N o hace mucho tiempo, un pobre, no sé por qué motivo, quería hablar con el duque Enrique, que aún vive, e intentó llegar a él. Uno de los ayudas de cámara, furioso, le cogió de los hombros y le azotó despiadadamente con el palo; esto lo vio un lego de nuestra orden y suspiró, pues se compadecía de aquél hasta las lágrimas. A la noche siguiente se le apareció en sueños el Salvador sobre el altar y en gran esplendor le dijo:
—Te agradezco que ayer te hayas compadecido tanto de mí, cuando el ayuda de cámara del duque me castigó sin motivo y de modo tan despiadado.
Con esta voz, el lego se despertó, y reconoció que Cristo sigue sufriendo en sus miembros hasta el día de hoy.