Puesto que no muero inmediatamente y no puedo tampoco alcanzar la ingenuidad, me parece una locura el hecho de tener que continuar realizando los gestos ordinarios de cada día. Debemos, en cada instante, superar la trivialidad para poder tener acceso a la transfiguración, a la expresión absoluta. ¡Qué tristeza ver a los seres humanos ignorarse a sí mismos, desdeñar sus destinos en lugar de reavivar constantemente la luz que poseen en sí mismos, o de embriagarse de profundidades tenebrosas! ¿Por qué no extraer del dolor todo lo que él puede ofrecer, o cultivar una sonrisa hasta la profundidad de la que procede? Todos tenemos manos, y sin embargo nadie piensa en sacar partido de ellas, en hacerlas lo más expresivas posible. Las admiramos mucho en pintura, nos gusta hablar de su significado, pero somos incapaces de convertir las nuestras en intérpretes de nuestros dramas interiores. Tener manos fantasmagóricas, transparentes, como reflejos inmateriales, manos nerviosas, tendidas hacia el crispamiento último... O, si no, manos pesadas, amenazadoras, terribles. Que la presencia y el aspecto de las manos expresen más que una palabra, un lamento, una sonrisa o una plegaria. La expresividad total, fruto de una transfiguración continua, convertirá nuestra presencia en un centro de luz, si nuestro rostro y, de una manera general, todo lo que nos individualiza, lo logran asimismo.
A veces conocemos a seres cuya sola presencia produce en los demás agitación, cansancio o, por el contrario, iluminación. Su presencia es fecunda y decisiva: fluida, inaprensible, parece como si nos apresara en una red inmaterial. Esos seres ignoran el vacío y la discontinuidad; sólo conocen la comunión y la participación que produce esa transfiguración permanente, cuyas cimas son tato vértigos como voluptuosidades.
Siento una extraña ansiedad, que se insinúa en todo mi cuerpo; ¿es el miedo al futuro de mi existencia problemática o el desasosiego en el que me sume mi propia inquietud? ¿Podré continuar viviendo con semejantes obsesiones? Lo que experimento ¿es la vida o algún sueño extravagante parece como si se realizara en mí el capricho grotesco de un demonio. ¿Es mi ansiedad una flor que crece en el jardín de una criatura apocalíptica? El diabolismo de este mundo parece haberse concentrado entero en mi inquietud —mezcla de nostalgias, visiones, crepusculares, tristezas e irrealidades. Y lo que él me hace exhalar en el universo no es una fragancia primaveral, sino el humo y el polvo de un derrumbamiento total.