NOTAS AL CAPÍTULO 9

9.1. El Maestro rara vez hablaba…: sabemos por otros pasajes de las Analectas que Confucio evitaba dos clases de temas: los que encontraba desagradables y aquellos que eran sagrados —lo inexpresable está por debajo de las palabras o más allá de ellas—. El problema con este pasaje concreto consiste en que se tratan conjuntamente las dos clases de temas: «provecho» pertenece a la categoría de lo desagradable, mientras que «destino» y la suprema virtud de la «humanidad» pertenece al ámbito de lo sagrado. (Véase, por ejemplo, el pasaje 5.13, en el que Zigong señala que no es posible escuchar los puntos de vista del Maestro sobre el destino, o la «Vía del Cielo». También en el pasaje 12.3, cuando el Maestro señala que cualquiera que posea la virtud de la «humanidad» es reacio a hablar). Como parece inconcebible que el «provecho» pueda ponerse en pie de igualdad con el «destino» y la «humanidad», algunos comentaristas sugirieron que la preposición yu («y», «o») debería interpretarse como el verbo «ser partidario», y que por ello debía traducirse: «El Maestro rara vez hablaba de provecho; era partidario [prefería hablar] del destino y la humanidad». Ambas lecturas parecen igualmente forzadas. <<

9.2. Con su vasto conocimiento todavía no ha logrado sobresalir en ningún campo particular: el hombre de Daxiang es sin duda un hombre del vulgo, ya que no entiende que «un caballero no es una vasija» (véase el pasaje 2.12 y su nota correspondiente). Aquí Confucio pretende irónicamente que va a corregir la deficiencia que se le critica. Debe compararse con los pasajes 9.6 y 9.7, en los que las muchas habilidades y competencias especializadas de Confucio realmente asombran a los verdaderos caballeros y deben excusarse por la fuerza de las circunstancias. La educación de Confucio no consistió en una adquisición de información técnica, sino en el desarrollo de su humanidad; no fue un asunto de tener, sino de ser. En la universalidad de su humanismo, el caballero confuciano correspondía exactamente al honnête homme de la Francia clásica. Véase, por ejemplo, las diversas reflexiones de Pascal sobre este tema (Les Pensées de Pascal, prologados por F. Kaplan, París, Cerf, 1982, 543-45. En la edición de Brumschwicg, números 68, 37, 34, 35 y 331; en la edición de Lafuma, números 768, 195, 587, 647 y 533):

No se enseña a los hombres a ser honrados, sino que se les enseña cualquier otra cosa; sin embargo, se enorgullecen de ser honrados mucho más que de conocer cualquier otra cosa. Lo único que se enorgullecen de saber es eso mismo que nunca tienen que aprender.

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Es mucho mejor saber un poco de todo que saberlo todo sobre algo. Esa universalidad es inapreciable.

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En el mundo no adquiriréis la reputación de ser un conocedor de poesía a menos que os pongáis la etiqueta de poeta o de matemático, etc. Pero las mentes universales rechazan tales etiquetas y no establecen diferencia alguna entre el oficio del poeta y el del bordador. Las mentes universales no se llaman poetas, ni geómetras, etc., sino que son todo eso y también jueces de éstos. No se adivina qué son. Hablarán de lo que se hablaba cuando entraron. En ellos no se advierte nada de una cualidad más sobresaliente que otra, hasta que es necesario ponerla en práctica; entonces es cuando se recuerda que poseen tal o cual capacidad; sucede igualmente que no se dice nada de los que hablan bien, cuando no se trata del lenguaje, y se los menciona cuando se trata de esta cuestión. Por ello, es un falso elogio decir de un hombre cuando llega que es un experto poeta, y es una mala señal cuando no se ha recurrido a él al tratar de juzgar unos versos.

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Honnéte homme ([sic], hombre honrado y virtuoso): lo que deberíamos poder decir de alguien no es que es un «matemático», un «predicador», o que es «elocuente», sino que es un «hombre honrado». Sólo esta cualidad universal me complace. Mal signo es el que, cuando se ve a un hombre, lo primero que se recuerde sea su libro; yo preferiría que no destacase ninguna cualidad particular, a menos que las circunstancias y la oportunidad la llamasen a aplicarla (sin exceso), por temor a que una determinada cualidad pueda predominar y generar una etiqueta. No se pensaría en él como alguien elocuente a menos que se necesite la elocuencia, pero, en ese caso, él debería ser el orador que elegiríais.

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Siempre imaginamos a Platón y a Aristóteles con solemnes togas académicas. Pero eran personas cabales y, como tales, solían disfrutar y reírse con sus amigos; y cuando se solazaron componiendo sus Leyes y su Política, lo hicieron por diversión; de hecho, era la parte menos filosófica y seria de su vida; la más filosófica era vivir sencilla y tranquilamente. Si escribieron sobre política fue como si trataran de arreglar un manicomio. Y si aparentaron hablar de ello como algo muy importante, era porque sabían que los locos a los que se dirigían se creían reyes y emperadore. <<

9.3. La capa ceremonial debe estar hecha de cáñamo: tradicionalmente, debía estar tejida con 2100 hilos, obtener estos hilos tan finos de cáñamo era un proceso muy laborioso, mientras que la seda era un material más manejable. Como este requisito era puramente formal, a Confucio no le importaba que se adoptase una solución moderna más rápida. Sin embargo, el saludo ritual tenía como finalidad demostrar respeto y, en este punto, Confucio no estaba dispuesto a transigi. <<

9.5. El Maestro fue detenido en Kuang: Kuang era una ciudad fronteriza en la que Confucio estuvo a punto de caer en manos de una multitud que quena lincharlo, porque lo habían confundido con Yang Huo, un aventurero que había saqueado la regió. <<

9.8. Mi mente quedó en blanco… hasta que comprendí algo: estoy siguiendo básicamente la traducción de D. C. Lau; estoy de acuerdo con su afirmación de que: «Todo este pasaje es extremadamente oscuro y la traducción es aproximada». <<

9.9. El Fénix no llega, el Río no hace aparecer ningún carruaje: éstos eran dos presagios propicios que anunciaban la llegada de un sabio y el alba de una era de paz universal. Confucio creía que el Cielo lo había investido de una misión cósmica; en la vejez, empezó a darse cuenta de que su tiempo se acababa y de que ya no le quedaba ninguna oportunidad de realizar la misión para la que se había preparado toda su vid. <<

9.10. Respetuosamente se apartaba a un lado: literalmente, «apresuraba el paso» (como marca de respeto), que he traducido libremente sustituyendo la expresión por algo equivalente en la actualida. <<

9.13. Una preciosa pieza de jade: símbolo de los talentos del sabio. Confucio no tiene intención de ser modesto, es decir, de ocultar su pieza de jade en una caja. Si no sigue una carrera pública, no es por no haberlo intentado. Está todavía esperando a un príncipe ilustrado que sea capaz de emplearl. <<

9.14. Establecerse entre las nueve tribus bárbaras: compárese con el pasaje 5.7. <<

9.15. Piezas cortas… himnos: esta división aparece en el Libro de los poemas, es difícil saber si Confucio se refiere aquí a una recopilación poética o musica. <<

9.17. Todo fluye de este modo: equivalente exacto del panta rhei (Πάντα ῥεῖ). ¡Confucio y Heráclito eran contemporáneos! Los comentaristas tradicionales leían normalmente este pasaje como un precepto ético más que como una afirmación cosmológica. El agua que fluye es una metáfora bastante universal, utilizada no sólo para sugerir una conducta moral constante, sino también para ofrecer consuelo psicológico y emocional. Véase, por ejemplo, Samuel Johnson (Rasselas, capítulo 35) «Nuestra mente, al igual que nuestro cuerpo, tiene un flujo constante; cada hora se pierde y se gana algo… No dejéis que la vida se estanque; se llenaría de fango por falta de movimiento: comprometeos de nuevo con la corriente del mundo». <<

9.19. Es como construir un túmulo…: el significado general está bastante claro, pero mi adaptación es bastante libre. <<

9.21. No lo vi alcanzar la meta: porque Yan Hui murió joven. Otro significado posible es: «nunca lo vi detenerse». Yan Hui era infatigable en sus ansias de aprender. <<

9.23. ¿Quién sabe si la próxima generación no alcanzará en mérito a la presente?: a la mente confuciana nunca se le ocurrió que las próximas generaciones pudieran realmente superar la presente. Cuando se introdujeron por primera vez en China las teorías sociales del darwinismo (gracias esencialmente a la soberbia traducción de Yan Fu de la obra de Herbert Spencer, Evolución y Ética), los jóvenes intelectuales chinos —y los futuros revolucionarios— quedaron hipnotizados. El mismo concepto de «revolución» (que es una idea occidental) se predica apoyándose en la creencia de que el futuro puede ser mejor que el pasado, lo cual era inconcebible desde la perspectiva confuciana. <<

9.24. ¿Cómo podrían las palabras de amonestación…?: todo este pasaje es muy oscuro y mi traducción es aproximada y más bien libre. <<

9.26. No se puede privar al más humilde de los hombres de su libre voluntad: Epicteto dice lo mismo: «No existe el ladrón que pueda robar vuestra libre voluntad» (Epicteto, III, 22, 105; citado por Marco Aurelio en las Meditaciones, XI, 36). Hay que señalar aquí que no se trata simplemente de una elite de caballeros los que no pueden ser privados de su libre voluntad (zhi). Este privilegio irreductible e inalienable de la humanidad pertenece a todos, incluso «al más humilde de los hombres» (pifu). Cualquier persona, por muy ordinaria o de humilde condición que sea, posee toda la gama del potencial humano y está equipada con todo lo necesario para hacer de ella un héroe o un santo igual a los más grandes de la historia. Este concepto se encuentra más adelante en todo su desarrollo con Mencio. (Un buen equivalente moderno del «más humilde de los hombres», pifu, podía ser el concepto del «hombre de la calle», tal como lo entiende, por ejemplo, Evelyn Waugh. A un periodista que le había dicho «no tiene usted mucha simpatía por el hombre de la calle, ¿verdad?», Waugh le dio una respuesta memorable: «Debe usted entender que el hombre de la calle no existe. Existen hombres y mujeres, cada uno de ellos con un alma individual y mortal y dichos seres necesitan utilizar las calles de vez en cuando»). <<

9.27. Sin envidia…: cita del Libro de los poemas, (poema 33). <<

9.31. El cerezo: esta cita no puede encontrarse en el Libro de los poemas tal como se conoce hoy día.

La lección moral extraída por Confucio es que el verdadero problema no consiste en que la meta sea o no lejana, sino que radica en saber si nuestro celo es suficientemente fuerte. <<