21

Pikel anzuelo

Cadderly hizo poco caso de las bromas de sus amigos. Se sentó cerca de su pequeña mesa, junto al Tomo de la Armonía Universal, poniendo juntas las piezas del rompecabezas, buscando información en cada recuerdo que podía convocar. Aunque sus meditaciones no eran puramente por razones de recogida de información.

Cadderly se demoró en la imagen, la sensación del espíritu de Avery, en el júbilo divino que sabía que había encontrado el maestre. Las dudas del joven clérigo, que le habían seguido durante toda su vida desprovista de espiritualidad, no podían penetrar la barrera sagrada de esa sensación. La lógica de Cadderly, fundada en información que podía ver y probar con sus propios sentidos, parecía ridícula al ser comparada con la percibida sonrisa del fantasma de Avery.

La base de la existencia de Cadderly había sido sacudida con violencia, y no obstante, el joven clérigo no sintió remordimientos ni sentimientos de pérdida. Todo lo contrario; el misterio de todo ello le dio a Cadderly un sentimiento de esperanza más allá de todo lo que había conocido. Antes que negar lo que había sentido, el joven clérigo simplemente tendría que expandir sus principios para incluir estas revelaciones nuevas y maravillosas.

La disimulada sonrisa de Cadderly hizo que Danica e Iván, sentados en la cama, se volvieran, y sus miradas, a su vez, apartaron al joven clérigo de sus cavilaciones. Cadderly se encogió de hombros, sin saber cómo empezar a explicarlo.

—Gentes —masculló Iván, pero Danica asintió al joven clérigo, como si comprendiera las resoluciones que Cadderly encontraba.

Querida Danica, pensó Cadderly, y no dudó que lo supiera, o que lo aprobara.

Pikel gateó por la planta baja de la Bragueta del Dragón, entrando y saliendo de las sombras en busca de los armarios. Era tarde, y el enano estaba hambriento, se había perdido tres de las cuatro comidas durante ese día agotador.

—Jee jee… jee —rió con disimulo cuando encontró galletas y pasta dulce. Dejó caer en un bolsillo el amuleto que Cadderly le había dado y se frotó las manos con energía, sus hoyuelos revelaron su regocijo.

El enano llevaba toda la comida que podía abarcar con los brazos mientras ascendía por la escalera provisional al primer piso, cada escalón en las escaleras que Iván y él habían colocado juntos le ayudó a justificar el hurto.

Sin embargo su sonrisa desapareció antes de llegar a la habitación de Cadderly; mientras un humano insignificante se acercaba a él, la mitad de una galleta se le cayó de la boca.

Danica e Iván forcejeaban en la cama, la joven, probando, ante la incredulidad de Iván, que su concentración podía evitar que Iván bajara su mano en un pulso. El fuerte enano, con la cara color rojo encendido enmarcada por la barba amarilla, apretaba y tiraba con vigor hacia un lado, pero el brazo de la mujer, diminuto comparado con los músculos nudosos, no se desplazaba ni un dedo.

—Has encontrado a un rival digno de ti —le comentó Cadderly a Iván, lo que puso al enano aún más frenético. Se puso en pie de un salto y tiró con todas sus fuerzas, moviendo la cama varios centímetros, pero la posición de Danica siguió inalterada.

El repentino y sonoro arrastrar de la cama hizo saltar alarmas silenciosas dentro de Cadderly. El joven clérigo no había hecho un secreto del hecho de que él y sus amigos estaban de vuelta en la posada, pero no quería dar a sus potenciales enemigos demasiada información.

—¡Silencio! —susurró con aspereza, y, acordándose de Pikel, cerró los ojos y envió sus pensamientos hacia el desaparecido enano. Esperó sentir las mismas sensaciones, hambre en su mayor parte, esperándole, pero cuando Cadderly contactó a través del poder del amuleto que aumentaba la telepatía, sus ojos se abrieron como platos. Las sensaciones eran vagas, como había esperado, pero en vez de pensamientos lejanos de bollitos y cerveza, Cadderly visualizó sombras negras y encorvadas.

¡Pikel no estaba en el otro extremo! Imágenes de Brennan muerto y del pobre Innominado se filtraron a través del creciente pánico de Cadderly El joven clérigo rompió el contacto de repente y saltó de su silla.

—¡Lo conseguiré ya! —le soltó Iván a Danica, inconsciente de la alarma de Cadderly. Sin embargo, Danica, encarada hacia Cadderly, no se perdió sus movimientos. Iván tiró de su brazo hasta la cama cuando ella regresó de su estado meditativo; el enano gruñó victorioso hasta que se dio cuenta de que Danica no le hacía caso.

Danica gateó por la cama. El enano se dio media vuelta para ver a Danica y Cadderly salir de la habitación, y entonces se dio cuenta de que el problema seguramente involucraba a su hermano ausente. Sin siquiera detenerse lo suficiente para localizar el hacha, Iván medio se arrastró, medio corrió hacia la puerta en su persecución.

¡El pobre Pikel nunca se había sentido tan débil! Se quedó boquiabierto ante sí mismo, o al menos ante su cuerpo, o lo que fuera que ese monstruo le había robado.

Aguantando el débil cuerpo por el cuello con una mano, Espectro oyó el fragor por el corredor y se dio cuenta de que los amigos de Pikel pronto estarían sobre él. El pensamiento llevó una sonrisa malvada a sus labios enanos. Apartó a un lado el brazo flaco de Pikel y alcanzó uno de sus bolsillos, sacando un paquetito.

—Oo —gimió Pikel, y casi se desmayó, pensando que el objeto era una cosa mágica horrible y sospechando que su vida estaba a punto de acabar, al ver que Espectro aguantaba el paquete ante él. Pero Espectro rompió el paquete sobre sí mismo, sobre los ropajes enanos.

—¿Eh? —cuestionó Pikel, ya que la cara del enano impostor estaba cubierta de sangre, sangre del paquete.

Con una mano Espectro levantó el cuerpo enclenque del suelo y lanzó a Pikel al otro lado de la sala, donde golpeó contra la pared y se desplomó al suelo.

Espectro, también cayó, apoyándose pesadamente en la pared perpendicular al suelo, y gimió.

El enfurecido Iván agarró las túnicas de Cadderly y Danica por detrás y se lanzó en tromba tan pronto descubrió a donde los dirigía Cadderly. El enano, sin su casco de astas de ciervo, golpeó la puerta con la cabeza, irrumpiendo en la habitación.

Tambaleante, Pikel levantó un dedo convulsionado y apuntó acusador al otro lado de la habitación, hacia la delgada forma humana cerca de la base del muro.

—¡Mío hermano! —rugió Iván, y cargó hacia el otro lado, con las manos por delante para estrangular al asesino debilucho.

Danica también siguió el dedo tembloroso del enano impostor, pero Cadderly entró en la habitación más lentamente, prestando toda la atención hacia el aparentemente herido enano.

Había traído la canción de Deneir a su mente. Vio las sombras agachadas sobre los hombros de Pikel… ¡el impostor!

—¡Iván! —gritó, y, confiando en la canción, soltó su buzak de adamantita directamente a la cara del enano.

Éste salió volando hacia la pared; sangre real mezclada con la falsa en la barba teñida de verde.

—Oooo —gimió. Al otro lado de la habitación, Iván soltó al debilucho y se volvió para estrangular al nuevo objetivo.

Cadderly no había apartado su mirada escrutadora. Observó cómo las sombras se hacían pedazos y luego se desvanecían en los hombros de Pikel.

Iván cogió a su hermano con ambas manos y lo levantó del suelo, aplastándolo contra la pared.

—Oooo —gimió Pikel de nuevo.

—Detente, Iván —dijo Cadderly con calma—. Pikel ha vuelto a donde pertenece.

Cadderly asintió a Danica, y se volvió para encarar otra vez al asesino, preparado para saltar sobre él en un instante.

—No tienes a donde huir —le dijo Cadderly a Espectro. Caminó hasta unirse a Danica—. Sé quien eres.

—No debería haber hecho los malditos discos tan bien —oyó que decía Iván detrás de él, ante los continuos quejidos de Pikel. El joven clérigo miró hacia atrás brevemente para ver a Iván atendiendo la cara ensangrentada de Pikel.

Cuando volvió la mirada, las sombras habían desaparecido de los hombros del asesino endeble. La mirada de Cadderly se paseó a toda velocidad por la habitación, temiendo que el hombre hubiera robado la identidad de uno de sus amigos una vez más. Los tres compañeros le parecieron los mismos, aunque, ahora lo miraban, pendientes de él, aparentemente reconociendo la angustia repentina del joven clérigo.

—¿Quién eres? —murmuró Cadderly en voz baja cuando se volvió hacia el enclenque. Dejó que la canción de Deneir sonara más fuerte en su mente y estudió el aura de esta nueva identidad.

Sintió un viento frío, visualizó una costa rocosa y perdida con montañas elevadas al fondo. Témpanos de hielo enormes salpicaban la bahía, las olas rompían contra sus indestructibles lados y un barco gigantesco permanecía quieto en las aguas más calmadas cerca de la orilla, esperando los poderosos brazos que podrían tirar de los monstruosos remos.

Cadderly miró la cara del debilucho y vio verdadero miedo y una resignación inesperada.

Danica notó que el hombre insignificante estaba a punto de salir disparado hacia la puerta, y se tensó para saltar e interceptarlo. Aunque oyó un susurro en la oreja, un mensaje mágico de Cadderly. Miró a su compañero interesada.

El hombrecito saltó hacia la puerta. Danica se fue hacia él, como hizo Cadderly, entorpeciéndose el uno al otro lo suficiente para que el hombre se escabullera.

Iván dejó caer con fuerza a Pikel, haciendo una mueca de dolor ante el consiguiente quejido de su hermano.

—¡Alto! —gritó Cadderly, mirando al hombre que huía. Sin embargo esa orden no iba dirigida al enclenque y llevaba el peso de una estimable energía mágica.

Iván se detuvo a su pesar y el hombre salió precipitadamente por la puerta abierta. Danica salió en su persecución sin entusiasmo, tal como Cadderly la había instruido. Salió por la puerta principal de la Bragueta del Dragón unos momentos mas tarde y vio que el hombre giraba una esquina en una dirección; ella fue adrede en la otra y volvió con las manos vacías cuando pasó el tiempo apropiado.

De nuevo en la habitación, Iván se quedó mirando a Cadderly con incredulidad, dando golpecitos con una bota en el suelo de madera.

—¿Esperaremos mucho? —preguntó el enano de barba amarilla con voz brusca.

Cadderly sonrió y asintió.

—No demasiado —prometió, y el joven clérigo creyó en su afirmación. El rompecabezas estaba casi completo.