EN LAS ALETAS de los delfines hay cinco dedos esqueléticos.
En otros tiempos, los delfines tenían manos. De los residuales digitales que hay en sus aletas, se puede deducir que los delfines tenían dedos oponibles. Imaginaos un delfín con un as en la mano. Imaginaos un delfín arrancando los pétalos de una margarita: Me quiere, no me quiere. Imaginad un delfín, que dibuja una carta astrológica descubriendo que todos sus planetas estaban en Piscis. ¿Puedes imaginarte a un delfín metiéndose los dedos en el respiradero? ¿A un delfín a la máquina escribiendo su libro?
Imagina al delfín, un animal terrestre entonces (aunque el Expreso Piscis sólo para en el fondo del mar) agitando un flaco pulgar en el aire de lagarto filtrado de la prehistoria, en autoestop camino de la Atlántida o de Gondwana. ¿Cogerías tú a un delfín que hiciese autoestop? ¿Y si condujeses una barracuda?
¡Bueno, bueno, bueno, el autor quiere decir (a los miopes y a los condicionados mentalmente por el tiempo) que el delfín también tenía pulgares! Piensa esto cuando tengas un rato. Ahora mismo. Sin embargo el pulgar del delfín queda eclipsado por el pulgar de Sissy. Que ella flexiona ahora en un sucio jardín ciudadano.
El doctor Robbins, terminando el vino, deseó saber si el Chink compartía las ideas del Pueblo Reloj.
La respuesta era, y es, no, nunca estuvo por completo de acuerdo con los puntos de vista y las suposiciones del Pueblo Reloj, y con el paso de los años, lo estuvo aún menos y no más. Sin embargo, cayó en manos del Pueblo Reloj en un momento en que la mayoría de los habitantes del mundo se daban cabezazos por vagas e insustanciales manías como la expansión económica y la geopolítica etnocéntrica, y sus propios pueblos, el japonés y el norteamericano, figuraban entre los más fanáticos perseguidores de la victoria y rezaban a las deidades de la bala y enseñaban a sus hijos a andar sobre el filo de la navaja. Así que, cuando conoció a las trece familias de la Gran Madriguera y aprendió las razones y procesos de las máquinas del tiempo, el Chink lanzó un largo «ja ja jo jo ji ji». Y dijo: «Es tranquilizador ver signos de vida inteligente en el planeta».
—Exactamente lo que pienso yo —musitó el doctor Robbins, mientras contemplaba las sombras de los pulgares de Sissy que saltaban como delfines por el muro del jardín.