Para el Dr. Paul H. DeKruif. Estoy en deuda, no sólo por la mayoría del material bacteriológico y médico que llena este relato, pero igualmente por su ayuda en la planificación de la fábula en sí misma —por su caracterización de los personajes como gente viva, por su filosofía de científico—. Con este reconocimiento quiero preservar nuestros meses de compañerismo mientras trabajaba en el libro, en los Estados Unidos, en las Indias Occidentales, en Panamá, en Londres y Fontainebleau. Me gustaría poder reproducir nuestras conversaciones a lo largo del camino, en las tardes de laboratorio, en los restaurantes por la noche, y en la cubierta de madrugada cuando navegábamos hacia aquellos puertos en los trópicos.

SINCLAIR LEWIS