Cuando «Ediciones Destino» me comunicó, hace unos meses, su decisión de reeditar Un hombre, me leí el libro de cabo a rabo. Desde que lo escribí, en 1946, ha llovido sobre mi espíritu. Esta lluvia, lenta de ocho años, y la consiguiente perspectiva, me permitieron juzgar implacablemente la obra. Me pareció que el tema estaba ahí, pero fallado por inexperiencia; el tema del hombre caprichoso, sutil para sí mismo, incoherente; el tema del hombre desasido y, en definitiva, cruel.

Decidí escribir una segunda versión. En ella sacrificaría —¡con qué júbilo!— todo lo anecdótico, dotaría el texto de un eje, tocaría cada palabra con mi actual ser meditabundo.

Trabajé con entusiasmo. Cuando lo lea en 1962, ¿cuál será mi remordimiento? Se trata de un libro prácticamente nuevo. Lo declaro de antemano, por considerarlo un deber. En realidad debería titularse: Otro hombre.

Palma de Mallorca, 1954.