ELLO NO LO había imaginado así. En su pensamiento había sido muy distinto. En su pensamiento, había habido un cordial abrazo, un cazo de agua fresca para domar la sed después de la áspera subida, un reposo tranquilo a la sombra de una roca y sabias palabras filtradas a través de una barba de escuela dominical, palabras que ladraban y mordisqueaban los fugitivos talones de la confusión.
En el pensamiento de Sissy, él llevaba puesto ropa, al menos hasta la hora de acostarse. No había habido en el pensamiento de Sissy mano en sus bragas, ni acción inmediata. Y, desde luego, él había tenido algo más que decir que «ja ja jo jo y ji ji».
Expectativas frente a realizaciones. Todos recordamos ese viejo caso. Ciertamente, él había dicho algo más que el ja ja jo jo y ji ji. Nada más verla (sólo las rocas saben cuánto tiempo llevaba observándola subir), se había reído «ja ja jo jo y ji ji», pero luego había cabeceado de pulgar a pulgar y dicho:
—Es maravilloso, me gusta la combinación. Ahora estás equilibrada.
—¿Equilibrada? —había preguntado Sissy—. ¿Equilibrada? Pero uno es corto y flaco y el otro largo y gordo.
—No confundas simetría con equilibrio —había contestado él.
En vano esperó Sissy una ampliación. En vez de un discurso sobre opuestos y paradojas, hubo otra risilla. Luego, fuera mono y albornoz. El lector puede imaginar lo que siguió, aunque el lector probablemente no podría imaginar su frecuencia y duración. De verse obligado a hacerlo, el autor podría describirlo: cada gota de sudor, cada contracción muscular, cada jadeo, cada suspiro, cada chapoteo de resbaladizo tejido. Si estuviese de humor, podría el autor hacer que oyeras las sorbidas tan claramente como si lo que se sorbiese fuera un helado; podría hacerte oler la creciente marea de almizclados aromas con tanta agudeza como si te hubiese echado sobre la cabeza las sucias sábanas. Sin embargo, pasajes tan descriptivos podrían malinterpretarse como una apelación a tu libidinoso interés. Además, el autor tiene otros datos que comunicar, y las páginas del siglo XX se están acabando ya. En consecuencia, que baste lo bastante. Hasta que Sissy y el Chink se pongan de pie otra vez, el autor va a volverles la espalda y a leer el periódico. En fin, lo leeré en voz alta. Nos encontramos en la página 31.
CONSEJOS DEL HOGAR
Querida Eloísa: ¿Con qué se pueden limpiar los capullos de rosa?
G. S.
Querida G. S.: Sirve muy bien la saliva de azulejillo con azúcar. Aplícala con un manguito de abeja.
Eloísa