Introducción

L os relatos de este libro provienen de dos fuentes medievales: el Dialogus miraculorum de Caesarius, prior del convento de Heisterbach, y las Gesta Romanorum. Yo mismo he traducido los cuentos de Caesarius; los de las Gesta Romanorum provienen de la traducción de Graesse, publicada en 1842.

El Dialogus miraculorum surgió en el siglo XIII. Caesarius murió alrededor de 1245. En realidad no es un libro de cuentos, sino de instrucción y devoción teológicas, escrito con la intención de enseñar a los jóvenes novicios. Las muchas historias breves intercaladas por el sabio sólo estaban concebidas como ejemplos e ilustraciones, y hoy día sobreviven al resto del contenido del libro y nos placen no sólo como bellas narraciones, interesantes y en parte excelentemente expuestas, sino también como fuente importante de la historia cultural de la Alemania de entonces.

Las Gesta Romanorum son un poco posteriores al Dialogus miraculorum. El manuscrito más antiguo que nos ha llegado de esta muy popular colección de cuentos proviene de Inglaterra, y es del año 1342. Los estudiosos no se han puesto de acuerdo acerca de si el libro surgió en Inglaterra o en Alemania; ya en época muy temprana encuentran traducciones tanto inglesas como alemanas del texto latino, con añadidos de todo tipo. Lo seguro es que las Gesta fueron durante más de dos siglos uno de los libros más leídos en Europa y que se hicieron traducciones a muchos idiomas.

Desde hace casi doscientos años nuestra formación ha estado enfocada por completo hacia la Antigüedad; nuestro pasado alemán y toda la cultura de la Edad Media cristiana han sido olvidados y desplazados de manera casi incomprensible; en ningún instituto alemán de enseñanza media se leía siquiera, además del latín ciceroniano, el latín eclesiástico, pese a que había sido durante siglos el idioma de la cultura de nuestros padres. Hoy día, cuando nuestra cultura aparece perturbada y sus fundamentos espirituales son sometidos a una nueva crítica desde muchos ángulos, se alzan entre nosotros (como ya sucediera, dicho sea de paso, cien años atrás, transitoriamente, entre los románticos) muchas voces a favor de aquel medioevo olvidado y despreciado. Del mismo modo que en las artes plásticas se han admirado nuevamente —y en parte se han redescubierto— las obras de la arquitectura y plástica románicas y góticas, comenzamos también a orientarnos lentamente en la literatura del medioevo monacal, y en ella, al igual que en el arte piadoso e íntimo de aquella época, hallamos la misma bóveda celestial y un mundo igualmente concebido en torno a un centro divino, la misma escala jerárquica de las cualidades y caracteres humanos. Existe una nueva juventud católica que se declara partidaria entusiasta de estos ideales. Libros de apasionada profesión de fe como Welt des Mittelalters (El mundo del medioevo), de Landsberg, y Folgen der Reformation (Consecuencias de la Reforma), de Hugo Ball, dan un vigoroso testimonio de este cambio.

Esta publicación no tiene la intención de actuar propagandísticamente a favor o en contra de esta nueva ola católica.

Cuando vuelvan a enfriarse las actuales temperaturas se demostrará que el renovado amor e interés por el arte y por la poesía medievales forman parte de lo bueno y duradero de esta ola espiritual.

Desde el comienzo del romanticismo, el espíritu moderno vuelve a mirar ávidamente una y otra vez hacia el medioevo y el gótico, hacia el ambiente de aquella época fabulosa, que ha creado, además de la brujería, el culto a la Virgen, además de salvajes facecias, la leyenda de Parsifal, además del arte de las máscaras grotescas, las grandes catedrales góticas… y para esto es imprescindible el conocimiento de Caesarius de Heisterbach. Del jardín de la literatura medieval surgirán aún varias sorpresas, pero ninguna de ellas será a un tiempo más original y típica que el Dialogus de Caesarius.

En Caesarius hallamos esa mezcla de aspiraciones entrañablemente nobles con un salvaje abandono, de apareamiento de lo diabólico con lo celestial, de moral escolástico-fanática desfigurada hasta la caricatura con sentimientos nobles y santos, mezcla ésta típica del espíritu medieval, del mismo modo que Caesarius fue sin duda un espíritu sumiso y obstinado, pero ferviente y puro, en cuyas exteriorizaciones y extravíos reconocemos con simpatía una parte típica de ser medieval alemán. Este hombre extraño fue a la vez un narrador tan excelente, que su manual dogmático de los milagros, precisamente el Dialogus miraculorum, se convirtió en sus manos en uno de los libros de cuentos más bellos y coloridos del medioevo alemán. (1911).

Durante toda la Edad Media, desde el siglo VI y a partir de San Benito, la mayoría de los conventos no fueron sólo lugar de práctica del ascetismo y del alejamiento del mundo, sino también patria de toda cultura, de toda sabiduría, de toda música, de la enseñanza escolar y del cuidado de los enfermos y menesterosos. (1941).

HERMANN HESSE