Se pueden concebir dos maneras de experimentar la soledad: sentirse solo en el mundo o sentir la soledad del mundo. Quien se siente solo vive un drama meramente individual —el sentimiento de abandono puede surgir en el ámbito natural más espléndido. Ser arrojado a esta mundo, ser incapaz de adaptarse a él, ser destruido por las deficiencias o exaltaciones propias, ser indiferente a los aspectos exteriores de la vida —se trate de aspectos sombríos o brillantes— para permanecer apegado al propio drama interior: en eso consiste la soledad individual. El sentimiento de la soledad cósmica, por el contrario, procede menos de un tormento puramente subjetivo que de la sensación del abandono de este mundo, de una nada objetiva. Como si el mundo hubiera perdido súbitamente todo resplandor para evocar la monotonía esencial de los cementerios. Hay muchas personas que son torturadas por la visión de un universo abandonado, irremediablemente condenado a una soledad glacial, que incluso los débiles reflejos de una luz crepuscular no podrían alcanzar. ¿Quiénes son, pues más desgraciados: aquellos que sienten la soledad en sí mismos o quienes la sienten fuera de sí mismos? Imposible responder a esta pregunta. Y, además, ¿por qué me preocuparía yo de establecer una jerarquía entre las soledades? ¿No basta con estar solo?
Afirmo aquí, para todos aquellos que me sucederán un día, que no hay nada sobre este planeta en lo que yo pueda creer y que la única salvación posible es el olvido. Me gustaría poder olvidarlo todo, olvidarme a mí mismo y olvidar el mundo entero. Las verdaderas confesiones se escriben con lágrimas únicamente. Pero mis lágrimas bastarían para anegar este mundo, como mi fuego interior para incendiarlo. No necesito ningún apoyo, ninguna exhortación ni ninguna compasión, pues, por muy bajo que haya caído, me siento poderoso, duro, feroz... Soy, en efecto, el único ser humano sin esperanza. Ese es el colmo del heroísmo, su paroxismo y su paradoja. ¡La locura suprema! Debería canalizar la pasión caótica e informe que me habita para olvidarlo todo, para no ser ya nada, para liberarme del saber y de la conciencia. Si me obligasen a tener una esperanza, sólo podría se la del olvido absoluto. Pero entonces ¿no se trataría de una desesperanza?
Semejante "esperanza" ¿no constituye acaso la negación de toda esperanza?
No quiero saber ya nada, ni siquiera el hecho de no saber ya nada. ¿Por qué tantos problemas, tantas discusiones, tanta vehemencia? ¿Por qué semejante conciencia de la muerte? ¡Basta de filosofía y de pensamiento!