Si escribir mi primer libro fue duro, escribir el segundo —Rojo feroz— fue casi imposible. En estos momentos, me aterroriza escribir el tercero, pero, afortunadamente, ahora sé que puedo pedir ayuda a algunas personas; las mismas que me ayudaron a dar voz a Scarlett y a Rosie y dotarlas de una historia y de un corazón. Por ello, estoy eternamente agradecida a las siguientes personas:
Evidentemente, a mi hermana, Katie Pearce, no sólo por ser la fuente de tanta inspiración sino también por decirme exactamente hasta dónde podía llegar la brutalidad de las palizas que recibían Scarlett, Rosie y Silas sin traspasar la credibilidad médica.
Al abuelo Pearce, que me ayudó a sacar a Rosie del túnel del metro.
A Saundra Mitchell, que criticó los primeros borradores de Rojo feroz en un tiempo récord, lo corrigió todo por partes e hizo que el libro resplandeciera como nunca antes lo había hecho.
A Rose Green, por traducir del inglés al alemán para mí y para Oma March.