¡ALTO, SISSY! ALTO, no puedes hacerlo. Es injusto e irresponsable. Comprendemos tus motivos; sabemos que tus intenciones son buenas; podemos incluso percibir cierto valor tras tu intransigencia, un honroso sentido del sacrificio. Y bien sabe Dios que somos sensibles al sufrimiento que a veces ha llegado a alzarse de tus apéndices como los acres vapores de las ballenas… parece a menudo que en esta vida la experiencia y adaptación pagamos igual de caros triunfos y fracasos. Pero Sissy… ¡aguanta!
En la medida en que este mundo entrega su riqueza y diversidad, entrega su poesía. En la medida en que abandona su capacidad de sorpresa, abandona su magia. En la medida en que pierde su capacidad para tolerar excepciones ridículas e incluso peligrosas, pierde su gracia. Cuando sus opciones (por muy absurdas e insólitas que sean) disminuyen, disminuyen sus posibilidades de futuro.
Sissy, el mundo necesita esos dedos tuyos, tan poco halagadores, esas desconcertantes serpientes globo, esos toscos calabacines, esos puntos de admiración que terminan con tal fuerza las modestas frases de tus brazos; necesita tus pulgares (¡uno de ellos ya desaparecido!) igual que necesita el rinoceronte, el leopardo de las nieves, el panda, el lobo y, sí, la grulla chilladora; lo mismo que necesita cazadores de cabezas e indios «salvajes» y auténticos gitanos de carromatos tirados por caballos. Igual que necesita un poco de tierra sin acceso por carretera ni por aire, tierra con grandes bosques que se dejen allí para siempre y petróleo bajo ella para completar sin interferencias su destino fósil. Igual que necesita borrachos y lunáticos y viejos de sucios hábitos; igual que necesita los espejos, las alucinaciones y las metamorfosis del arte.
Si necesitas el solaz de la normalidad más de lo que necesitas tus poderes únicos, es una cuestión personal que sólo tú puedes decidir. Pero, Sissy, no permitas que personas como Julián Hitche influyan en tu decisión. Julián necesita tus pulgares, rumorosos e inmensos como bocas de ríos inexplorados (exactamente como los hizo la naturaleza) aunque no sea lo bastante sabio para comprender esa necesidad.
Jamás hubo en la historia pulgares comparables a los tuyos, ni en tamaño ni en hechos. Responde a esto: ¿Qué puede reemplazarlos? Vale, si, están los niños que profetizó Madame Zoé, pero eso es un juego, como el Cielo, la Eternidad del Gozo o la economía en equilibrio permanente. Sissy, los mastodontes desaparecieron todos; también las amazonas. Tomboctú es hoy un zoo de carretera y nadie consiguió jamás encontrar Eldorado.
¿Recuerdas cómo veneraba el Chink esos pulgares? ¿No sería beneficioso para muchos otros hacer lo mismo? Tus pulgares no eran metáforas ni símbolos; eran reales. Ése que queda, aún canta en el terror y el éxtasis de la carne. Tu pulgar nos desorienta, Sissy, y para quien sea lo bastante valiente para verlo, la desorientación conduce siempre al amor.
No nos prives de la oportunidad de amar sin egoísmo aquello que, como Cristo cuando vivía, es difícil amar. No destruyas nuestro gozo.