la copa.
—Voy a hacerlo de todos modos.
Lo había decidido y cuando decidía algo no había nada que discutir con él.
Miré el reloj de mi teléfono. Eran las ocho pasadas.
—Has llegado tarde a casa. ¿Significa eso que se te ha ocurrido alguna idea sobre cómo enfrentarte a ella?
Hudson no me miró mientras daba un bocado a su pescado.
—Estoy preparando algo —dijo después de tragar—. Pero prefiero no hablar de ello, si no te importa.
—Eh…, sí que me importa. Esto me afecta y quiero saber qué pasa.
Si pensaba que iba a enfrentarse a eso él solo, tendría que cambiar de opinión.
—Sabes todo lo que tienes que saber. He contratado personal de seguridad, las cámaras nuevas del club se instalarán mañana y tengo algunas ideas preliminares para hacer que Celia pierda interés en su juego. —Su forma de hablar era completamente despectiva.
Y yo me estaba cabreando.
—¿Ideas que no vas a compartir conmigo?
—No.
Dejé el tenedor en la mesa con algo más de fuerza de la que era mi intención. O puede que exactamente con la fuerza que quería.
—Hudson… Transparencia y sinceridad, ¿recuerdas? ¿Me estás ocultando algo? ¿Es algo ilegal?
—No. Y no. Y has dicho que confiabas en mí —dijo levantando una ceja—. ¿Recuerdas?
—Sí que confío en ti. Pero se supone que estamos juntos en esto. Y esto no es estar juntos. Esto eres tú ocultándome cosas mientras interpretas al superhéroe. Supongo que interpretas al superhéroe, porque la verdad es que no lo sé.
Soltó un suspiro y cerró los ojos. Cuando volvió a abrirlos, me miró directamente a los ojos.
—Estamos juntos en esto, Alayna. Y te lo contaré. Pero no ahora. —Me cubrió la mano con la suya—. Preferiría pasar la velada contigo. Los dos solos.
No se me había ocurrido que necesitara olvidarse un poco del tema. Era así como se enfrentaba a los problemas, desde su interior y a solas. Los dos teníamos que aprender a solucionar las cosas como pareja. Pero él había dicho que me lo contaría después. Quizá yo también podría olvidarme de aquel asunto esa noche.
Giré la mano hacia arriba para entrelazar mis dedos con los suyos.
—De acuerdo. No hablemos más de Celia.
Intercambiamos una sonrisa. A continuación, Hudson me soltó la mano para seguir comiendo.
Nos quedamos sentados en silencio durante un largo rato. Hudson se había terminado la mayor parte de su plato mientras yo removía la comida en el mío, pues hacía rato que había perdido el apetito. Podía aceptar no hablar de Celia, pero eso no significaba que pudiese dejar de pensar en ella. Se había introducido tanto en nuestra relación… ¿Sería consciente de que absorbía nuestros pensamientos? ¿De que nuestro tiempo juntos estaba ahora tan vinculado a ella que prácticamente formábamos un trío?
Hudson dio vueltas al vino de su copa y me miró.
—Ahora te has quedado callada.
Chasqueé la lengua.
—No sé de qué más hablar.
Me pasó la mano por la cara y supe que él había estado pensando lo mismo que yo, en que ni siquiera podíamos tener una simple cena sin que Celia estuviera presente. Abrió la boca para decir algo y por un momento pensé que iba a seguir adelante y dejar que ella ganara.
Pero entonces su expresión cambió y se volvió más decidida.
—Bueno, vamos a ver. Ya sé cómo ha ido el día de hoy. ¿Qué planes tienes para mañana? Vas a entrevistarte con Gwenyth, ¿no?
—Ah, ¿se llama Gwenyth?
Era la primera vez que escuchaba su nombre completo. Y me molestó. Hudson no era de los que utilizan diminutivos.
—¿Qué se supone que significa eso?
Probablemente estaba haciendo una montaña de un grano de arena. Pero no pude evitar insistir:
—Te he oído llamarla Gwen.
Se encogió de hombros.
—Así es como la llaman.
—Pero tú nunca llamas a la gente por el diminutivo. —Mi irritación era manifiesta.
Y también la de él.
—¿Estás sugiriendo que el que la llame por el diminutivo significa algo?
—No. —¿Por qué me molestaba tanto?—. No lo sé. —Era por Celia. Me había puesto de mal humor y ahora, incluso cuando tratábamos de pasar página, nos peleábamos.
Entonces fui yo la que suspiró.
—Solo estoy tensa. Lo siento.
—Lo sé. Yo también lo estoy. —Hudson dio otro sorbo a su vino—. No sé por qué la llamo Gwen. La conocí con ese nombre. Supongo que se me ha quedado grabado.
—No tienes por qué explicarte. —Pero me alegré de que lo hiciera.
Di un sorbo a mi copa y traté de concentrarme en algo que no fuera a enfadarnos. Me había preguntado por mis planes para el día siguiente… «Joder». Recordé una cosa de la que teníamos que hablar. Pero estaba claro que no iba a ser una conversación agradable. Sin embargo, era mejor quitármela de encima.
—En cuanto a mañana… —empecé vacilante—, sí que tengo unos planes que debo contarte.
—Más vale que no tengas pensado salir a correr por Central Park. Tu nuevo guardaespaldas te lo impedirá. —Su tono era alegre, pero sus ojos me decían que hablaba en serio.
—Ya te he dicho que no iba a salir a correr. Lo de confiar es para los dos, ¿sabes? ¿Conozco a este guardaespaldas? ¿También es muy atractivo, pero no está disponible porque es homosexual?
Hudson sonrió satisfecho.
—Eso no tiene ninguna gracia.
Le di un golpe de broma en la rodilla, por debajo de la mesa.
—Sí que la tiene y lo sabes.
—Te lo presentaré mañana, cuando empiece su turno. No es homosexual. Y confío en ti, así que no me preocupa que sea o no atractivo.
—Buen chico.
—¿Qué es lo que tienes que decirme? —Se metió en la boca un poco de risotto y fijó su atención en mí.
Hice una pausa, odiaba tener que echar por tierra el buen humor.
—Pues… voy a ir a comer con Mira mañana. Y con Jack.
Hudson se quedó inmóvil con el tenedor en el aire.
—¿Qué has dicho?
Por la expresión de sus ojos, sabía que me había oído bien. Pero le seguí la corriente e intenté parecer más segura la segunda vez:
—Voy a comer con tu hermana y con tu padre.
—De eso nada. —Sus ojos resplandecían llenos de furia.
Su reacción no me sorprendió, pero traté de no ponerme enseguida a la defensiva.
—Supongo que lo que te molesta es que vaya Jack, no Mira.
Apretó la mandíbula.
—No me molesta ninguna de las dos cosas, porque no vas a ir a comer con mi padre.
—No estoy segura de que puedas decirme lo que voy a hacer y lo que no —contesté con todo el desenfado que pude reunir.
—Sí que puedo.
Lancé un gruñido y me pasé las manos por el pelo.
—Hudson, esto es ridículo. Ya te lo he dicho, yo no soy Celia. No voy a acostarme con tu padre aunque él se me insinuara. Lo cual no va a hacer, porque tu hermana pequeña estará allí.
Se limpió la boca con la servilleta y la lanzó al plato.
—¿Por qué tienes que verlo?
—No tengo que verlo. Yo no lo he planeado. Mira no quería estar a solas con él, así que me he ofrecido para hacer de mediadora.
—Ella no necesita de ningún mediador. Anula la cita y queda a tomar café con ella después. Solo con Mira.
Me quedé pensando durante medio segundo. A continuación lo dejé y empecé a enfadarme.
—No quiero cancelarla. Quiero ir a comer con Mira. Y con Jack. Me gusta. Le tengo cariño, pero porque es tu padre. Yo ya no tengo padre y tener un vínculo con Jack me hace sentirme bien. —La voz se me quebró, pero continué—: Puede que no sea el mejor sustituto, pero es lo más parecido que tengo. Además, conocerle me ayuda a sentirme más cerca de ti. Y cuando tú me ocultas cosas, H, necesito tener todo el acceso a ti que pueda conseguir.
—Alayna…
Me sentí mal al instante.
—Lo último no era necesario. Lo siento.
Hudson apartó la silla de la mesa. A continuación, extendió los brazos para llevarme a su regazo.
Aquello estaba mejor. La fuerte tensión que se había respirado en el ambiente empezó a disiparse.
Acarició mi brazo moviendo la mano de arriba abajo.
—Yo no te oculto nada, Alayna. De verdad que no. Solo quiero pasar una noche sin… ella.
—Lo sé —respondí enterrando la cabeza en su pecho.
—Y, por favor, no utilices a mi padre para acercarte a mí. No es ese el camino que te llevará hasta mi corazón.
—¿Dónde está ese camino hasta tu corazón?
Con un dedo, me levantó el mentón y me miró a los ojos.
—¿No lo sabes? Eres tú la que lo ha abierto.
Contuve las lágrimas. No quería arruinar ese momento llorando.
—No creas que voy a anular mi almuerzo porque estés siendo cariñoso.
Se rio.
—No te preocupes. No lo pienso. Ve a comer con él si es lo que quieres. Al menos sé que te encontrarás a salvo de Celia si estás con él. Ya no se llevan nada bien. Y no voy a negarte nada que te haga sentirte bien.
Deseando aferrarme a su buen humor, decidí contestar con una burla:
—De todos modos, no tienes derecho a negarme nada.
Él fingió un suspiro.
—Eso no me gusta.
Una descarga de emoción me recorrió el cuerpo. Dios, ese hombre… hacía que el mundo entero se detuviera para estar pendiente de mí, para cuidarme, y ahora había aceptado que me viera con su padre, una decisión que tenía que estar desgarrándole por dentro. Quizá no fuera el hombre perfecto, pero se acercaba mucho.
Pasé mis brazos alrededor de su cuello y me aferré con fuerza.
—Te quiero.
—Por eso te he dejado ganar en esta conversación.
Me aparté para mirarle a los ojos con una ceja levantada.
—¿Que me has dejado ganar?
—Por favor, dame ese pequeño gusto.
—¿Qué te parece esto…? —Me moví y me senté a horcajadas sobre él—. ¿Qué te parece si dejamos la conversación y nos damos el gusto de disfrutar de algo en lo que los dos podamos ganar?
—¿Podemos ganar dos veces los dos?
—Cariño, podemos ganar tres veces si quieres.
Por el bulto que iba creciendo debajo de mí, supe lo que pensaba antes siquiera de que contestara.
—Eso sí que es un buen plan.
Mira se daba golpecitos en el labio con un dedo arreglado con manicura francesa.
—Es que no entiendo por qué no te dice qué es lo que está planeando. No tiene sentido.
Cuando fui a comer con Mira al día siguiente, no tenía intención de contarle lo del acoso de Celia, pero las palabras salieron solas en el momento en que la vi. Si Jack hubiese estado allí, no le habría dicho nada, pero se retrasó y se lo conté todo, incluso que Hudson se había negado a darme detalles cuando le pregunté qué pensaba hacer con respecto a esa zorra. Tenía una razón justificada para no darme más información, pero, aun así, me fastidiaba.
Quizá estaba siendo injusta.
—Puede que fuera verdad que no quisiera seguir hablando de ello. Pero parecía demasiado esquivo.
Abrí un paquete de azúcar rosa y lo removí en mi té helado. Mira frunció el ceño.
—¿Temes que te esté ocultando algo deliberadamente?
—No. —Aunque no estaba tan segura—. No lo sé.
Ella negó con la cabeza y el pelo le acarició los hombros.
—Yo tampoco lo sé. Lo siento.
Su disculpa me pilló por sorpresa.
—¿Por qué lo sientes? No hay motivo alguno para que te lamentes.
—Es mi hermano. —Cuando se dio cuenta de que eso no era ninguna explicación, continuó—: Siento como si debiera comprenderle mejor, pero no es así.
—Nadie le entiende.
¿Lo conseguiría alguien en algún momento? A veces pensaba que quizá yo podría, pero ¿era verdad?
—¿Ya han decidido lo que van a pedir, señoras?
La pregunta del camarero hizo que volviera a fijar la vista en el menú que había dejado a un lado. Aún no había decidido qué pedir para comer, pues había estado demasiado ocupada con la conversación.
El camarero vio que vacilaba.
—¿O prefieren esperar al otro comensal?
Mira me miró. Ella ya sabía lo que quería pedir.
—Esperaremos.
—Muy bien.
El camarero se marchó para atender las otras mesas.
Yo cogí el menú y estudié los platos. Pero mi mente seguía aún en la conversación que estábamos manteniendo. Dejé el menú y me acerqué a Mira.
—La cuestión es que temo que la verdadera razón de que no me haya contado lo que ha planeado es que aún no ha pensado nada.
—¿Y eso no lo admitiría?
—No. —Hudson no dejaría, bajo ningún concepto, que yo sospechara que no tiene controlada absolutamente la situación—. Quiere que me sienta segura.
El rostro de Mira se iluminó.
—Por supuesto que sí. —No cabía duda de que aquella chica tenía fe en su hermano—. Laynie, ya se le ocurrirá algo. Lo sé. Y lo que quiera que sea, lo hará bien. Se entregará a la tarea y hará lo imposible. Puede que esta sea una comparación terrible, pero recuerda cómo se esforzó para mantener en secreto lo de Celia. Y todo para protegerla.
—No estaba protegiendo a Celia. —Jack se sentó en la silla que había entre Mira y yo—. Siento llegar tarde. Había mucho tráfico. No sabía que ibas a venir, Laynie. ¡Qué agradable sorpresa!
Mira habló antes de que yo pudiera saludarle:
—¿Estás sugiriendo que Hudson te estaba protegiendo a ti? Porque eso me daría ganas de vomitar. —Mira le pasó bruscamente el menú.
—Ah, ya sé lo que quiero —dijo él dejando el menú a un lado sin hacer caso de la hostilidad de Mira—. Estaba protegiendo a tu madre. No quería que ella sufriera a causa de mi infidelidad.
Mira posó los ojos en mí.
—Sigue siendo una buena comparación… Hudson haría mucho más por ti que por mi madre. —De nuevo antes de que yo pudiera decir nada, volvió a dirigirse a su padre—: Y lo dices como si no tuviera sentido que ella pudiera sentirse dolida.
—Lo que no tiene sentido es que a él le importe. —Jack movió los hombros en círculo, probablemente para liberar la tensión que empezaba a sentir.
Mira apretó la mandíbula, lo mismo que hacía su hermano cuando estaba enfadado.
—Gracias a Dios, no ha heredado esa crueldad de ti.
—No. La ha heredado de Sophia.
Mira abrió los ojos de par en par.
—¿Quieres dejarlo ya? —susurró con tono severo mientras se inclinaba hacia delante.
Mis ojos pasaban de uno a otro según ellos se lanzaban sus ataques. A eso se limitaba mi papel de mediadora en esa comida. Hudson tenía razón. Definitivamente, Mira no lo necesitaba.
Jack colocó las palmas de las manos sobre la mesa y se giró para mirar a su hija.
—Mirabelle, yo no soy cruel. Piensas que fue una crueldad que engañara a tu madre. Lo fue. No soy perfecto.
Los ojos de Mira se llenaron de lágrimas y, de repente, supe que su rabia estaba llena de dolor.
—Pero, cariño, tienes que comprender que Sophia también es culpable. No es una mujer a la que sea fácil querer.
Mira se limpió una lágrima solitaria que le rodaba por la mejilla.
—¿Y la quieres, papá?
Jack extendió la mano por encima de la mesa para coger la mano de Mira.
—Sí. Claro que la quiero.
—¿Se lo has dicho?
—Todos los días.
Mira sonrió. Pero fue solo un momento. Apartó su mano de la de él.
—Ya sabes que del dicho al hecho hay un gran trecho.
Yo había permanecido en silencio para dejar que padre e hija se dijeran lo que necesitaban decirse mientras me quedaba allí sentada como una mirona. Pero no pude evitar reaccionar ante aquella última frase.
—A veces.
Mira y Jack me miraron como si acabaran de recordar que yo estaba allí.
O puede que quisieran alguna aclaración. Sin embargo no quería que aquella comida se convirtiera en una conversación sobre el hecho de que Hudson no me hubiera dicho que me quería, así que simplemente respondí:
—A veces sería agradable tener las dos cosas.
El regreso del camarero me ahorró tener que decir algo más. Como los demás sabían lo que querían, yo fui la última. Me decidí por la ensalada del chef.
—Y un Manhattan, por favor —pidió Jack antes de que el camarero se fuera.
—¿Para comer, papá? ¿En serio?
—Oye, no soy yo quien tiene problemas con el alcohol.
Me preparé para la reacción de Mira. Normalmente nadie hablaba del alcoholismo de Sophia. Ni siquiera estaba segura de si Mira lo reconocía o si se negaba a hacerlo.
Sus ojos oscuros ni siquiera pestañearon.
—Pero, desde luego, tú se lo pones fácil. —Al parecer, no lo negaba—. ¿No puedes tomar simplemente un té? ¿O agua?
—Por todos los santos, tu madre ni siquiera está aquí. —Vi un tic en el ojo de Jack, otro de sus rasgos cuando se enfadaba—. ¿Es demasiado tentador para ti, querida? Porque no parece que hayas tocado tu agua. Estoy seguro de que preferirías algo más fuerte.
Mira cruzó los brazos sobre su vientre y resopló.
—No me importa lo que bebas. No tengo sed. Estoy haciendo sitio para la comida.
Por fin había un descanso en aquella riña y busqué un nuevo tema de conversación, pero antes de que se me ocurriera ninguno Jack tomó la palabra:
—¿Qué es lo que pasa con Celia y Hudson?
Me encogí al escuchar los dos nombres juntos. Como si fuesen una pareja.
Los ojos de Mira se iluminaron.
—¿Puedo contárselo?
—Dios mío, no.
Aunque Hudson no me lo había dicho, suponía que prefería mantener a su padre al margen de su vida privada.
Mira no tenía los mismos obstáculos.
—Se lo voy a contar.
Sin esperar mi consentimiento, le dio una versión resumida de lo que le había explicado: que Celia me había seguido, lo de las notas de los libros y que Hudson estaba trazando un plan.
Cuando terminó, me di cuenta de que me había ruborizado. Que toda la atención se centrara en mí me daba vergüenza.
—No es para tanto. He exagerado al contarlo.
—¡En absoluto!
Jack me miró a los ojos con expresión tensa.
—Mira tiene razón. Celia no es una amenaza que haya que tomarse a la ligera.
—¿Veis a ese tipo de allí? —Señalé a un hombre que estaba sentado unas cuantas mesas más allá—. Es mi nuevo guardaespaldas. Creedme, no nos estamos tomando esto a la ligera.
Recordar esa nueva aparición en mi vida hizo que regresara mi preocupación por toda aquella situación.
—Bien. Hudson se la toma en serio. Eso me hace sentirme mejor.
La preocupación de Jack no me ayudaba.
—¿Por qué?
La pregunta pareció sorprenderle.
—Te tengo cariño, Laynie.
Mi cuerpo se puso rígido, pues temía adónde podía conducir aquella declaración.
Si se dio cuenta, eso no le detuvo.
—Ahora eres de la familia. Eres una parte importante de la vida de Hudson y él… y yo… nos quedaríamos destrozados si te pasara algo.
—Gracias, Jack. Te lo agradezco de verdad. —Por supuesto, su cariño era inocente. Me recriminé haber pensado por un momento otra cosa. Y sus palabras fueron un bálsamo inesperado—. Yo también te tengo cariño. —Clavé los ojos en Mira—. A todos vosotros. —Puede que no a Sophia, pero eso no hacía falta decirlo.
Me tragué el nudo de emoción que sentía en la garganta.
—Pero me refería a por qué os preocupa Celia. ¿Por qué está tan empeñada en hacerme daño? Actúa como una amante celosa. ¿Es que estuvieron juntos Hudson y ella?
—En absoluto —contestó Mira.
—Nunca han estado juntos —afirmó Jack al mismo tiempo.
—Pero Hudson es muy reservado. Quizá no os lo contó a ninguno. No podéis estar seguros.
—Yo sí lo estoy. Bajo ningún concepto estuvo con ella.
No era la primera vez que Mira opinaba así sobre ese asunto. Jack se mostró de acuerdo:
—Ha estado enfadado con ella desde que me sedujo.
Mira le reprendió:
—¿Te sedujo? Como si tú no tuvieras nada que ver.
—Sí que tuve que ver. —Jack sonrió maliciosamente—. Pero pocos hombres rechazarían a una mujer desnuda en su dormitorio, cualquiera que fuera su estado civil.
—Bueno, no lo sé. No sería algo tan inaudito.
Paul Kresh apareció en mi mente. Yo había estado desnuda en su despacho una vez. Lo único que conseguí fue que me arrestaran.
El camarero trajo la copa a Jack. Mira puso los ojos en blanco, pero no comentó nada más sobre la bebida que había elegido.
—Si Hudson estaba tan enfadado con Celia, ¿por qué eran amigos? —preguntó ella cuando se fue el camarero.
Esa pregunta me la había hecho yo muchas veces en las últimas semanas. Nunca se me había ocurrido que Jack tuviera la respuesta.
Dio un sorbo a su copa y apoyó la espalda en la silla.
—Hudson se culpa de que ella se haya convertido en la mujer que es ahora. En cierta manera, se siente responsable de ella.
La frente de Mira se arrugó mostrando su confusión.
—No lo entiendo. ¿Por qué iba a sentirse responsable de lo que ella es?
Al parecer, Mira no sabía la verdadera historia de Celia y Hudson, cómo la había manipulado para que se enamorara de él y que después se había acostado con su mejor amiga. Aquella traición la había llevado a acostarse con Jack. Una especie de venganza.
Jack me miró a los ojos, confirmándome así que él sabía más que su hija.
—Es una historia larga y complicada. Si quieres saber más, vas a tener que preguntarle a Hudson. O a Celia.
—Ya, claro. Eso nunca.
Mira cogió la cuchara, sacó un cubito de hielo de su vaso de agua aún lleno y se lo llevó a la boca. Sorprendentemente, no insistió en lo de la «historia larga y complicada».
Aunque lo que había dicho Jack me había parecido revelador, la pregunta que más me agobiaba seguía sin respuesta.
—Vale, son amigos y él la ha apoyado, nunca ha estado enamorado de ella y Celia lo sabe. Entonces, ¿por qué va detrás de nosotros?
Jack soltó un suspiro.
—Eso se me escapa. Probablemente se trate de otro de sus juegos. Le encantan, ¿sabes? Y se le dan bien. No me extraña. Es una mujer calculadora y conspiradora que odia perder.
—Genial. —Me pasé la mano por la frente en un intento por aplacar el dolor de cabeza que empezaba a notar—. ¿Cómo demonios escapa uno de sus garras?
—Dejando que crea que ha ganado.
En ese momento llegaron nuestros platos y la conversación se volvió más animada. Hablamos del bebé de Mira y de que había decidido no saber si era niño o niña y no elegir de qué color decorar su habitación. A pesar de la tensión de antes entre ella y Jack, se tranquilizaron y yo me sentí más relajada de lo que había estado en varios días. Comer con los dos era justo lo que necesitaba.
Cuando terminamos, Mira nos convenció de que pidiéramos crème brûlée y café. Nos entretuvimos un rato con el postre disfrutando de la compañía. Por fin, ella apartó su plato.
—Dios, estoy llena. Tengo que ir al baño. Otra vez.
Yo había ido con ella la primera vez, pero ahora decidí quedarme para poder hablar en privado con Jack. Al fin y al cabo, era posible que aquella fuera mi única oportunidad.
—Jack, tengo que hacerte una pregunta personal, si no te importa —dije directamente cuando Mira no podía oírnos.
—Unos dieciséis centímetros y medio, pero no es el tamaño lo que importa, sino lo que hagas con ella.
El sucio sentido del humor de Hudson le venía claramente de su padre. Puse los ojos en blanco.
—Hablo en serio.
Me miró como si se estuviese preparando para otra réplica ingeniosa, pero puede que mi mirada le hiciera cambiar de idea.
—Muy bien. Dispara.
—Sophia me dijo una vez que Hudson era un sociópata. ¿Tú también lo crees?
Quizá hubiera sido demasiado directa, pero sabía que Mira iba a regresar pronto y no tenía ni idea de lo sincero que sería Jack si ella estaba delante.
—¿Sophia sigue diciendo esas gilipolleces? —Jack negó con la cabeza y su expresión era una mezcla de enfado y agotamiento—. Solo un psiquiatra lo mencionó una vez, hace muchos años. A Hudson nunca le diagnosticaron tal cosa y no, no lo creo. Ese muchacho quiere a la gente. Mucho. Solo que no siempre es capaz de expresarlo. La culpa de eso es también de Sophia.
Solté el aire que había estado aguantando. Cualquiera que fuese la respuesta de Jack, yo ya sabía lo que Hudson era o dejaba de ser. Pero conocer los detalles de lo que Sophia había dicho y ver que su padre no estaba de acuerdo era todo un alivio.
Sin embargo, sus palabras provocaron que surgiera otra pregunta que me había mortificado desde el momento en que conocí a la madre de Hudson.
—¿Por qué culpas a Sophia de que Hudson no exprese sus emociones? No creo que te refieras solamente a su problema con el alcohol. ¿Qué le ha hecho ella?
—Es que si te cuento eso vas a pensar que yo también soy culpable.
—Puedo vivir con ello.
—Pero ¿y yo? —Jack se quedó pensando un momento. A continuación suspiró—. Sophia no ha sido siempre tan dura como ahora. Cuando me casé con ella era una mujer refinada y seria, aunque podía ser divertida. Pero luego puse en marcha Industrias Pierce. Yo no tenía el dinero de Sophia. Sus padres estaban convencidos de que se había casado con una persona de condición inferior. Yo quería demostrarles que se equivocaban, que podía ser el hombre con el que ella debía casarse.
—Y lo hiciste.
Aunque Hudson había llevado Industrias Pierce hasta su punto álgido, Jack había sido quien había construido sus sólidos cimientos.
—Lo hice. Y Sophia también quería lo mismo. Pero no se esperaba la soledad que sentiría contrayendo matrimonio con un hombre que estaba casado con su trabajo. Llegó a la conclusión de que la engañaba mucho antes de que fuera verdad.
Sus ojos se tiñeron de tristeza o quizá de arrepentimiento.
—No estuve a su lado… Ese fue mi error. Su soledad la condujo a la bebida. El alcohol hizo que se aislara más. Y se convirtió en un círculo vicioso. Yo no estaba en casa por culpa del trabajo y cuando iba no quería estar allí porque mi esposa era una zorra desalmada. Me refugié más en el trabajo solo para evitarla.
Mi sonrisa desapareció. Si yo hubiera tenido que vivir con Sophia, habría hecho lo mismo.
Jack me leyó la mente y me guiñó un ojo, pero continuó en el mismo tono sombrío:
—Al final se dio cuenta de que la única persona por la que yo regresaba a casa era por Hudson. Él era mi hijo. Mi primogénito. Sacaba tiempo para él siempre que podía.
Los ojos de Jack se iluminaron con un amor que solo podía existir entre un padre y su hijo. Aquello hizo que volviera a animarme. Quería de verdad a ese hombre que amaba a mi novio tanto como yo.
Jack daba vueltas con el dedo alrededor del borde de la taza de café.
—Sophia utilizaba a mi hijo para llegar hasta mí. Me lo ponía delante para llamar mi atención y lo apartaba con la misma rapidez. Hudson fue siempre un niño inteligente. Aprendió muy pronto que su madre lo usaba como cebo. El pobre chico se vio atrapado en medio de muchos juegos. No me extraña que luego se le dieran tan bien.
Sentí un dolor en el pecho al imaginar a Hudson de niño deseando tan solo ser querido por sus padres, en lugar de que lo utilizaran como un títere.
—¿Pasó lo mismo con Mira?
—No. Hudson ya se había convertido en el rival de Sophia cuando llegó Mira. A veces creo que se peleaba con su madre simplemente para que su hermana pasara inadvertida ante su madre. —Aparentemente, Jack se enorgullecía de ello—. ¿Te parece eso el comportamiento típico de un sociópata?
—No. Para nada. Pero yo ya sabía que no lo era. Siente demasiado amor en su interior.
¿O es que me estaba engañando a mí misma? Si de verdad me quería, ¿por qué no podía decirlo? Sentí una presencia detrás de mí y me di la vuelta esperando ver a Mira.
—¿Qué coño haces aquí con ella?
No era la hija de Jack.
Era su esposa.