5.1. Gongye Chang: discípulo de Confucio. <<
5.2. Nan Rong: ¿discípulo de Confucio? Su identidad es incierta. Los comentaristas a veces identifican Nan Rong con Nangong Kuo, hijo del señor Meng Yi, pero no hay pruebas sólidas para respaldar esta tradición. <<
5.3. Zijian: nombre de cortesía de Fu Buqi, discípulo de Confucio. <<
5.4. Una vasija: véase la nota 2.12.
Un valioso jarrón ritual: Confucio suaviza su afirmación negativa concediendo que, aunque Zigong pertenezca básicamente a una categoría inferior —por tener poca experiencia—, sin embargo posee talentos refinados. <<
5.5. Ran Yong: discípulo de Confucio; su nombre de cortesía era Zhonggong.
Bueno: en chino, ren (véase la nota 4.1). Para darle todo el peso que tiene esta palabra habría que decir «alguien que ha alcanzado la virtud suprema» o «que ha alcanzado la plenitud de su humanidad», pero estas frases difíciles de manejar impedirían el libre flujo de la traducción. <<
5.6. Qidiao Kai: discípulo de Confucio; su nombre de cortesía era Zikai. <<
5.7. Sin embargo, ¿de dónde sacaremos la madera para nuestra balsa?: admito que mi traducción aquí es muy poco ortodoxa, y que sólo una pequeña minoría de comentaristas la tomarían en consideración. Sin embargo, hay que señalar que todas las interpretaciones comúnmente aceptadas están forzadas y son inverosímiles, mientras que la mía, al menos, se pega a la letra del texto. Esas otras lecturas pertenecen esencialmente a tres tipos: 1. «Zilu carece de juicio» (cai, «madera» se sustituye entonces arbitrariamente por otro carácter, también pronunciado cai, que significa «cortar», «juzgar»). 2. «Zilu es absolutamente temerario, parece que nunca consigue el tipo adecuado de personas» (cai, «madera», significa también «material», y, por extensión, «material humano, talento», de aquí: «el tipo adecuado de personas»). 3. «Zilu es absolutamente temerario, ¡y esto no es algo digno de alabar!» (cai es sustituido por otro carácter zai, que significa «equivalente a»).
Lo más probable es que el texto haya sido corrompido y que su significado original nunca se haya desvelado. Sin embargo, es interesante señalar que la razón por la que la interpretación adoptada aquí haya sido rechazada por la mayoría de los comentaristas no tenía nada que ver con la filología; reflejaba simplemente un prejuicio inconsciente e instintivo que merece la pena analizar.
La imagen convencional del erudito chino (un cliché popularizado principalmente por el teatro y las obras de ficción de las dinastías Ming y Qing) habitualmente describían una criatura refinada, frágil y etérea, cuyos únicos ejercicios manuales se limitaban a manejar delicados pinceles para escribir y abanicos de papel; que vivían entre libros; que se abstenían de actividades fuera de la casa y que detestaban los ejercicios rudos y violentos. Desde esta perspectiva, la propuesta aventurera de Confucio fue considerada forzosamente como una broma absurda, que sólo un personaje tan loco como Zilu podía tomar en serio.
En realidad, el estereotipo que reducía a los eruditos a figuras débiles no sólo era inexacto (los mismos requisitos de su carrera en el funcionariado siempre obligaba a los intelectuales chinos a pasar parte de su vida en largos viajes difíciles y azarosos, ya que eran trasladados de un puesto a otro a lo largo de un enorme imperio), sino que también ignoraba una evolución histórica: al menos hasta el periodo Tang, fue frecuente para los eruditos, escritores, poetas y artistas ser también buenos jinetes y espadachines, cuando no, por añadidura, grandes bebedores y luchadores. Cuando se retrocede en el tiempo, este aspecto «épico» de la persona [sic] china se hace todavía más pronunciado: en los primeros tiempos, la práctica de los deportes y el entrenamiento en las artes marciales formaba parte obligatoria de la educación de un caballero (es revelador a este respecto señalar que, en tiempos de Confucio, las Seis Artes, liu yi, que posteriormente llegó a significar simplemente el estudio de los Seis Clásicos, todavía comprendían el tiro con arco y la conducción de carros, en pie de igualdad con los ritos, la música, la escritura y la aritmética). ¡Todavía está por escribir la historia de los cambios de la sensibilidad china!
Otro factor que ha impedido a la mayoría de los comentaristas —y, a su vez, a todos los traductores— contemplar siquiera en este caso que Confucio pueda no estar hablando en broma es la indiferencia y la ignorancia que posteriormente llegó a eliminar todo recuerdo de las asombrosas hazañas de la primitiva navegación y tecnología náutica chinas. Así pues, en la mente de los lectores posteriores, la balsa que Confucio mencionaba aquí sólo podía evocar una especie de miserable armatoste improvisado para una emergencia, desesperadamente a la deriva y fuera de control y zarandeado a merced de las olas. Lo que esos lectores han olvidado es que la ingeniería náutica había tenido ya en China una larga y extraordinaria historia. De hecho, las embarcaciones de los grandes navegantes occidentales, desde Colón y Magallanes hasta Drake, Cook y Bougainville, eran totalmente primitivas en comparación con sus predecesores chinos de los tiempos de las dinastías Song y Ming. De hecho, antes de la aparición de las grandes embarcaciones con aparejo de cruz y velamen del siglo XIX y los grandes buques de acero de Laeisz y Erikson, ningún otro velero occidental podría haber competido en velocidad y tamaño con los primitivos juncos chinos que cruzaban el océano. Estos juncos procedían por su parte de las grandes balsas —como la mencionada por Confucio—, que, según las investigaciones actuales, podrían haber logrado alcanzar el continente americano muchos siglos antes de la época de Confucio.
En el capítulo fascinante que dedicó a la tecnología náutica de la antigua China, Joseph Needham comentó este mismo pasaje:
Suspirando ante la renuencia de sus contemporáneos a aceptar sus enseñanzas éticas y sociales, el Maestro dijo que se embarcaría en una pequeña balsa de vela (fu) y visitaría los Nueve Pueblos Bárbaros, con la esperanza de encontrar mejores oyentes. La parte referente a los bárbaros fue añadida por los últimos estudiosos, como, por ejemplo, en Shuo Wen. En su traducción, el gran Legge hizo que Confucio pretendiera embarcarse en una balsa y echarse al mar a la deriva y sin propósito alguno. Sin duda, desconocía la existencia de excelentes balsas para navegar a vela, pero daba pena generar aún otra idea occidental de China innecesariamente fatua. De hecho, la imagen de la alta vela a tercio y del sabio desafiando las olas de un mar agitado para llevar el mensaje de un orden social racional a los hombres todavía esclavos de la superstición tiene una fuerza sublime. Bien podría dicha embarcación haber merecido el epíteto de «balsa de las estrellas» (xing cha) aplicado mucho tiempo después en la lengua china para designar los barcos de los embajadores. Y bien podría haber llegado hasta las costas de México. (Joseph Needham, Science and Civilization in China, Cambridge, 1971, vol. 4, parte 3, 396).
Sobre las grandes expediciones marítimas patrocinadas por el imperio chino, las expediciones de Zheng He entre 1405 y 1433, véase Louise Levathes, When China Ruled the Seas: The Treasure Fleet of the Dragon Throne, New York, Simon and Schuster, 1994. <<
5.8. Gongxi Chi: discípulo de Confucio; su nombre de cortesía era Zihua. Era famoso por su conocimiento de los asuntos de etiqueta. <<
5.9. No te puedes comparar a él, pero tampoco yo: literalmente, «tú y yo no le igualamos»: esta frase podría también interpretarse: «estoy de acuerdo, es mejor que tú». Todo depende de cómo se lea la palabra yu, una de las más ambiguas del lenguaje de esa época. Analizando el texto de Gongyang zhuan, Goran Malmqvist identificó nueve significados diferentes para este carácter. Véase su estudio «¿Qué dijo el Maestro?», en D. T. Roy y T. H. Tsien, recopiladores, Ancient China: Studies in Early Civilization, Hong Kong, 1978, 137-55. Aquí yu es la conjunción «y» («tú y yo no lo igualamos»), o es un verbo: conceder, aprobar («estoy de acuerdo contigo, no somos tan buenos como él»). Gramaticalmente, la primera solución (que es la adoptada aquí) parece más probable; sin embargo, la idea de que el mismo Maestro podría haber confesado su inferioridad a uno de sus discípulos era inaceptable para muchos de los confucianos devotos que, por ello, optaron por la segunda interpretación. <<
5.11. Shen Cheng: ¿discípulo de Confucio? Algunos comentaristas piensan que puede tratarse de Shen Dang, al que Sima Qian incluyó como discípulo en el Shi ji. <<
5.13. La naturaleza de las cosas: en chino, xing es «naturaleza». Una gran mayoría de comentaristas lo interpretan como ren xing, «naturaleza humana», pero el problema consiste en que dicha interpretación está en contradicción flagrante con lo que Confucio enseñaba realmente. Es verdad que Confucio siempre evitó hablar de cuestiones sobrenaturales, pero la naturaleza humana, por el contrario, era para él un tema de investigación, observación y reflexión constantes. Por ello parecería más apropiado adoptar el significado primitivo y más esencial de xing como natura rerum, la esencia de la realidad.
Confucio sin duda habría aprobado la frase de Wittgenstein («De aquello que no se puede hablar, debe uno callarse»). La negativa a hablar de lo inexpresable no implica la negación de su existencia, sino todo lo contrario. Diversos pasajes de las Analectas sugieren el poderoso impulso místico que inspiró al Maestro y que sólo podía expresar adecuadamente el silencio (véase, por ejemplo, el pasaje 17.19). Las palabras tenían que limitarse al ámbito político, social, psicológico, cultural e histórico (wen zhang). <<
5.15. Kong el Civilizado: Kong Yu, el alto funcionario de Wei, al que se le dio póstumamente el nombre de «Civilizado». Parece que su conducta privada había sido cuestionable (según el Zuo zhuan), y esto puede explicar la perplejidad de Zigong. <<
5.16. Zichan: nombre de cortesía de Gongsun Qiao, nieto del duque Mu de Zheng, fue un brillante primer ministro de Zheng. <<
5.17. Tan ring: personalidad famosa (su biografía se encuentra en el Shi ji de Sima Qian), alto funcionario de Qi. <<
5.18. Zang Sunchen: alto funcionario de Lu. O bien Confucio le critica su falta de sabiduría (en los primeros tiempos, las tortugas se habían asociado con el arte de la adivinación, y al proporcionar a sus tortugas de compañía grandes lujos, Zang estaba aceptando la superstición), o bien le reprocha su descarada usurpación de un privilegio real (sólo el soberano podía tener tortugas en ese entorno ritual). <<
5.19. Ziwen: nombre de cortesía de Douguou Wutu.
Cui Zhu y Chen Xuwu eran ambos altos funcionarios de Qi. <<
5.20. Señor Ji Wen: alto funcionario de Lu. No era contemporáneo de Confucio, ya que murió poco antes del nacimiento del Maestro. <<
5.21. Señor Ning Wu: alto funcionario de Wei (Wu era sólo un nombre póstumo).
Su necedad no tiene parangón: para sobrevivir bajo un régimen despótico, hay que ser capaz de hacerse el necio. En cualquier periodo de caos y tiranía, los chinos han mostrado una gran maestría en este arte cínico y sutil: alguno de los ejemplos más brillantes fueron dados por los grandes excéntricos del periodo de las Seis Dinastías, y, en nuestra época, el terror maoísta proporcionó una ocasión para revivir esta vieja tradición. Por ejemplo, la revista Xin Guancha, en su número de octubre de 1980, describía con detalle las experiencias de un intelectual burgués que se las arregló para vivir en paz durante veinte años, trasladándose a un pueblo, donde logró hacerse pasar por amnésico, analfabeto y sordomudo. <<
5.22. Chen: el territorio de este país cubría parte de las actuales provincias de Henan y Anhui. Confucio permaneció allí un tiempo en el transcurso de sus largos y aventurados viajes en búsqueda de un soberano ilustrado que pudiera darle la oportunidad de poner sus ideales políticas en práctica. En esta fase, Confucio empieza a darse cuenta por fin de que nunca se le dará esa oportunidad y de que lo mejor que puede hacer en esos momentos es regresar a su país natal y educar a una nueva generación. <<
5.23. Boyi y Shuqi: figuras semilegendarias, famosas por su integridad ejemplar; se recluyeron en un semiexilio y se dejaron morir de hambre por lealtad hacia su anterior señor. <<
5.24. Weisheng Gao: los comentaristas creen que es la misma persona que el Weisheng que figura en Zhuang Zi y en el Zhanguo ce (aunque allí Wei se escribe con otro carácter). Ejemplo máximo de rectitud, había dado cita a una joven bajo un puente; ésta no apareció y el agua empezó a subir. Obstinadamente fiel a su promesa, Weisheng se aferró a uno de los pilares del puente y se ahogó ante la crecida del río. <<
5.25. Zuoqiu Ming: tradicionalmente descrito como autor del Zito zhnan, pero esta tradición no tiene de hecho ningún fundamento. <<