LA TEMPERATURA rectal ordinaria de un colibrí es de 104,6 grados.
La temperatura rectal normal de un abejorro se calcula en unos 8, aunque hasta el momento nadie haya logrado tomar la temperatura rectal a un abejorro. Eso no significa que no vaya a hacerse o que no se pueda hacer. Las investigaciones científicas no cesan: quizás en este momento los proctólogos apiculares de Du Pont… En cuanto a la ostra, su temperatura rectal jamás se ha calculado siquiera, aunque debemos sospechar que el calor orgánico de los tejidos de este bivalvo sedentario está muy por debajo de los 98,6, tanto como lo está por encima el de la inquieta abeja. Sin embargo, si la ostra pudiese tener preferencia y gustos, preferiría sin duda que su equipamiento excremental estuviese caliente, pues ¿qué otra criatura de la Creación puede transformar sus desechos corporales en un tesoro?
Hay aquí una metáfora, aunque forzada. El autor pretende trazar, más o menos, un paralelo entre cómo la ostra, cuando asediada por las impurezas o la enfermedad, abriga y cubre la materia ofensiva con sus secreciones, produciendo así una perla, pretende trazar, digo, un paralelo entre el ingenio eliminatorio de la ostra y el cómo Sissy Hankshaw, adornada con pulgares que muchos podrían considerar mórbidos, cubrió los ofensivos dígitos de gloria, perpetuando así una visión que al autor le resulta brillante y grácil.
El autor no eligió a Sissy Hankshaw sólo por sus pulgares, sino, sobre todo, por el uso que hizo de ellos. Sissy proporciona a este libro sus opalinas perspectivas, igual que los mecanismos de relojería (donde hay tic y tac suficiente para todos y cada uno) le suministran sus conexiones cósmicas. Igual que el Rosa de Goma ha generado su temperatura rectal, más bien cálida.