Capítulo 26. Rosie

El grito hace que me ponga en pie de un salto, aun sabiendo que no puedo ayudarla.

Es una chica, aunque no podría deducir su edad de los sollozos y las súplicas. Vuelve a gritar. Me lanzo contra la puerta de metal, con arcadas de terror en mi estómago.

—¡Por favor, por favor! ¡Haré lo que sea, lo que queráis! ¡No le contaré a nadie lo que sois! —implora, con palabras casi imposibles de entender bajo el llanto. Oigo los chasquidos y los crujidos de los lobos transformándose. Casi puedo ver las horribles sonrisas en sus bocas demasiado grandes. ¡Por favor!— solloza.

Cuando la atacan, grito hasta que me quedo sin voz para no oír los huesos quebrantados.

***

Era verano, y nuestras manos y bocas estaban permanentemente manchadas de comer polos y moras negras. El olor acre de las trampas para cucarachas invadía el aire. Pa Reynolds regó el carbón de la barbacoa con gasolina y encendió el fuego, preparándose para cocinar la gran pila de hamburguesas. Oma March extendió un mantel de cuadros sobre la mesa de picnic que habían construido los hermanos Reynolds. Entraba y salía de la cocina con cuencos de ensalada de macarrones y melocotones cortados en rodajas.

—¡Te toca otra vez! —vociferó Silas con tono triunfante mientras me hacía un placaje en la hierba. Yo solté una risita, me levanté y salí corriendo tras él, sus hermanos y Scarlett. Era una variación del pilla pilla que básicamente consistía en tirarnos los unos a los otros al suelo.

—¡Más rápido, Rosie, tienes que correr más rápido! —gritaba Scarlett. Yo era la más pequeña y, por esa razón, la más lenta.

Empecé a frustrarme de no poder seguirlos. Los hermanos Reynolds correteaban a mi alrededor cogidos de la mano, pero se soltaban en cuanto yo me abalanzaba sobre ellos, de manera que siempre me caía de bruces. Los hermanos más mayores de Silas empezaron a aburrirse, y esperaban a que estuviera a pocos centímetros de distancia para escapar de una larga zancada en el último momento. Decidí centrarme en mi hermana. Sabía cómo jugaba ella a este juego y me podía anticipar a sus movimientos.

Corrí tras Scarlett, y nuestros largos y oscuros cabellos flotaban de forma idéntica en el aire, una versión mayor y otra menor de una misma chica.

Ella era más rápida que yo, pero justo en el momento en que iba a rendirme y empezar a llorar, se tiró al suelo con dramatismo, y pude tocarle el hombro.

—¡Muy bien, Rosie! —gritó, mientras yo utilizaba el resto de energía que me quedaba para correr hasta el banco de la mesa de picnic, nuestra «base», para descansar. Pa Reynolds me sonrió mientras rociaba la parrilla con un poco más de gasolina. Las llamas renovadas enviaron espirales de humo negro contra el cielo azul celeste.

***

Me despierto tan de golpe que casi me pongo a llorar cuando todo lo que veo a mi alrededor es oscuridad en lugar del cielo azul y la hierba verde. La cabeza me revienta, pero aprieto fuertemente los labios para impedir que salga ningún sonido: aún oigo la respiración dormida y hambrienta de los fenris de fuera. ¿Cuánto tiempo va a pasar hasta que se dejen llevar por su apetito y me devoren? Seguro que aún me huelen a través de la puerta de metal, y bastaría con que un solo fenris no pudiera resistir la tentación para que se produjera una reacción de toda la manada. Esa puerta, aunque esté cerrada con llave, no podría sostener todo el peso de los fenris que he visto fuera.

Me llevo las rodillas al pecho, coloco la cabeza entre los brazos y pienso en Silas. ¿Qué estará haciendo? Si ellos están buscando a Scarlett, ¿dónde pensará él que he ido? Quizá piense que he salido a buscarla, que le he dejado a él y que me he ido. Espero que no. No podría hacer eso. Respiro despacio e intento imaginarme que estoy con él, que me rodea con sus brazos, que puedo sentir su respiración en el cuello y el cosquilleo de su barba sin afeitar en la mejilla. Pero cuesta mucho imaginarse algo en esta caverna, y noto cómo me empiezan a arder los ojos. Ni siquiera he tenido la oportunidad de decirle que le quiero…

No. «Piensa, Rosie, piensa». Scarlett no lloraría. Scarlett encontraría la manera de salir de aquí. «Deja de pensar en Silas, en el origami y en los desayunos de la cafetería. Piensa en escapar». Cierro los ojos de nuevo, pero en lugar de buscar un sueño que me ayude a evadirme, me centro en una persona. Mi hermana, la otra mitad de mi corazón. La única persona que conozco que infaliblemente encontraría la forma de escapar a través de una puerta cerrada con llave y una manada de fenris hambrientos.

«Piensa como Scarlett». Me fuerzo a meterme en su mente hasta que casi puedo sentir sus cicatrices en mi piel, sentir la corriente de energía que la recorre cuando caza. Lo que sintió cuando los fenris la atacaron. Lo que sintió cuando mamá nos abandonó por última vez. Lo que siente cuando caza. Soy Scarlett. Estoy segura de mí misma, soy capaz, y no voy a esperar a que me rescaten un leñador o una cazadora. Voy a escaparme.

Sigo recordando los gustos de Scarlett hasta que prácticamente siento el deseo de comer pollo kungpao. Lo cierto es que hace mucho que no como nada, de manera que supongo que es el hambre la que habla. Nuestra pequeña casa al amanecer, que mi hermana me contaba que siempre estaba tan silenciosa y serena, y bañada en luz azul clara. La filosofía… en eso es más difícil centrarse. Nunca me ha gustado tanto como a ella. Hay esa historia en particular que ella siempre me recuerda cada vez que me cuestiono la caza, aquella que Oma March nos solía contar sobre los niños de la caverna que salían a la luz del sol. Cómo los cegaba primero la luz del sol, pero tuvieron que aprender a aceptarla una vez supieron que era la verdad. Igual que Scarlett y yo tuvimos que aprender a aceptar la existencia de los fenris una vez que supimos que eran reales, y no sólo sombras en las paredes de la caverna.

A Scarlett le encantaba la historia y decía que el resto del mundo vivía en la caverna y creía que las sombras eran reales.

Sólo la gente que sabía de la existencia de los fenris podía ver realmente la luz del sol. Y después están los que son como el señor Culler, que ven la luz del sol pero prefieren creer en las sombras, prefieren creer que su hijo es sólo un desequilibrado en lugar de un monstruo. La verdad es que yo no recuerdo lo que es no saber nada sobre los fenris. Scarlett sí que tiene recuerdos de antes del ataque, pero para mí todo es borroso, evocaciones que son producto más bien de sus relatos nostálgicos que no de mi memoria real.

Pero quizá yo soy lo contrario de ella. Quizá los lobos son mis sombras. Quiero creer que ellos forman parte de mí, que son el centro de mi existencia como lo son para Scarlett. Pero ahora que he visto esta luz del sol, que he visto lo que significa ser una chica normal, he experimentado qué se siente al ser besada, amada… ¿cómo puedo regresar a las sombras?

Abro los ojos y cojo aire con fuerza. Claro. El plan va tomando forma en mi mente poco a poco, más bien como la marea que sube que no como una ola rompiéndose sobre mí. Tengo seguridad en mí misma, soy capaz y no pienso esperar a que me rescate un leñador o una cazadora. Voy a escaparme.