E n el Librum Miraculorum de Claraevallis leemos algo espantoso sobre dos jugadores. Como uno de ellos había perdido el juego y sintió envidia del otro, que había tenido suerte, comenzó a blasfemar contra Dios Nuestro Señor para mostrar su ira. Mas su camarada, poseído por el mismo espíritu del mal, exclamó:
—¡Calla! ¡Tú ni siquiera sabes blasfemar bien! —tras lo cual comenzó a injuriar y a calumniar a Dios aún más terriblemente. Pero cuando prosiguió insultando y denostando a la Madre de Dios, sintióse una voz desde arriba:
—Que yo sea calumniado aún puedo consentirlo, pero que lo sea mi madre no lo puedo tolerar.
Pronto un invisible rayo horadó al hombre allí mismo, dejándole una herida visible; entre espumarajos el jugador entregó su alma a Dios.