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Apuntar alto

Podemos atravesarlas a un kilómetro y medio al este —explicó Danica cuando se reunió con los otros en el pequeño bosque de árboles de hoja perenne que habían tomado como refugio—. Las líneas enemigas no son profundas allí. Estaremos más allá de ellos incluso antes de que se den cuenta de que hemos pasado.

El plan encontró el apoyo de Cadderly, pero Iván y Pikel no parecían muy complacidos de descubrir que habían ido hasta tan lejos y ni siquiera tendrían la oportunidad de machacar la cabeza de un orog. Los compañeros habían andado varios kilómetros desde Daoine Dun sin incidentes, aunque los signos del paso del enemigo, marcas de cortes y de fuego casi en cada árbol, eran dolorosamente obvias. Al final habían encontrado a los enemigos a lo largo de un río impetuoso, en una línea que parecía abarcar la anchura del bosque. El pueblo de Elbereth aparentemente había resistido al enemigo en el río y ahora estaban acampados más allá de sus orillas protectoras.

Elbereth no aceptó el plan de Danica de inmediato. Él también había ido a explorar, y mientras Danica había encontrado un agujero potencial hacia el este que podría llevarlos al campamento élfico, el príncipe elfo había encontrado algo que podría alterar el rumbo de la batalla.

A una corta distancia, al oeste de su posición, en un cerro alto por encima del río y que dominaba las tierras del sur, estaba situado un campamento enemigo con algunas tiendas; las únicas tiendas que Elbereth había visto.

—He encontrado el campamento de su líder —le explicó Elbereth a Danica—. O eso creo.

—Bien protegido, sin duda —agregó Cadderly, en especial cuando vio el destello en sus ojos castaños.

—Quizá —respondió Elbereth, sin apenas prestarle atención al alarmado joven—, pero no más que cualquier otra posición en las líneas enemigas.

—Excepto el punto que Danica ha encontrado —respondió Cadderly, su deseo de reunirse con la hueste de elfos sin más combates pareció obvia en su, casi frenético, tono.

—Nada que temer —susurró Iván a Cadderly—. Mío hermano y yo podemos hacer nuestros propios agujeros.

—¿Tú qué dices, Danica? —preguntó Elbereth. Cadderly no estaba seguro de que le gustara que el príncipe elfo, que sólo parecía valorar sus propias opiniones, hubiera pedido el beneplácito de Danica.

—Si conseguimos llegar hasta el líder enemigo, podemos ser capaces de alterar el rumbo de la guerra —añadió Elbereth antes de que la mujer respondiera.

La sonrisa irónica de Danica le dio la respuesta a Cadderly antes de que abriera la boca para responder.

—Parece una medida desesperada —empezó, pero su tono no reflejó miedo—. Una medida desesperada para una situación desesperada.

—¡Oo oi! —convino Pikel entusiasmado. Cadderly le lanzó una mirada seria que le borró la creciente sonrisa de la cara.

Elbereth se arrodilló rápidamente y apartó algunas hojas de pino. Cogió un palo y dibujó un mapa del área del cerro.

—Sólo somos cinco —les recordó Cadderly, aunque nadie le oyó.

—He oído que el nombre del líder es Ragnor —comenzó Elbereth—, una bestia monstruosa, mestizo, creen mis exploradores, marcado por un colmillo que sobresale por encima de su labio superior.

—Maravilloso —murmuró Cadderly sombrío. Esta vez, Iván puso la suficiente atención para darle una patada en la espinilla.

—Si Ragnor está en el campamento, entonces podemos esperar que estará separado de nosotros por todos los centinelas monstruosos que haya podido reunir.

—Excelente —repitió Cadderly. Danica le dio un fuerte codazo en las costillas. El joven erudito empezó a tener la sensación de que ni siquiera llegaría al campamento enemigo si continuaba haciendo comentarios.

—¿Y qué monstruos has visto? —preguntó Iván, mientras se inclinaba hacia el mapa más que nadie.

Elbereth pareció poco menos que sorprendido ante el interés del enano.

—Bugbears la mayoría —respondió el elfo—. De hecho, habría esperado centinelas más aparentes, ogros al menos y quizás un gigante o dos.

Cadderly se sobresaltó pero se guardó sus comentarios. Los orogs, grandes y fuertes, constituyeron un duro golpe para él; la simple altura de los ogros casi le provoca un desmayo. ¿Cuál sería su reacción, se preguntó si se encontrara ante un gigante?

—Entonces, ¿puedes estar seguro de que éste es el campamento de su líder? —preguntó Danica.

—Es una hipótesis —admitió mientras sacudía la cabeza y después de pensarlo un momento—. No vi otras tiendas en ninguna parte a lo largo de las líneas, sólo toscos cobertizos hechos con ramas. Y este cerro en particular es el mejor para que el líder enemigo pueda controlar lo que sucede en el sur.

—Quizá sea el campamento de Dorigen —agregó Cadderly.

—No importa —tronó Iván, mientras daba una palmada con su gran hacha contra la mano—, ¡le daremos a la escoria una o dos cosas en las que pensar!

De nuevo, Elbereth estaba sorprendido por el interés del enano.

—No sé cuál es la mejor manera de acercarnos —dijo el elfo—. Si entramos con sigilo tan cerca como sea posible, quizá podamos determinar una ruta de ataque apropiada.

—¿En qué orden? —preguntó Iván.

Elbereth lo miró inexpresivamente.

—Lo que yo creía —comentó el enano—. Tú trabajas mejor solo que liderando un combate. Apártate, elfo. ¡Yo te daré un plan!

Elbereth ni se movió ni pestañeó.

—Escucha, hijo testarudo de un sauce —gruñó Iván, mientras con el dedo señalaba en dirección a Elbereth—. Sé que dudas de mi amistad, y así debe ser, ya que yo no te llamo amigo. Y cuando las luchas hayan terminado, tú y yo tenemos una cita. ¡No esperes ni por un momento que olvide esto! ¡Y no me importa un comino tu gente o tu apestoso bosque, ninguno de los dos!

El gruñido de Pikel calmó el creciente ímpetu de Iván.

—Bueno, a mío hermano le gusta tu bosque —dijo Iván para contentar al energúmeno que quería ser druida. Se volvió hacia Elbereth—. Aunque a pesar de todas tus sospechas, no dudes de mía amistad hacia Cadderly y Danica. Si ellos van, entonces yo y mío hermano lucharemos a su lado, ¡y me apuesto a que mía hacha corta más cabezas que tu espada esmirriada!

—Descubriremos la verdad de esa baladronada —dijo Elbereth con los ojos entrecerrados. A pesar de todo su orgullo, tuvo que admitir que desde luego estaba más acostumbrado a trabajar solo, y que Iván podría ser más apropiado para diseñar la dirección de su ataque. Su expresión ceñuda no se ablandó, pero se apartó del mapa para dejar acceso al enano.

Iván se inclinó sobre el boceto, mientras refunfuñaba y tiraba de su barba que todavía estaba llena de hollín.

—¿Qué profundidad tiene el río más allá del risco? —preguntó.

—Hasta mi cintura, quizá —respondió el elfo.

—Hmmm —masculló el enano—. Y la subida es un poco alta para tomar esa dirección. Tendremos que golpearles con dureza e ir rápido hacia el este, donde tú misma —señaló a Danica—, viste un camino por el que pasar.

—Nuestras vidas no son importantes —dijo Elbereth—. Si podemos matar al líder enemigo, tanto si escapamos como si no, no tiene importancia.

Cadderly abrió la boca de par en par.

—Tu vida no es importante —aceptó Iván—, pero el resto de nosotros preferiría salvar la piel, gracias.

El suspiro de Cadderly sonó con toda claridad como un comentario de gratitud hacia Iván.

—Pero si les podemos golpear con dureza y rapidez, conseguiremos retirarnos y escapar —continuó Iván—. Sería mejor si tuvieras tu arco, elfo, para liderar la entrada, pero tenemos un martillo o dos para hundirlos en los ojos de los bugbears. Aquí estoy, pensando. Tu mismo, elfo, y Danica iréis delante. Los dos sois los más rápidos y tendréis una oportunidad con el jefe. Cadderly vendrá después, observando a ambos lados para ver dónde se le necesita.

Cadderly se dio cuenta de que Iván le había dicho de buenas maneras que se apartara de en medio (cosa que no le importaba).

—Yo y mío hermano iremos a retaguardia —continuó Iván—. De esta manera no necesitaréis preocuparos de que un bugbear se arrastre hasta vuestra espalda.

Elbereth estudió el dibujo y encontró pocas cosas de las que quejarse en lo concerniente al plan de Iván. Parecía lo suficientemente sólido, aunque el elfo estaba de alguna manera sorprendido de que el enano le hiciera la concesión a él para que luchara en persona contra Ragnor. Elbereth había esperado que Iván querría esa gloria para sí.

—Supón que Dorigen aún está ahí —exclamó Cadderly, que no estaba muy emocionado con la idea.

—Entonces le podremos hacer más daño a nuestro enemigo —respondió Elbereth.

—Muchos de mis estilos de lucha están diseñados para luchar con magos —añadió Danica, para ofrecerle a Cadderly el consuelo que a todas luces necesitaba—. Como en mi encuentro previo con Dorigen, creo que la maga tendrá pocas cosas en su repertorio para dañarme.

—A menos que estés ocupada luchando con bugbears o algún otro monstruo —replicó Cadderly—. Entonces serás un blanco fácil para los rayos destructivos de Dorigen.

—Ése es tu trabajo —decidió Iván—. Mantener la guardia por si aparece la maga. Si la ves, tírale un dardo con tu elegante ballesta.

—No la tengo —dijo Cadderly.

—Entonces usa el bastón, o ese juguete que baila al final de la cuerda —dijo Iván.

—Dorigen tiene mi ballesta —dijo Cadderly, al borde del pánico. Ninguno de los otros parecía compartir su recelo acerca de ese hecho. Al unísono, todos miraron a Iván para que continuara con su estrategia.

—¡Tiene mi ballesta y algunos de los dardos cargados con magia! —repitió Cadderly, cada vez más angustiado.

—Más nos valdría que Dorigen estuviera más preocupada de esa arma que de su repertorio de conjuros —dijo Danica, su calmado tono de voz se burló de la preocupación de Cadderly.

—Vamos a esperar que no sea tan buena como tú con esa cosa, muchacho —añadió Iván igualmente despreocupado; volvió a su plan—. Estoy pensando que el crepúsculo será el mejor momento para ir, cuando la luz baja un poco pero antes de que la oscuridad disminuya las capacidades de nuestros amigos humanos.

Elbereth se volvió hacia Danica, que asintió con la cabeza.

—Cuando hayas acabado con el salvaje jefe, nos tendrás a mí y a Pikel a tu espalda para sacarte de ahí —explicó Iván a Elbereth—. ¡Te abriremos un paso para que puedas atravesarlo montado a caballo!

—Eso no lo dudamos —dijo Danica, e incluso Elbereth, que estaba tan enfadado con el enano unos momentos antes, no hizo ningún comentario sarcástico.

—Entonces hemos acabado —dijo Iván, mientras recogía su gran hacha. Hizo una seña con el brazo para que Elbereth tomara la delantera.

El grupo se movió en silencio hacia la posición bajo un pino de amplias ramas y esperó hasta que la última de las luces del día se desvaneció. Cadderly se sentó en la parte oeste de las sombras, tratando de captar cada instante de luz mientras dedicaba mucho esfuerzo en leer un libro. Al principio, Danica pensó que aún trataba de traducir el libro de Dellanil Quil’quien, pero entonces vio que sostenía el Tomo de la Armonía Universal, el libro sagrado de Deneir.

—Hay conjuros que nos pueden ser útiles —explicó Cadderly ante su inquisitiva mirada.

La expresión de Danica reveló su sorpresa; nunca había visto a Cadderly ensayar ninguna magia clerical más allá de los simples conjuros de curación, nunca lo había considerado esa clase de clérigo.

—¡He pasado mi vida en la orden de Deneir! —protestó Cadderly, que se llevó una bofetada de Iván, que estaba cerca, y una advertencia de Pikel.

—Hay un conjuro de silencio —susurró Cadderly, al volver al libro—, que puede entorpecer a Dorigen si aparece en el combate e intenta su magia.

Vio que Danica no parecía convencida, y con toda honestidad, no pudo encontrar las palabras para discutir contra esa mirada. Cadderly había realizado ceremonias menores anteriormente, una vez creó una pila de agua bendita (en la que sumergió la botella que contenía la temible maldición del caos), pero la verdad, nunca había puesto mucha atención en la magia clerical. Era un discípulo de Deneir, el dios del arte y la literatura, primero porque fue criado en esa religión en la Biblioteca Edificante y porque los mandamientos de Deneir se adecuaban mucho a la inteligencia y a la naturaleza bondadosa de Cadderly. Había pasado el mismo tiempo con los clérigos de Oghma, dios del conocimiento, y en secreto se consideraba un verdadero clérigo de ninguno de los dos (para frustración final del Maestre Avery Schell).

—Es el momento de irse —susurró Iván. Rápidamente Cadderly leyó con cuidado el conjuro de silencio una última vez, esperando que si surgía la necesidad encontraría la fuerza para usarlo. Muy nervioso (¿en lugar de eso, tendría que haber estudiado los conjuros de curación?), introdujo el tomo de nuevo en la mochila junto al libro de Dellanil.

Salieron con cautela hacia la pendiente cubierta de hierbas que llevaba a la cima llena de tiendas. Danica los hizo detenerse un momento, después desapareció entre los matorrales, y volvió unos instantes más tarde.

—Centinela —explicó cuando volvió hasta ellos.

—¿Bugbear? —preguntó Elbereth.

—Goblin.

—Goblin muerto —murmuró Iván, mientras le guiñaba el ojo agradecido, y Pikel añadía un feliz «Je je».

Se detuvieron agachados detrás de una hilera de espesos arbustos justo debajo del campamento enemigo. La pendiente cubierta de hierba estaba en silencio. Una pareja de bugbears deambulaba por ella sin una dirección aparente, y a través de las puertas de una de las tiendas laterales, el grupo pudo ver a otros que se movían por la zona. Era la tienda más alta, en la cima del cerro, la que llamó la atención de los compañeros. Algo más pequeña que las otras dos tiendas, era de lejos la mejor y dejaba pocas dudas acerca de dónde se alojaría el líder enemigo, si es que realmente era el campamento de Ragnor.

—Ahora o nunca —susurró Iván a Elbereth. El elfo se volvió hacia el enano y asintió con decisión. Entonces Elbereth miró a Danica y salieron disparados de los arbustos y empezaron su carga salvaje colina arriba.

La cabeza baja, y los brazos y las piernas moviéndose arriba y abajo en perfecta armonía, Danica rápidamente dejó atrás al elfo. Golpeó a los dos primeros bugbears antes de que se pudieran imaginar que estaban siendo atacados. Rodillas y codos volaron a diestro y siniestro, al igual que hicieron luego los dos bugbears, que cayeron sobre la hierba con pocas ganas de volver a combatir a la frenética joven.

Elbereth sobrepasó a Danica mientras el segundo bugbear salía volando, el elfo cargó contra un tercer monstruo, igualmente sorprendido pero con el suficiente tiempo de preparar una lanza larga con la cual enfrentarse a los atacantes.

El foco de atención del príncipe elfo estaba más allá de la criatura, en la puerta de la tienda que sabía que era la de Ragnor. Apenas se dio cuenta de la lanza que voló en su dirección.

Su excelente espada dio un tajo lateral, que partió en dos la tosca arma antes de que llegara a su blanco. Elbereth corrió directo hacia el sorprendido bugbear, y clavó la espada en su rodilla de manera que no lo pudiera seguir colina arriba.

La desafortunada criatura, que se sujetaba la herida, se quedó sin saberlo en la trayectoria de Danica que seguía a Elbereth. Sin apenas detenerse, soltó una patada, sincronizada a la perfección con sus zancadas, que alcanzó al monstruo encorvado en la barbilla y lo dejó tendido en el suelo.

La bestia que había caído vio a otro humano que pasaba corriendo un instante más tarde, luego oyó las estruendosas pisadas de las botas enanas. La última cosa que vio el bugbear fue el descenso rápido de un hacha enorme.

Los gritos de alarma se oyeron por todo el campamento. Las dos tiendas laterales se abrieron, y muchos bugbears y goblins salieron de ellas esparciéndose por la colina cubierta de hierba.

—¡Más de los que pensamos! —bramó Iván.

Cadderly aferró el bastón y el buzak con fuerza, con la esperanza de que no se vería obligado a utilizarlos. Miró a su alrededor desesperado, mientras aguardaba y temía que Dorigen hiciera aparición, y tratando de mantener el conjuro de silencio en su memoria a pesar del creciente tumulto que había a su alrededor.

Danica y Elbereth ensancharon la abertura por delante de Cadderly, y de pronto Iván y Pikel estuvieron totalmente trabados en combate justo detrás de él. Dio media vuelta, luego volvió atrás, y miró a su alrededor mientras los bugbears (que continuaban saliendo de las tiendas) empezaron a rodear al pequeño grupo.

Elbereth y Danica no prestaron atención a las cosas que ocurrían tras ellos. Su meta estaba delante, y aceleraron sus pasos cuando un monstruo corpulento y brutal salió de la magnífica tienda. Ambos sabían que era Ragnor que venía para enfrentarse a ellos, enorme y terrible y con ese colmillo delator que se le hincaba en el labio.

En pie en la cima de la colina, el ogrillón sonrió abiertamente y los llamó por señas.

Danica se dio cuenta de que no llegaría hasta él. Un grupo de tres bugbears atacaba por un lado, y la dirección de los monstruos los pondría entre su líder y los atacantes. Danica estaba segura de que los podría sobrepasar si corría a toda velocidad, pero Elbereth no tendría la oportunidad de llegar hasta Ragnor.

—¡Sigue! —gritó al elfo, y ella cambió de dirección para enfrentarse a los interceptores.

Empezó alzándose, y forzó a los monstruos a levantar las lanzas, entonces se hundió hacia la hierba y se deslizó de costado, barrió sus pies y los lanzó al suelo por encima de ella.

El primer instinto de Elbereth fue ir hacia ella, atrapada en medio de semejantes enemigos, pero el elfo continuó hacia su objetivo, al darse cuenta de que Danica había hecho el movimiento para beneficiarlo y al recordarse que sus vidas no eran importantes cuando se evaluaban las ganancias potenciales de destruir a Ragnor.

Si el ogrillón tuvo miedo, no lo demostró. Elbereth llegó rápido y con fuerza, con su espada lanzando tajos y estocadas, usó su impulso para dar golpes tan rápidos que Ragnor no pudo defenderse.

La sangre manó de su hombro. Otro corte marcó su mejilla. Ragnor aún reía, y la ventaja de la carga de Elbereth atacando con rapidez pronto lo agotó.

Era el turno del ogrillón.

Cadderly nunca había visto un trabajo de equipo tan brillante hasta ahora. Los hermanos Rebolludo estaban en terreno elevado, pero eso aún no los ponía a la altura de los ojos de los gigantescos bugbears, y además estaban superados dos a uno.

Eso no parecía importante.

Iván lanzó un golpe cruzado con el hacha, lejos de su blanco. Un bugbear esquivó y entró por detrás, entonces Cadderly entendió que el ataque del enano no era más que una finta para acercar al monstruo, ya que Pikel interrumpió de pronto su propio combate y siguió el ataque de su hermano con un golpe bajo de su garrote tronco de árbol.

La rodilla del bugbear que arremetía contra Iván se partió hacia atrás (Cadderly pensó que le recordaba al modo de andar de un pájaro exótico del que había leído hacía tiempo) y el monstruo cayó entre contorsiones agónicas.

Iván, mientras tanto, no se había quedado ocioso. Continuó con el impulso de su poderoso ataque, dando un paso justo al lado de su hermano agachado y se puso en el lugar de Pikel con los otros dos monstruos. Los bugbears, sorprendidos, apenas parecieron comprender lo que había pasado (los movimientos de los enanos estaban muy armonizados) y no entendieron de inmediato la diferencia en el estilo de lucha de este enano.

Mantuvieron los brazos extendidos, un estilo apropiado para defenderse de los golpes del garrote de Pikel, pero completamente inútiles contra la rabia desenfrenada de Iván. El enano entró cargando con ímpetu, mientras daba cornadas con el yelmo astado, mordía, daba patadas con sus pesadas botas, y movía su hacha de doble hoja en una serie de cortos tajos.

Uno de los bugbears cayó, y el otro salió huyendo, incluso antes de que Cadderly pudiera tomar aliento.

—¡Oo! —aulló Pikel con admiración, al ver que su hermano hizo un trabajo tan rápido con los dos, mientras le daba la espalda a propósito al bugbear que quedaba.

—¡A tu espalda! —gritó Cadderly, que no sabía que el enano lo tenía todo controlado.

El bugbear levantó la lanza por encima de su cabeza y saltó, pero Pikel se agachó y se lanzó hacia atrás, de manera que golpeó con su espalda las rodillas del monstruo. El bugbear a duras penas mantuvo el equilibrio y no cayó de bruces sobre el enano, pero más le hubiera valido hacerlo. Pikel puso una rodilla en tierra, aguantó el garrote por el lado estrecho, y lo dirigió directamente entre las piernas del bugbear, alzando a la criatura del suelo.

En el momento en que la criatura volvió a caer, todavía en pie pero sin resuello, Pikel ya estaba a su espalda y había reajustado su agarre en el garrote. El enano apoyó todo su musculoso cuerpo en el golpe lateral, que impactó al bugbear en la parte baja de su espalda.

El monstruo, sin aliento, trató de aullar, no pudo y cayó de rodillas mientras se agarraba la espalda destrozada y veía cómo giraba el mundo.

—Quiero tener tiempo de acabar con algunos de éstos —gruñó Iván mientras él y Pikel se movían hacia la cima del cerro. Muchos más bugbears se acercaron a ellos desde ambos lados, y ahora los gritos de alarma sonaron por toda el área, no sólo en la pendiente llena de hierba.

Cadderly agarró sus armas y continuó su búsqueda de Dorigen, aunque empezó a comprender que la maga desaparecida era el menor de sus problemas.

Cada golpe de bugbear parecía pasar justo a un dedo de la joven, y cualquiera que fuese la contorsión que tenía que hacer para evitar los ataques de sus oponentes era muy capaz de lanzar los suyos. Un bugbear ladró de contento, al pensar que al fin había alcanzado a su presa, sólo para recibir un pie de Danica directo en la cara.

Danica saltó en pie, con un bugbear de rodillas por delante. De inmediato lo imaginó como un bloque de piedra y golpeó con su cabeza en el pecho del monstruo. Una docena de costillas se partieron, con un único y repulsivo sonido.

Entonces quedaron dos.

—¡Una cabeza de elfo más para mi muro de trofeos! —se burló Ragnor. Elbereth subió el escudo para parar la pesada espada del ogrillón, pero se le entumeció el brazo bajo el tremendo peso de ese increíble y poderoso golpe.

—¡Quedarás bien junto a tu parentela! —se jactó Ragnor, mientras agitaba el collar de orejas de elfo para que lo viera su contrincante. Pensando que Elbereth se había distraído por la atroz visión, Ragnor se acercó. Elbereth, en efecto horrorizado, se las arregló para brincar apartándose del golpe del ogrillón, aunque resbaló en la hierba y casi cayó sobre una rodilla. En lugar de ello se incorporó rápido, entrando bajo el ataque reiterado de Ragnor y hundiendo la espada en el muslo del ogrillón. Una contra excelente, salvo que la mano libre de Ragnor agarró al elfo mientras pasaba y, con una fuerza tremenda, lanzó a Elbereth hacia atrás.

La espada cayó mientras Elbereth rodaba a un lado desesperadamente y se hundió hasta la mitad en el suelo.

El elfo se puso en pie mientras Ragnor extraía la espada. Elbereth echó un vistazo y vio que todos los flancos parecían caer ante sus compañeros. Si quería lograr una victoria, tendría que golpear a Ragnor con rapidez. Aunque cuando echó una ojeada al ogrillón, eso no parecía probable. La agilidad y la velocidad estaban del lado de Elbereth, pero Ragnor podía encajar cualquier cosa que pudiera lanzar en su dirección. Vencer a este bruto requeriría tiempo, mucho tiempo para derribarlo, cortando y pinchando hasta que la sangre de Ragnor corriera por un centenar de heridas.

—Maldito seas —murmuró Elbereth, y con todo su mundo en juego, el valiente elfo se lanzó contra Ragnor. Cortó una vez con la espada, y entonces, cuando estuvo demasiado cerca para usar la larga espada, asestó un golpe con la empuñadura incrustada de gemas.

—¡No hay tiempo! —rugió Iván, al ver que su plan no podía tener éxito con tantos bugbears, goblins, y ahora una hueste de orogs que aparecían por todas partes en la base del cerro. Se volvió hacia Pikel y le guiñó un ojo—. ¡Plan B!

—¡Oo oi! —asintió Pikel complacido.

Cadderly estaba a punto de preguntar qué significaba plan B, cuando Pikel se abalanzó hacia él, y a través de él, corriendo a gran velocidad colina arriba con el joven erudito a cuestas.

Ragnor y Elbereth aguantaron su mortífero abrazo. Los golpes del elfo habían doblado el hocico de cerdo del ogrillón en todas direcciones y unos rastros de sangre espesa cubrían la cara del monstruo. Ragnor aún mantenía su sonrisa diabólica.

Finalmente, una mano enorme se agarró a la nuca del elfo, y Elbereth fue apartado con el brazo extendido. Todavía estaban demasiado cerca para un golpe efectivo de espada, pero el brazo de Ragnor que llevaba la espada, trabado en la muñeca por el escudo de Elbereth, se elevó peligrosamente por encima de la cabeza del elfo. Elbereth temió que el ogrillón lo doblegaría y dirigiría el pomo de su espada hacia su cabeza.

Los temores del elfo se multiplicaron cuando Ragnor pulsó un botón secreto en la guarda de su espada y una segunda hoja, un reluciente estilete, salió del pomo de la espada, con su infame punta a un escaso dedo de la cabeza de Elbereth.

Elbereth forcejeó a lo loco, pateó repetidas veces las rodillas y las ingles de Ragnor. El ogrillón únicamente sonrió y empujó su enorme brazo hacia abajo.

Algo impactó en un costado de Elbereth. Vio la confusión repentina en la cara de Ragnor, entonces el mundo se puso a dar vueltas a su alrededor. Chocó con fuerza contra el río que le llegaba a la cintura, y se torció un tobillo y una rodilla en el proceso, entonces comprendió, ya que oyó a Iván quejarse y tragar agua.

—¡Me apartaste del combate! —rugió Elbereth mientras agarraba su espada—. Podía haber…

—Muerto —terminó Iván en tono apacible, aunque no era eso lo que el elfo tenía en mente—. Deja de gimotear, elfo —dijo el enano con una risa sarcástica—. Y coge mi casco, ¿quieres?

Elbereth bramó y gruñó, mientras buscaba una respuesta. Para sorpresa de Iván, el elfo alargó la mano y recogió el casco que medio flotaba en el agua, incluso saltó río abajo para recuperar una de las astas, que se había soltado.

Cadderly fue el siguiente en saltar por el precipicio, moviendo los pies, apenas capaces de mantenerse al final del recio garrote de Pikel. Hombre y enano cayeron al río a un metro escaso de sus compañeros. Cadderly se levantó escupiendo un chorro de agua y farfullando por el susto. Tuvo la suficiente presencia de ánimo para levantar su preciosa mochila por encima del agua y pescar la cabeza de su compañero atontado por el choque.

Pikel trató de darle las gracias pero en vez de eso acabó enviando un chorro de agua al ojo de Cadderly. El enano se encogió de hombros resignado y sonrió.

—¡Allí está! —oyó que gritaba Iván, y levantaron la mirada hacia la cornisa para ver a Danica dando tumbos. La increíble monje medio corrió medio cayó por la cornisa, mientras se agarraba a raíces con una mano pero mantenía el otro brazo, el que estaba herido, apretado contra el cuerpo. En algún momento de la lucha, se le abrió la herida de flecha, y la manga y el lado de su túnica estaban alarmantemente manchados.

A pesar de ello, controló bien su descenso para caer suavemente en el agua a la orilla del río y distanciarse con facilidad de los dos bugbears que la perseguían. Los monstruos se acercaban obstinadamente, buscando asideros mientras bajaban con cautela.

Una lluvia de flechas salió silbando de los árboles más allá de la orilla más lejana, cada disparo impactó en uno de los vulnerables monstruos. Danica tuvo que apartarse a un lado al estrellarse las dos formas peludas.

Aunque no hubo razón para alegrarse por parte del grupo, ya que otra flecha salió de los árboles, y se hundió en una pierna de Iván que cayó rodando al suelo. Antes de que éste pudiera recuperarse, unas espadas delgadas cayeron pesadamente sobre sus hombros, una contra cada lado de su grueso, pero bastante vulnerable, cuello.

—Uh oh —murmuró Pikel, que comprendió lo suficiente el malentendido para deslizarse tras la protección del cuerpo de Cadderly.