Fuego es asociación de materia y oxígeno. Si se tiene en cuenta esto, todo incendio puede considerarse una reunión, una ocasión de fiesta química. Fumar un puro es poner fin a una larga separación; quemar una comisaría es mandar de vuelta a casa a billones de felices moléculas.
Junto a un cenagoso lago, en un oscuro sector de los Dakota, una hoguera de campamento sonreía alzando la cabeza. A su alrededor, sin embargo, se alzaban varias llamas de descontento de un grupo de vaqueras. Algunas se quejaban de que el guiso era insípido y caldoso.
—Este guiso está muy caldoso —dijo una.
—Es como leche de vaca enferma —dijo otra.
Debbie, de servicio en la cocina aquel día, se puso a la defensiva.
—Ya sabéis que no os convienen las especias —dijo—. Las especias queman la barriguita e inflaman los sentidos —continuó, utilizando dos metáforas impropiamente inspiradas por el fuego.
Las insatisfechas comensales refunfuñaron y empezaron a burlarse de ello y como la pequeña Debbie parecía tan al borde de las lágrimas, Bonanza Jellybean salió en su defensa:
—Es un hecho bien conocido —dijo Jelly— que la razón de que la India esté superpoblada es que el polvo de curry es un afrodisíaco.
Delores del Ruby expulsó un ascua de la reunión con un agudo chasquido de su fusta.
—Chorradas —dijo—. Sólo hay un afrodisíaco en el mundo.
»Y es material extraño.