Se trata de un ave que no puede conciliar ni amoldar su modo de vida al nuestro. No podría por su propia naturaleza, no podría ni aunque le diésemos la oportunidad, lo cual no hacemos. Para la grulla chilladora no hay más libertad que la libertad sin trabas, no hay más vida que la suya propia. Sin mansedumbre, sin una señal de humildad, se ha negado a aceptar nuestra idea de cómo debiera ser el mundo. Si lográsemos preservar la naturaleza virgen que aún sobrevive, no sería ninguna honra para nosotros. La gloria correspondería a esta ave cuyo tenaz vigor la ha mantenido viva frente a circunstancias cada vez más adversas y aparentemente insuperables.
ROBERT PORTER ALLEN