NOTAS AL CAPÍTULO 12

12.1. Restaurar los ritos: el concepto de «ritos» o «ritual», que aparece constantemente en las Analectas, es de una importancia fundamental en el pensamiento confuciano. Aunque para muchos lectores occidentales puede tener una connotación curiosa o exótica, de hecho es muy equivalente a lo que hoy simplemente llamaríamos «civilización». El concepto de civilización tiene tal relevancia universal y permanente que a duras penas nos percatamos de que la misma palabra es de cuña bastante reciente y de que, en diferentes épocas y en diferentes culturas, se utilizaban en su lugar otros términos. Por ejemplo, cuando Samuel Johnson estaba preparando la cuarta edición de su gran diccionario, explicaba a Boswel que «él no admitía civilización, sino sólo civilidad[26]» (Boswel, Life of Johnson, anotación del 23 de marzo de 1772). Civilidad, dicho sea de paso, podría ser una traducción adecuada de la palabra china li, que hemos traducido como «ritos».

Los ritos desempeñan en la sociedad civilizada el papel que se ha dado a las leyes en el entorno social en el que se ha roto la moral. A este respecto, la inflación de codificación legal y la multiplicación de la actividad judicial constituyen realmente un signo paradójico del embrutecimiento y de la ausencia de leyes morales de una sociedad. (Esta paradoja parece haber escapado a una escuela muy activista de confucianismo moderno; el gobierno de Singapur, en su ingenuo, aunque algo equivocado, entusiasmo, dictó leyes para reforzar la moral confuciana: si los padres sienten que sus hijos no cuidan de ellos ¡pueden ahora llevar a los tribunales a su poco filial descendencia!). De aquí la hostilidad confuciana hacia el mismo concepto de ley: las leyes hacen a la gente astuta, refuerzan la inmoralidad y el cinismo, la crueldad y el espíritu perverso de lucha y competición.

En este mismo sentido, cuando Montesquieu señalaba que «en Europa, la mayoría de las naciones están todavía regidas por los usos sociales (les moeurs)», que las preservan de los peligros de la anarquía y de las brutalidades del despotismo (El espíritu de las leyes, VIII, 8), estaba expresando, sin saberlo, un punto de vista típicamente confuciano. A la inversa, cuando una nación necesita ser gobernada por una gran cantidad de leyes nuevas, por medio de una proliferación de regulaciones minuciosas, enmiendas, y enmiendas a las enmiendas, normalmente se debe a que ha perdido los valores esenciales y ya no está unida por las tradiciones comunes y las convenciones civilizadas. Para una sociedad constituyen un síntoma de enfermedad moral la compulsiva actividad legislativa y las constantes intervenciones judiciales. <<

12.2. No dejes que el resentimiento entre en los asuntos públicos ni tampoco lo dejes entrar en los asuntos privados: la oración es ambigua en el texto original; puede significar tanto «no dejes que los propios resentimientos interfieran en el gobierno de los asuntos», «lleva los asuntos de tal manera que tu voluntad no cree resentimiento». <<

12.3. Sima Niu: véase la nota 12.5. <<

12.5. Sima Niu se lamentaba: los comentaristas creían tradicionalmente que este Sima Niu era un personaje del mismo nombre mencionado en el Zuo zhuang, que tenía varios hermanos (entre los que se encontraba el desagradable Huan Tui, que aparece en el pasaje 7.23). Si aceptamos esta identificación, la queja de Sima Niu podría leerse como una forma virtuosa de negar cualquier asociación con sus hermanos de mala fama, que eran culpables de rebelión. En realidad, no hay ninguna prueba que apoye la teoría de que el Sima Niu de las Analectas y el Sima Niu del Zuo zhuang fueran la misma persona. Sería más prudente simplemente atenerse a la lacónica información proporcionada por Sima Qian en Shi ji: «Sima Niu era un discípulo de Confucio, su apodo era Geng, y su nombre de cortesía Ziniu».

Este famoso pasaje se halla en el origen del error común de que Confucio dijo: «Todos los hombres son hermanos». De hecho, como puede ver el lector, la afirmación real fue ligeramente diferente y no fue hecha por el mismo Confucio. (Huelga decir, no obstante, que este concepto popular, aunque inexacto en sentido estricto, ciertamente no contradecía el espíritu del humanismo confuciano). <<

12.8. Ji Zicheng: funcionario del país Wei.

Es lamentable lo que acabas de decir: a la frase le siguen las tres palabras jun zi ye, que no he traducido. Los comentaristas no están seguros de qué hacer con ellas, ya que se les puede dar tres sentidos diferentes: 1. Hablas como un caballero, pero lo que dices es deplorable. 2. Lo que acabas de decir respecto al caballero es deplorable. 3. Es deplorable lo que has dicho, ya que, cuando un caballero habla (ni siquiera una cuadriga de caballos debe enmendar sus palabras). Actualmente, los gramáticos consideran en general que la segunda lectura es la correcta, aunque no se pueda excluir la tercera interpretación. En todo caso, rechazan la primera que, dicho sea de paso, fue sugerida por el gran Zhu Xi; por supuesto, Zhu Xi no era lingüista.

Sin su pelo, la piel de un tigre…: hay que señalar que en chino la palabra «cultura» (wen) originalmente significaba «patrones (naturales)», como los que forman los dibujos en el pelaje de un animal. <<

12.10. Zizhang preguntó: parece que la pregunta se refiere a dos expresiones convencionales que Zizhang podría haber encontrado en un texto (¿?). No hay claridad en todo el pasaje, y una oscuridad parecida se encuentra en el pasaje 12.21.

Si no es por la riqueza…: estos dos versos proceden del Libro de los poemas (poema 188, que se refiere a una mujer que sospecha que su marido está planeando tomar una nueva esposa por una de las dos razones). No existe ninguna explicación para la presencia de estos dos versos en este lugar; puede que se hayan interpolado simplemente por un error de copia. <<

12.11. Deja que el señor sea señor, que el súbdito sea súbdito, que el padre sea padre y que el hijo sea hijo: esta importante afirmación debe interpretarse en relación con el precepto de «rectificar los nombres» (véase la nota 13.3), que era la preocupación fundamental de Confucio.

Desde el punto de vista confuciano, el orden sociopolítico se basa en una correcta definición de la función, identidad, deberes, privilegios y responsabilidades de cada individuo. Es una enseñanza que, incluso hoy, no ha perdido nada de su relevancia: el caos moral de nuestro tiempo —con sus adultos infantiles, niños precozmente criminales, dirigentes despóticos, ciudadanos asociales, padres incestuosos, etcétera— refleja la deriva colectiva hacia la incertidumbre y la confusión; ya no se perciben con claridad las obligaciones correspondientes a cada comportamiento específico, la diferencia de edades y ni siquiera la identidad sexual. Ante esta situación alarmante, antropólogos, sociólogos y psicólogos están redescubriendo hoy día la necesidad de rituales y la importancia de definir los comportamientos, para garantizar la integración armoniosa del individuo en la sociedad. Véanse, por ejemplo, los escritos de Claude Lévi-Strauss o, más recientemente, de Boris Cyrulnik. A veces, sus puntos de vista parecen un eco salido directamente de las Analectas. Reproduzco dos párrafos de una entrevista a Boris Cyrulnik publicada en Le Nouvel Observateur (número 1517, 2 y 9 diciembre de 1993):

Cuando las familias ya no son capaces de generar ritos que puedan interpretar el mundo circundante y transmitir la cultura de padres y madres, los niños se encuentran marginados de la realidad y tienen que crear su propia cultura, una cultura de violencia arcaica que ellos mismos no saben cómo controlar…

Los casos de incesto van en aumento, porque demasiados hombres ya no se sienten padres. Cuando las relaciones familiares se debilitan y los comportamientos cambian, los individuos ya no ven claramente dónde está su propio lugar. Éste es el síntoma de un colapso cultural. <<

12.12. Zilu nunca se fue a dormir sin cumplir una promesa: nunca posponía su ejecución hasta el día siguiente[27]. <<

12.13. Pero prefiero hacer que los procesos sean innecesarios: sobre la repugnancia hacia el intervencionismo judicial, véase la nota 12.1.

Posteriormente, esta actitud continuó informando la práctica confuciana bajo el Imperio. Por ejemplo, un gobernador que hubiera promovido muchos procesos durante su cargo no podía esperar ser elogiado por su fe; lo más probable es que fuera mirado con malos ojos por sus superiores, ya que tantos litigios entre los súbditos bajo su autoridad daba un pobre reflejo de la calidad de su administración. (A este respecto, de hecho hubiera sido mejor que dedicase su tiempo a escribir simplemente poesía o a tocar la cítara a la luz de la luna). <<

12.15. Un caballero amplía su conocimiento…: se repite el pasaje 6.27 con una ligera variante. <<

12.17. Gobernar es ser recto…: podría también traducirse: «la política es rectitud». Las dos palabras son homófonas en chino (zheng). Como ya hemos visto, los juegos de palabras desempeñan un papel importante en el pensamiento chino de la Antigüedad. <<

12.19. El poder moral del caballero es viento, el poder moral del hombre diario es hierba. Bajo el viento, la hierba ha de inclinarse: esta afirmación iba a tener profundas implicaciones históricas, ya que fue invocada a lo largo de los tiempos para justificar la autoridad de las clases gobernantes. De hecho, contribuyó poderosamente a hacer que el confucianismo fuese impopular entre los demócratas contemporáneos. <<

12.20. Tener buena madera: literalmente, «hecho de material recto». (No he podido resistirme a tomar prestada la vívida imagen de Kant: «De la madera tan torcida de la que el hombre está hecho, no puede construirse nada que sea totalmente recto»).

Examinar las palabras de los demás… respetar su punto de vista: ésta es la traducción de Waley. Difícilmente puede superarse su elegancia y precisión. <<

12.22. Eleva a las personas honradas: se repite el pasaje 2.19. <<