EN PARTE cerro de paramera, en parte colina de pradera, en parte chaparral alto, el Cerro Siwash es un mutante geológico, una formación esquizofrénica que encarna en una montaña relativamente pequeña varios de los rasgos más patentes del Oeste norteamericano. Un sendero disparatadamente retorcido e impredecible zigzaguea por su ladera norte arriba, a través de espesuras de roble chaparro y junípero, remontando herbosos montículos y colgando finalmente de las paredes calcáreas por los cordones de sus zapatos. La cima del Cerro Siwash, aunque dispuesta en unos cuantos puntos a ascender y empinarse, es casi casi lisa: un portaviones de carbonato cálcico, una nave que el agua construyó de tierra.
Hacia el centro de la cima del cerro, hay una depresión de la profundidad de un caballo y de forma circular que con buen tiempo sirve al Chink de salón hundido. En la pared norte de la depresión, abre la boca una cueva.
Una persona de la estatura de Sissy ha de reptar para entrar en la cueva a cuatro patas, y casi no hay sector en la cámara de entrada (cubierta de una colchoneta de paja japonesa) en que haya espacio para que una modelo zanquilarga se ponga de pie. La cámara de entrada no es, sin embargo, el nivel superior de tres niveles de cavernas. El nivel inferior, en lo profundo del interior del cerro, consiste en dos salas tamaño vagón de mercancías, caldeadas por corrientes termales de aire y notablemente seca. En el nivel medio hay cinco o seis cámaras enormes conectadas por estrechos pasajes. En una de esas cámaras están las máquinas del tiempo.
De las paredes de la sala del nivel medio, gotea constantemente agua fresca y pura. Es como si las paredes llorasen. Es como si el alma del continente estuviese llorando.
¿Por qué llora? Llora por los huesos del búfalo. Llora por la magia olvidada. Llora por la decadencia de los poetas.
Llora por los negros que piensan como blancos.
Llora por los indios que piensan como colonos.
Llora por los niños que piensan como adultos.
Llora por los libres que piensan como presos.
Y llora, sobre todo, por las vaqueras que piensan como vaqueros.