ACTO TERCERO

(HAN pasado tan solo unos minutos del final del segundo acto. La escena está vacía y el arcón abierto. A los pocos segundos entra MORTIMER arrastrando al doctor GILCHRIST. GILCHRIST aún se está vistiendo cuando entra en escena. Luce un par de anteojos de cristal muy grueso)

MORTIMER.— (Arrastrándole dentro de casa) He tenido mucha suerte de encontrarle en casa, doctor Gilchrist.

GILCHRIST.— Esto es irregular, muy irregular.

MORTIMER.— Lamento haberlo sacado de la cama. Pero es la única persona que puede ayudarme.

GILCHRIST.— Ya sé que Teddy toca la trompeta, pero no puedo meterlo en el manicomio sólo por eso.

MORTIMER.— Si charla un rato con él quedará convencido. (Por el sótano) El funeral de Hoskins…

GILCHRIST.— ¿Quién?

MORTIMER.— Un amigo de la familia, ya se lo presentaré en otro momento. Espere aquí (Sentándole bruscamente en una silla)

GILCHRIST.— ¿Aquí?

MORTIMER.— Sí, claro. Aquí se encontrará muy cómodo…

GILCHRIST.— Pero…

MORTIMER.— Espéreme sentado, no se mueva (Inicia el mutis por las escaleras)

GILCHRIST.— (Viendo los vinos) ¿Puedo servirme un vaso de vino?

MORTIMER.— (Sin hacerle caso) Sí, claro. Sírvase lo que usted quiera…

GILCHRIST.— (Cogiendo una botella) ¡Oh! Licor de saúco, hacía tiempo que no probaba un vino de esta clase.

MORTIMER.— (Deteniéndose) ¿Vino… Saúco? (Dando un grito dirigiéndose a GILCHRIST) ¡Quieto! ¡No beba! (Arrancándole la botella de la mano) Deje ese vino, no beba nada, no haga nada, estese sentado y no toque nada (GILCHRIST se sienta en la silla. MORTIMER ha dejado la botella en su sitio y sube las escaleras) ¡Teddy! ¡Teddy!

GILCHRIST.— ¿Qué le pasará a este hombre? La verdad es que no sé quién está más loco o él o su hermano. (Viendo que hay luz en el sótano) Vaya, hay alguien en el sótano. ¿Quién será? (Se dirige hacía el sótano)

TEDDY.— (Entrando con MORTIMER. Lleva puesto el traje con el que comenzó el primer acto) Y ¿han tocado los doce cañones reglamentarios?

MORTIMER.— Sí, pero con silenciador, por eso no los ha escuchado. (Presentando a GILCHRIST) Señor presidente, permítame presentarle…

TEDDY.— ¡Doctor Livingstone! (Le estrecha la mano)

GILCHRIST.— ¿Livingstone?

MORTIMER.— Sí, eso es lo que él cree. Señor presidente, el doctor quería hablar a solas con usted un momento.

TEDDY.— Desde luego. Bienvenido a Washington, doctor. Arlington está precioso en esta época del año, ¿verdad doctor?

GILCHRIST.— Sí, está precioso. (Y se van GILCHRIST y TEDDY para la cocina. GILCHRIST antes de irse le hace una mirada de ayuda a MORTIMER, este sólo le puede contestar con los brazos)

MORTIMER.— Bien, esto ya está hecho. Ahora podré descansar. (Se sienta) De momento todo va bien. (Entra ELAINE muy indignada) No tan bien (Se levanta y le sale al paso)

ELAINE.— ¿Tú me quieres o no me quieres?

MORTIMER.— Elaine, ¿cómo me puedes preguntar eso? Cariño, claro que te quiero. (ELAINE ahora se le ve más cariñosa)

ELAINE.— ¿De veras?

MORTIMER.— Sí, cariño.

ELAINE.— Entonces, ¿por qué me tratas de la forma en que lo haces?

MORTIMER.— Elaine. Te quiero tanto… que no nos podemos casar.

ELAINE.— (Extrañada) ¿Es qué te has vuelto loco?

MORTIMER.— No, creo que no. Es sólo cuestión de tiempo. Mira, amor mío. A ti no te gustaría tener niños con tres cabezas, ¿verdad? Quiero decir, ¿que no te gustaría vivir en un manicomio? Sería terrible.

ELAINE.— ¿De que estas hablando?

MORTIMER.— Ni yo mismo lo sé. Probablemente debí de habértelo dicho antes… La locura ha hecho presa en mi familia. Y a galope tendido…

ELAINE.— El hecho de que Teddy sea un poco extraño no quiere decir…

MORTIMER.— No, no. Es anterior a Teddy. Se remonta al primer Brewster, al que llegó a América. ¿Sabes que en aquel entonces los indios arrancaban la cabellera a los colonizadores? Bueno… él se la arrancaba a los indios.

ELAINE.— Eso pasó ya a la historia.

TEDDY.— (Apareciendo de la cocina con GILCHRIST, este está completamente absorto por la conversación de TEDDY) Doctor, me presentaré a un tercer mandato, pero no seré elegido, y eso querrá decir que no habrá más Roosevelt en la Casa Blanca.

GILCHRIST.— Eso es lo que usted se cree…

TEDDY.— Naturalmente, que si el país insiste… (Suben las escaleras y desaparecen)

ELAINE.— Cariño, eso no demuestra nada en absoluto. Fíjate en tus tías. Pertenecen a la familia Brewster. Y son las personas más sensatas que he conocido.

MORTIMER.— ¿Sensatas?… Bueno, también ellas tienen sus particularidades.

ELAINE.— ¿Y qué importa eso? Tú familia está loca, tú estás loco. Yo estoy loca. Pero así es como yo te quiero.

MORTIMER.— No, no… yo… Yo sí que estoy loco, pero loco por ti…

TEDDY.— (Saliendo seguido de GILCHRIST que ya no se tiene en pie. TEDDY estrecha la mano del doctor, este último sin fuerzas) Adiós, señor embajador. Me ha gustado mucho nuestra charla. Siempre que esté en Washington venga a verme a la Casa Blanca. (Sin fuerzas se dirige a MORTIMER)

ELAINE.— Mortimer, vamos a hablar con el padre Martin. Si salimos ahora aún estaremos a tiempo de cogerle.

MORTIMER.— Sí, Elaine, vamos para allá.

GILCHRIST.— (Desfallecido a MORTIMER) Los papeles…

MORTIMER.— Déjeme en paz… (Acordándose.) ¡Los papeles! (Deja a ELAINE a la altura de la puerta y se la cierra a sus espaldas quedando en escena únicamente MORTIMER y GILCHRIST) ¡Oh, sí! Aquí tengo los papeles. (Se saca del bolsillo unos papeles)

GILCHRIST.— Hay que encerrarlo en cualquier sitio…

MORTIMER.— Lo ve…

GILCHRIST.— Acaba de nombrarme embajador de Bolivia.

MORTIMER.— ¿No se lo había dicho? Firme aquí mismo. (Lo hace) Muchas gracias, doctor.

GILCHRIST.— (Guardando su estilográfica, bufando) Menuda casa.

MORTIMER.— (Abriéndole la puerta. En la marquesina está ELAINE muy enfadada) Sí, una casa de locos. Buenas noches, doctor. (Sale GILCHRIST. MORTIMER ve a ELAINE) ¡Elaine! ¿Qué haces aquí? (ELAINE no dice nada, le da un bofetón y se va) Pero ¡Elaine! ¡Elaine!

ABBY.— (Subiendo del sótano seguida de su hermana. Habla a los que hay dentro muy enfadada) ¡Ya está bien! Ahora vas a ver de quién es esta casa.

MARTA.— Te advierto que es inútil que hagas lo que estás haciendo, porque tendrás que deshacerlo.

JONATHAN.— (Desde dentro) ¡Tía Abby!

ABBY.— (A MORTIMER) Lo que están haciendo es horrible. Enterrar a uno de Chicago con un extranjero. Mortimer, ¿dónde has estado?

MORTIMER.— Haciendo que me firmasen estos papeles. ¿Está Teddy arriba?

MARTA.— (Reprochándole) ¿Qué es lo que te pasa? Mira que preocuparte ahora mismo que se firmen unos papeles.

ABBY.— Marta y yo vamos a llamar a la policía.

MORTIMER.— ¿A la policía? ¡Esperad! No podéis llamar a la policía.

MARTA.— ¿Ah no?

MORTIMER.— No.

MARTA.— ¿Sabes lo qué está haciendo Jonathan?

ABBY.— Esta enterrado juntos al señor Hoskins y al señor Spenalzo.

MORTIMER.— Bien, déjalo, no importa…

ABBY.— Mira, Mortimer. Si Jonathan y el señor Spenalzo no han salido de esta casa mañana por la mañana llamaremos a la policía.

MORTIMER.— De acuerdo, tía. Yo haré que se vaya. Te lo prometo.

ABBY.— Si lo haces te regalaré la cubertería de plata.

MORTIMER.— Trato hecho. Nada de policía. Y ahora ir a la cama. Por lo que más queráis quitaos esos vestidos, parecéis un apagón doble.

(MORTIMER sube al piso de arriba, las dos ancianas recogen sus libros de salmos que están sobre la mesa y le siguen. Al acto aparecen JONATHAN y EINSTEIN del sótano, limpiándose el polvo)

EINSTEIN.— Ya está todo arreglado. Tranquilo y suave como un lago. El presidente se sentirá orgulloso de su canal de Panamá. Que ganas tengo de comer. Hace más de dos días que no hemos dormido.

JONATHAN.— Al parecer se olvida doctor de mi hermano Mortimer.

EINSTEIN.— (Con la botella de whisky en la mano) ¡Oh, no! Johnny, esta noche no. Estoy muy cansado. Olvidas que tengo una operación contigo mañana.

JONATHAN.— Mañana me operará usted doctor, pero esta noche vamos a liquidar a Mortimer.

EINSTEIN.— (Bostezando) Pero, Johnny, esta noche no. Tengo sueño. Lo haremos mañana. O pasado…

JONATHAN.— Míreme, doctor. Lo va a hacer esta noche. ¿Va a ayudarme?

EINSTEIN.— Sí, conozco esa mirada.

JONATHAN.— Es un poco tarde para disolver nuestra sociedad.

EINSTEIN.— Está bien, Johnny, lo haremos. Pero con el método rápido, como en Londres.

JONATHAN.— No doctor, esta ocasión requiere algo especial. Como, por ejemplo, el método de Melbourne.

EINSTEIN.— (Escupiendo el whisky que se estaba bebiendo) El método de Melbourne no, por favor. ¡Dos horas! Y ¿qué ganas aplicándole ese método? Después de todo, el tipo de Londres quedó tan muerto como el del Melbourne. (Aparecen arriba de las escaleras MORTIMER y TEDDY, este último con su corneta) Ya sabe lo qué tiene que hacer doctor… (Baja al sótano)

MORTIMER.— No, no. No haga eso señor presidente. (Siempre desde arriba de las escaleras)

TEDDY.— No puedo firmar nada sin consultar con mi gabinete.

MORTIMER.— Es que esto es secreto.

TEDDY.— ¿Un decreto secreto? Es muy extraño.

MORTIMER.— Es la única forma de impedir que el otro se adelante.

TEDDY.— ¿Quién es el otro?

MORTIMER.— Ese es el secreto.

TEDDY.— ¡Ah, ya veo! Muy listo. Bien, si es un decreto secreto, habrá que firmarlo en secreto.

MORTIMER.— Desde luego, señor presidente.

TEDDY.— Voy a ponerme el traje de firmar.

MORTIMER.— Ya lo lleva puesto, señor presidente.

TEDDY.— No, este es el de reunión. Espéreme aquí (Sale. MORTIMER baja las escaleras)

EINSTEIN.— (Muy bajito a MORTIMER) Señor Brewster…

MORTIMER.— ¿Qué pasa? ¿Hay ratones en el sótano?

EINSTEIN.— Señor Brewster, debe de irse de su casa.

MORTIMER.— ¿Irme? No diga tonterías, no ve que estoy ocupado.

(Sale TEDDY y desde lo alto de las escaleras toca la trompeta. Luego tira el papel firmado)

MORTIMER.— Gracias, señor presidente. (Aparte) Qué peso se me ha quitado de encima. Ahora lo que necesito es un trago.

EINSTEIN.— Váyase, por favor ¿lo hará?

MORTIMER.— ¿Qué dice? ¿No puede hablar más alto? No le oigo.

EINSTEIN.— Johnny está de mal humor, debe de irse enseguida.

MORTIMER.— Déjese de hacer teatro. No le oigo.

EINSTEIN.— (Suplicante) Hágame caso, por favor.

MORTIMER.— ¿Qué, doctor? ¿De veras es doctor?

EINSTEIN.— Sí, desde 1919…

MORTIMER.— Y ¿cómo ha llegado a ser cómplice de Jonathan?

EINSTEIN.— Ya se lo contaré luego, pero por favor lárguese. Hágame caso.

MORTIMER.— ¡Doctor! Deje mi brazo de una vez.

EINSTEIN.— ¡Váyase de una vez! Mire… cuando Johnny está de mal humor… está loco… es un maniaco. Puede hacer cosas horribles. ¿Quiere marcharse de aquí?

MORTIMER.— ¿Quiere callarse de una vez? Deje de hablar de Jonathan. Ya me ocupo yo de él, y usted amiguito ocúpese de sus asuntos…

EINSTEIN.— Por favor…

MORTIMER.— (Que cuando le ha empujado se ha dado cuenta que tiene algo en el bolsillo) ¿Qué es esto? (Le saca la botella de whisky) Vaya, ¿le parece bonito? Un médico que bebe. Esto es sólo para críticos teatrales. (Y se sirve un vaso)

EINSTEIN.— (Suplicante) Se lo pido de rodillas, por favor. Márchese. Tiene usted una novia magnífica y está a punto de casarse. (Desesperándose consigo mismo) ¿Quién me habrá metido en este lío? (A MORTIMER) Es que, ¿todas esas obras que usted critica no le han servido para nada?

MORTIMER.— Déjeme, no me interesa nada de lo que usted me dice. Tengo muchas cosas en las que pensar…

EINSTEIN.— En esas obras, los personajes se portan como personas sensatas…

MORTIMER.— ¡Ja! ¿Ha visto usted a alguien comportarse en una comedia como si tuviera inteligencia?

EINSTEIN.— ¿Cómo se puede ser tan estúpido?

MORTIMER.— Debería de tener mi profesión. Escuche. Cuando salga de la cárcel, haga lo posible para ir al teatro Garrik. Representan una obra tan mala que aún seguirá en cartel cuando usted salga. Fíjese. Sale un hombre… (Del sótano aparece JONATHAN, MORTIMER no puede verle porque esta de espadas a él) Sabe que la casa está llena de asesinos, y de que su vida está en peligro. (JONATHAN saca una navaja) Le han advertido para que se vaya, y ¿cree usted que se va?

EINSTEIN.— ¡Sí!

MORTIMER.— No, no. No se va. Se queda. ¡Je! Ese tipo no tiene sentido común ni para asustarse…

EINSTEIN.— ¿No?

MORTIMER.— Ni para ponerse en guardia. No, no. El asesino le invita a sentarse. ¿Y qué cree usted que hace?…

EINSTEIN.— (Nervioso porque acaba de ver a JONATHAN) No tengo ni idea…

MORTIMER.— ¡Se sienta! Deliberadamente. Coge una silla como esta y se sienta. (Y MORTIMER hace lo que dice quedando de espaldas a JONATHAN) ¿Qué le parece? ¿No es estúpido? Y queda dispuesto para que le aten y le amordacen. (Ríen) ¿Y qué cree usted que usan para atarle?

EINSTEIN.— ¿Qué usan?

MORTIMER.— El cordón de la cortina. (JONATHAN va directo a la cortina y corta un trozo del cordón)

EINSTEIN.— Tiene gracia. Oiga, ¿y no ve como lo coge?

MORTIMER.— No lo ve porque el idiota está de espaldas al asesino. Sólo tiene que mirar a su alrededor, ¿pero lo hace? ¡No! Mire doctor, en una comedia de esa clase, el individuo nunca ve ni oye nada… (JONATHAN se acerca por su espalda con el cordón preparado)

EINSTEIN.— ¿No?

MORTIMER.— Eso es.

EINSTEIN.— Pero ¿y qué es lo que hace?

MORTIMER.— Pues quedarse sentado a sus espaldas, como un estúpido. Él que se cree tan listo se queda así, sentado. (Acomodándose en la silla) A ver si me sale. Observe su actitud (Ríen. JONATHAN está justo detrás suyo) Inconcebible, esperando que le aten y le amordacen (Ríen) ¡Qué estúpido!

(Y cuando menos se lo espera, JONATHAN por la espalda lo ata. Al mismo tiempo el doctor EINSTEIN le pone un pañuelo en la boca para que no pueda gritar, MORTIMER hace esfuerzos para librase de la cuerda pero JONATHAN es mucho más fuerte y en pocos segundo se encuentra completamente atado de pies a cabeza)

EINSTEIN.— Tenías razón respecto a él. No es muy listo.

JONATHAN.— (Una vez terminada la faena) Sí, Mortimer. He estado ausente veinte años. Pero nunca te apartaste de mi pensamiento, hermanito. En Melbourne, soñé una noche contigo. (Abre un maletín que tiene cerca de la mesa y empieza a sacar todo tipo de artilugios de tortura. MORTIMER hace esfuerzos para zafarse) Cuanto más te muevas, Mortimer, más te cansarás y te desmayarás. Aunque eso para ti sería como una bendición (Sigue sacando cosas de su maletín. EINSTEIN de los nervios echa mano a su petaca, pero cuando va a beber se da cuenta de que no queda nada en su interior) Vamos doctor, manos a la obra.

EINSTEIN.— (Suplicando) Johnny, por favor, hazlo por mí, Por la vía rápida.

JONATHAN.— Doctor, debe de ser un trabajo artístico. Después de todo, estamos actuando para un crítico muy distinguido…

EINSTEIN.— Por favor, Johnny…

JONATHAN.— ¡Doctor!

EINSTEIN.— Está bien. Acabemos de una vez… (Se quita la chaqueta) Pero Johnny… no puedo hacer esto sin probar un trago…

JONATHAN.— ¡Tiene que serenarse doctor!

EINSTEIN.— La única forma de serenarme sería tomando un trago. Johnny, cuando llegamos aquí había una botella de vino. (La busca) Se la han llevado, ¿dónde está? (Encontrándola dónde la dejó MORTIMER) ¡Aquí está! ¡He encontrado el vino! Mira, aún queda un poco. (Leyendo) Licor de saúco. (A JONATHAN) Lo compartiremos. (Sirviendo el vino en dos vasos. MORTIMER está pendiente de toda la conversación) Los dos tomaremos un trago antes de operar. Me alegro de poder operar habiendo bebido algo.

(Le entrega la copa a JONATHAN por delante de MORTIMER que sigue con los ojos toda la acción. JONATHAN como si fuese un buen catador de vinos mueve la copa. Y antes de que EINSTEIN beba un poco lo para, para desesperación de MORTIMER)

JONATHAN.— ¡Doctor!, Un poco de educación, tenemos que brindar. (A MORTIMER) Sí, Mortimer, ahora comprendo que has sido tú quien me ha hecho regresar a Brooklyn. Brindaremos por ti. Doctor, por mi querido y muerto hermano.

EINSTEIN.— Salud.

(Y brindan justo en frente de los ojos de MORTIMER. Cuando están a punto de beber sale TEDDY de las escaleras y toca su corneta. Del susto, se caen al suelo las dos copas que tenían los hombres. MORTIMER se desespera aún más. TEDDY vuelve a entrar a su habitación. JONATHAN corre en búsqueda de TEDDY pero es detenido por el doctor EINSTEIN)

JONATHAN.— ¡Él será el siguiente!

EINSTEIN.— No, ¡otro no! ¡Por favor!

JONATHAN.— Luego ya ajustare cuentas con él.

EINSTEIN.— No, Johnny. Al presidente no…

JONATHAN.— Tenemos que actuar deprisa. El método rápido.

EINSTEIN.— Muy bien, el método rápido (Saca instrumentos del maletín) Yo voy a ayudarte. (Llaman a la puerta. Parando con lo que están haciendo) Recojamos todo esto.

O’HARA.— (Entrando de la calle) ¡Oigan! El señor presidente tendrá que dejar de picar con la corneta. (EINSTEIN esconde todos los artilugios)

JONATHAN.— Está bien, agente. Nosotros le quitaremos la corneta.

O’HARA.— Mejor será que hable yo con él. (Sube las escaleras. Y se cruza con MORTIMER que intenta llamarlo) ¡Eh! Me dejó plantado. Le estuve esperando más de una hora en Kelly’s. (Por las cuerdas) ¿Qué le ha pasado?

EINSTEIN.— Nada. Nos estaba explicando una obra que vio la otra noche. Y esto es lo que le pasa al protagonista según parece.

O’HARA.— ¡Ah, ya veo! (A MORTIMER que sigue intentando hablar. JONATHAN y EINSTEIN se han colocado detrás de O’HARA) ¿Sucede eso en la obra? ¿Qué le parece? Ya nadie puede fiarse, me han plagiado la idea. Esto sucedía en mi segundo acto. Ya sabe, un poco antes de… Bueno, empezaré por el principio. (A MORTIMER que está intentando indicarle que le quite la mordaza de la boca) ¿Qué? ¡Ah, sí! Comprendo (Hace el amago de quitarle la mordaza. Deteniéndose de golpe) No. Así me prestará atención. (MORTIMER se queda pasmado por la estupidez del policía que sigue con su historia) Mi madre está tan tranquila maquillándose cuando entra de improviso un hombre con bigote negro. Se dirige a mi madre y le dice: “Señorita La Bourne, ¿quiere ser mi esposa?” Esa es la primera escena. Mi madre no le dice que ya están casados… Esa es la sorpresa. (A sus espaldas están peleándose JONATHAN y EINSTEIN, el primero ha sacado una navaja y quiere clavársela a O’HARA) ¡Es divertidísimo! Después pasan veinticinco años y aparezco yo. Ya estoy en el mundo y me convierto en un magnifico ejemplar (MORTIMER intenta advertir a O’HARA de JONATHAN que está justo a sus espaldas) ¿Y qué hago? Ingreso en la policía y me convierto en uno de los mejores agentes de Nueva York. Un día, cuando estoy realizando un trabajo rutinario, en una lavandería un terrible asesino está a mis espaldas con un gran cuchillo. Estoy en grave peligro. (MORTIMER afirma con la cabeza) Se va interesando, ¡eh! Lo leo en sus ojos. ¡Pues aún no ha oído nada! De repente se produce un incendio. (EINSTEIN que seguía forcejeando con JONATHAN se acerca por la espalda de este y le sacude con el zapato, cayendo JONATHAN inconsciente al suelo) Y vienen los bomberos. ¡Menudo efecto! ¿A que nunca se había hecho en un teatro? Y lo mejor de todo está aún por venir… (Se gira y ve a JONATHAN tendido en el suelo)¿Qué le ha pasado?

EINSTEIN.— Seguramente se habrá dormido oyendo su obra.

O’HARA.— ¿Qué?

EINSTEIN.— A mí, personalmente, me gusta mucho.

O’HARA.— Demasiado intelectual para él. (Fijándose) ¿Dónde habré visto yo esa cara antes?

EINSTEIN.— Oh, no, por favor. (Y tapa a JONATHAN)

O’HARA.— Bien. (Volviendo con MORTIMER) Cambia la escena. Es un escenario giratorio. (Haciendo lo que dice) Un día voy tan tranquilamente haciendo mi ronda, cuando el tipo al que voy siguiendo me está siguiendo a mí. (Pican a la puerta. A EINSTEIN) Que no entre nadie. (Y sigue) El asesino tiene que ver que soy más listo que él. (EINSTEIN mira por la mirilla) Hay una casa vacía en la esquina, y ahí me meto.

EINSTEIN.— (A JONATHAN) Johnny, es la policía. Tenemos que salir de aquí.

O’HARA.— (Sigue con MORTIMER. Los que están picando a la puerta siguen llamando con insistencia) Yo, saco el revólver, me pongo contra la pared y digo… ¡Adelante!

BROPHY.— (Entrando) ¿Qué sucede? ¿Qué está pasando aquí?

O’HARA.— Sargento, este es Mortimer Brewster. Va a ayudarme a escribir mi obra (El doctor EINSTEIN corre al piso de arriba dejando en el suelo a JONATHAN)

BROPHY.— Y ¿has tenido que atarle para que te escuche? Desátalo y luego preséntate en comisaría. Toda la policía te está buscando.

O’HARA.— Precisamente ahora que estoy en el segundo acto (Desatando a MORTIMER) ¿Les han enviado aquí a buscarme?

BROPHY.— (Descolgando el teléfono y marcando) No, he venido a avisar a estas señoras que han sido multadas. Teddy ha vuelto a tocar la corneta…

O’HARA.— Ya lo he oído.

BROPHY.— Los vecinos están llamando como locos a comisaría. El teniente se ha enfadado, y ha dicho que tenemos que encerrarlo en algún sitio (Por JONATHAN que sigue en el suelo) ¿Quién es este?

O’HARA.— Es el hermano del señor Brewster. Se ha dormido oyendo mi obra.

BROPHY.— No me extraña. Este debe de ser el que huyó de casa. De modo que ha vuelto. Reanímele O’Hara (O’HARA deja a medio atar a MORTIMER y va a reanimar a JONATHAN) Te has metido en un lío, hace dos horas que tenías que haberte presentado en la comisaría. Voy a informar de que ya te he encontrado.

O’HARA.— (Reanimando a JONATHAN) Eh, que no era tan mala como para eso.

BROPHY.— (Al teléfono. JONATHAN se acaba de despertar, lo justo para escuchar la conversación de BROPHY) Mac, dile al sargento que cese la búsqueda del hombre. Ya lo hemos encontrado. (JONATHAN cree que lo dicen por él) En casa de los Brewster. ¿Lo llevamos a comisaría? Está bien, lo retendremos aquí. (Cuelga. A O’HARA que está sacudiendo el polvo a JONATHAN) El teniente viene para aquí.

JONATHAN.— De modo ¿que ya me han atrapado? Está bien, ya me han pescado. Supongo que entre ustedes y el soplón de mi hermano se repartirán la recompensa.

O’HARA y BROPHY.— ¿Recompensa?

JONATHAN.— Sí, recompensa. Pero ahora yo también diré algo. (MORTIMER no puede hablar porque aún sigue con la mordaza en la boca y medio atado) Ustedes creen que mis tías son tres dulces y amables ancianitas. ¡Pues tienen trece cadáveres enterrados en el sótano! (MORTIMER ha corrido atado a la silla al lado de su hermano para intentar que este no hable)

BROPHY.— ¿Trece cadáveres?

JONATHAN.— Sí, trece.

BROPHY.— Cuidado con lo que dice, sus tías son amigas nuestras.

JONATHAN.— Se los puedo enseñar.

BROPHY.— No pretenda crearles problemas. ¿Me oye? (A MORTIMER que está a su lado) Apártese, señor Brewster, déjeme a mí este asunto.

JONATHAN.— Si quieren acompañarme al sótano, hay trece cadáveres. Si bajan conmigo se los puedo enseñar.

BROPHY.— (A O’HARA) Baje inmediatamente con él al sótano O’Hara.

JONATHAN.— Sí, venga conmigo.

O’HARA.— (Asustado) Oiga, sargento… ¿y si me niego a bajar al sótano con él?

BROPHY.— ¡Baje al sótano con él!

O’HARA.— (A MORTIMER que está a su lado) Tenga paciencia señor Brewster, ya le acabaré de contar mi obra después.

BROPHY.— ¡Le he dicho que vaya con él al sótano!

O’HARA.— ¿Es preciso sargento? Mírelo bien. Si parece que es el monstruo de una película de terror.

(JONATHAN suelta un grito y sale disparado a por O’HARA. O’HARA intenta defenderse, MORTIMER está a su lado con la silla, de golpe se cae y consigue sacarse las ligaduras. Se inicia una pelea entre JONATHAN y los dos policías. MORTIMER, muy tranquilo se sienta en la escalera.)

MORTIMER.— Muy bien… muy bien… seguir así… Con cuidado, que mi hermano es fuerte… (A O’HARA que ha caído a su lado) Oiga, amigo, esto podría usarlo en su obra.

O’HARA.— En el tercer acto hay un momento muy parecido… verá…

BROPHY.— (Que está en el cuello de JONATHAN agarrado) ¡O’Hara!

O’HARA.— ¿Me disculpa?

MORTIMER.— ¡Oh! Usted tranquilo, vaya, vaya. El deber es lo primero.

O’HARA.— Ahora nos vemos (Sigue la pelea)

MORTIMER.— (Sentado en la escalera, se enciende un cigarrillo) Está bien… tengo los papeles firmados, todos firmados, lo demás no importa… Vamos, vamos, pelear, pelear… Tendría que llamar a Witherspoon (Se abre paso a por el teléfono. Lo descuelga)

JONATHAN.— ¡Nunca me cogeréis vivo!… (Coge el teléfono dejando y evidentemente se lleva a MORTIMER consigo que sigue agarrado al auricular)

MORTIMER.— Oye, hermanito, podrías dejar el teléfono. Tengo que llamar…

JONATHAN.— (Dándose la vuelta) ¿Qué? (Aprovechan los policías que JONATHAN está de espaldas para darle con la porra)

MORTIMER.— Vayan con cuidado… casi se cae el teléfono… Qué suerte tiene mi hermano, durmiendo tan tranquilo… ¿quién pudiera descansar así? (Llaman a la puerta) ¿Whiterspoon?

BROPHY.— ¡Adelante!

(Entra el teniente ROONEY. De avanzada edad, sólo le quedan unos pocos años para jubilarse. Al verlo los policías se ponen en firmes)

MORTIMER.— No, no es Whiterspoon.

ROONEY.— ¿Qué ha sucedido?

O’HARA.— Vera, teniente. Sólo hemos actuado en defensa propia.

ROONEY.— ¿Qué ha pasado? ¿Se ha resistido? (Por JONATHAN que esta inconsciente en el suelo)

BROPHY.— Este no es el que toca la trompeta. Este es su hermano e intentó matar a O’HARA.

O’HARA.— Y sólo porque dije que su cara parecía sacada de una película de terror.

ROONEY.— ¿De una película de terror? ¡Denle la vuelta! (Le obedecen)

BROPHY.— Creo que estará reclamado en alguna parte.

ROONEY.— De modo, que cree que está reclamado en alguna parte. ¡Si no se quieren molestar en leer los folletos que colgamos en jefatura, por lo menos podría leer las historietas de Dick Tracy! Pues claro que lo reclaman. ¡En Indiana! Se escapó de la cárcel de locos asesinos. Está reclamado en todo el mundo por asesinato, le va a caer una pena de cadena perpetua…

MORTIMER.— Ese es mi hermano.

ROONEY.— Y así es como lo describen. Tiene una cara que parece sacada de una película de terror. ¿Por qué han hecho esto con él…?

BROPHY.— Intentó que bajáramos con él al sótano. Dijo, que había trece cadáveres enterrados.

ROONEY.— ¿Con que habían trece cadáveres enterrados… y eso no les hizo pensar que se había escapado de un manicomio?

O’HARA.— Verá, teniente, respecto a lo de mi ausencia…

ROONEY.— ¿Dónde ha estado usted toda la noche?

O’HARA.— ¿Yo?

ROONEY.— No se moleste en decírmelo…

O’HARA.— Si estuve aquí contándole mi obra a Mortimer Brewster…

ROONEY.— ¿Ah, sí?

O’HARA.— Sí.

ROONEY.— Pues va a tener mucho tiempo libre para trabajar en su obra. Queda relevado. Preséntese en comisaría cuando todo este lío termine. Lleven a este a la cocina (por JONATHAN) e intenten reanimarlo. Quiero que me diga quien le ayudó a escapar. (Ha bajado TEDDY por las escaleras con un traje nuevo y corneta en mano que entrega a MORTIMER)

TEDDY.— Tenga (Se pone junto a ROONEY)

ROONEY.— Llevo cuarenta y ocho horas detrás de estos tipos. ¡Sin comer, sin dormir! No me sorprende que Brooklyn esté como está con inútiles como ustedes haciéndose pasar por policías. Tragarse ese cuento, ¡trece cadáveres enterrados en el sótano…!

TEDDY.— Es cierto que hay trece cadáveres enterrados.

ROONEY.— ¿Quién es usted?

TEDDY.— El presidente Roosevelt.

ROONEY ¿Qué? (A Brophy) ¿Quién es este?

BROPHY.— Este es el que toca la trompeta. (Saludando siendo imitado por O’HARA) ¡Presidente! (ROONEY hace un amago de saludo, pero cuando se da cuenta que es el loco lo deja. TEDDY se le queda mirando desafiante)

ROONEY.— Presidente, terminaron sus toques de trompeta. (Por JONATHAN) ¡Vamos! ¡Lleváoslo de aquí!

TEDDY.— ¡Vaya! Otra víctima de la fiebre amarilla.

ROONEY.— ¿Cómo dice?

TEDDY.— Los cadáveres que hay en el sótano son víctimas de la fiebre amarilla.

BROPHY.— No, señor presidente. Este es un espía. Lo cogimos intentando entrar en la Casa Blanca.

ROONEY.— Llévenselo e interróguenlo. (Se lo llevan en brazos).

TEDDY.— Si hay que interrogar a un espía es de mi competencia.

ROONEY.— Usted no se meta en esto.

TEDDY.— No olvide que como presidente soy también jefe del servicio secreto (Y sale junto con O’HARA, BROPHY y JONATHAN por la cocina. ROONEY se acerca a la mesa y se sirve un vaso de vino)

MORTIMER.— Yo si fuese usted no haría eso.

ROONEY.— ¿Quién es usted? ¿Cómo se llama?

MORTIMER.— Normalmente soy Mortimer Brewster. Pero hoy no estoy seguro.

ROONEY.— ¿Usted es el hermano de Teddy? Lo siento, no hay otra opción. Hay que encerrarlo.

MORTIMER.— Lo sé. Ya sé que no hay otra opción, no lo discuto. Mire esto (Le enseña los papeles) Teddy va a ingresar en Happy Day esta misma noche. Estoy esperando para que venga el señor Witherspoon a que se lo lleve.

ROONEY.— Hay que encerrar a su hermano cuanto antes. Está asustando a todos los vecinos con la trompeta. Y ese entupido cuento, los trece cadáveres ente… (Se calla y mira a MORTIMER dudando de si será verdad lo que dice TEDDY. Tras unos segundos de duda, lloroso a MORTIMER) Llevo cuarenta y ocho horas sin dormir, comprenda que soy capaz de creer cualquier cosa.

MORTIMER.— Sí, jefe, le comprendo.

ROONEY.— Hay gente lo suficientemente tonta para creerse historias así. El año pasado por culpa de un loco me vi obligado a tener que cavar media hectárea antes que… (Por los papeles, lamentándose) ¡Oh! ¿Qué es esto?

MORTIMER.— ¿Qué es qué?

ROONEY.— Estos documentos no sirven.

MORTIMER.— ¿Cómo qué no?

ROONEY.— Ha firmado ¡Teodoro Roosevelt!

MORTIMER.— ¿Cómo? (Mira los papeles y sale disparado para la cocina) ¡Teddy! ¡Teddy!…

ROONEY.— (Siguiéndole) Pero señor Brewster…

WITHERSPOON.— (Viene de la calle. Es el jefe de Happy Day. De mediana edad) Señor Brewster… señor Brewster… Soy Witherspoon, ya he llegado…

TEDDY.— (Entrando) No, no es posible…

MORTIMER.— (Con los papeles en la mano, seguido de ROONEY) Piénseselo señor presidente…

ROONEY.— Él tiene razón. ¿No podría hacerlo?

TEDDY.— No, no puedo…

MORTIMER.— Y si un espía robase este documento y viese en él la firma de Teodoro Roosevelt. Piense en lo que significaría para la seguridad de la nación…

TEDDY.— No, no es honrado…

MORTIMER.— (Llevándose las manos a la cabeza) Esto es increíble…

O’HARA.— (Entrando a ROONEY) Señor. Ya ha vuelto en sí, y está dispuesto a hablar.

ROONEY.— Manténgalo ahí. Ahora iré yo a hablar con él. (Sale O’HARA)

MORTIMER.— (Masticando las palabras) Déjeme explicarle. El apellido Roosevelt es la clave del apellido Brewster…

TEDDY.— ¿La clave de Roosevelt?

MORTIMER.— Sí. ¿No lo ve? Tome el apellido Brewster y quítele la be, ¿qué le queda?

TEDDY.— Rewster…

MORTIMER.— ¿Y poniendo la bel en sustitución de la silaba ter?

TEDDY.— Rews…

MORTIMER.— ¿Y qué dice la gente cuando aparece usted en público?

TEDDY.— Ahí está él…

MORTIMER.— ¡Él! ¡Rewsbel!

TEDDY.— ¡Ingenioso! Felicite en mi nombre a los chicos del departamento de claves.

ROONEY.— (A MORTIMER) Eso ha estado bien, ¿me lo repite?

MORTIMER.— (Aparte) Créame, sería incapaz.

TEDDY.— Deme esa pluma (Firma los papeles) Esto es muy divertido.

MORTIMER.— Ahora sólo falta que llegue el señor Witherspoon.

WITHERSPOON.— (Que ha estado mirando la escena) No hace falta, ya estoy.

MORTIMER.— ¡Señor Witherspoon! No sabe la alegría que tengo de verle. (Aparte para que no le oigan) Señor Witherspoon, ¿cuidarán bien de Teddy en Happy Day?

WITHERSPOON.— Puede estar seguro de eso…

MORTIMER.— Y a ser posible, nada de camisas de fuerza…

WITHERSPOON.— No se preocupe, en Happy Day nadie lleva camisa de fuerza.

MORTIMER.— Hasta ahora. Verá… es que es muy importante para mí. Es mi hermano, ya sabe. ¿Cuidarán bien de él en Happy Day?

WITHERSPOON.— No se preocupe, será muy feliz en Happy Day.

MORTIMER.— Es que es muy sensible, ¿sabe usted?

WITHERSPOON.— ¿Y usted sabe que yo algunas veces envidio a mis pacientes?

MORTIMER.— (Apartándose un poco de él, con extrañeza) ¿Ah, sí?

WITHERSPOON.— Sí.

MORTIMER.— Debe de ser un lugar encantador. Nunca he estado en Happy Day.

WITHERSPOON.— Eso nunca se puede decir. Este es un momento muy especial para mí, señor Brewster, nunca había conocido a un crítico teatral y tenía muchas ganas de conocerle…

MORTIMER.— Sí, abundan más que las setas…

WITHERSPOON.— Aquí tengo algo que intenta explicar lo que hacemos en Happy Day… (Y saca unos papeles)

MORTIMER.— ¿Un folleto sobre Happy Day?

WITHERSPOON.— ¡Oh, no! Es una comedia. Llevo trabajando con ella desde hace mucho tiempo. Es un pequeño recopilatorio sobre los sucesos que han pasado en Happy Day estos últimos años…

MORTIMER.— (Llamando asustado por Witherspoon) ¡Teniente! ¡Teniente!

WITHERSPOON.— (Que sigue explicando su comedia) Quiero que le eche un pequeño vistazo y me haga usted una crítica tan severa como crea oportuno. No me importa que sea usted todo lo duro que tenga que ser…

ROONEY.— (Acercándose a los dos hombres) Ya está todo en orden.

MORTIMER.— (Presentando) Teniente, este es el señor Witherspoon…

WITHERSPOON.— (Mirándolo. Lo confunde con el loco) ¡Ah, sí, sí! Desde luego tiene pinta de loco. Será muy feliz en Happy Day, desde luego. (Intentando llevárselo) Vamos, muchacho…

ROONEY.— ¿Qué significa esto?

MORTIMER.— (Intercediendo) No, no. Se ha equivocado, señor Witherspoon. Este es el teniente Rooney…

WITHERSPOON.— ¿De la policía?

MORTIMER.— Sí.

ROONEY.— Mucho gusto (Estrechando la mano con todas sus fuerzas a WITHERSPOON que se duele) Aquí tiene los documentos. Ya se los puede estudiar.

TEDDY.— (Subiendo las escaleras) Estaré en mi despacho estudiando un decreto ley.

MORTIMER.— Señor presidente, tengo buenas noticias para usted. Su mandato presidencial ha finalizado.

TEDDY.— (Con extrañeza) ¿Hoy es cuatro de marzo?

MORTIMER.— Prácticamente…

TEDDY.— (Pensando) Déjeme ver… ¡Oh! Hoy he de irme a cazar al África… Voy a prepararme… (Antes de salir se queda mirando a WITHERSPOON que no le ha quitado la vista de encima. Llamando a MORTIMER) ¿Intenta entrar en la casa antes de que yo me haya ido?

MORTIMER.— ¿Quién?

TEDDY.— Taft.

MORTIMER.— No, señor presidente. Este no es Taft. Este es el señor Witherspoon, será su guía en África…

TEDDY.— (Estrechándole la mano muy alegre) ¡Magnifico! Espéreme aquí, que voy a buscar mi equipo… (Cruzándose con ABBY y MARTA, que ya están cambiadas) Adiós tía Abby, adiós tía Marta. Me voy a cazar al África. ¿No es maravilloso? (Subiendo las escaleras de su forma habitual) ¡Carguen!

WITHERSPOON.— ¡Oh Dios mío! Si Happy Day está lleno de escaleras.

MARTA.— (A Witherspoon) ¿Ha venido usted a conocer a Teddy?

ROONEY.— No, ha venido a llevárselo. Teddy ha estado tocando la trompeta.

ABBY.— (A ROONEY suplicante) No, no. No puede separarnos de él…

MARTA.— (Ídem) Le quitaremos la trompeta…

ROONEY.— Lo siento.

ABBY.— (A MORTIMER) Mortimer, nos habías prometido…

ROONEY.— El señor Brewster no tiene nada que ver. La ley es la ley… Teddy ha aceptado y se va…

ABBY.— Pues si Teddy ha aceptado, nosotras nos vamos con él.

MARTA.— Sí. Tendrán que llevarnos con él.

MORTIMER.— (Viendo el cielo abierto) ¿Por qué no? ¿Por qué no, digo yo?

WITHERSPOON.— Es muy amable por parte de ellas. Pero en Happy Day no aceptamos a personas cuerdas.

MORTIMER.— (Aparte) Estas pobres infelices, mezcladas entre todos los demás, pasaran inadvertidas. Créame.

WITHERSPOON.— No, no. No puede ser. Es muy peligroso. Discordia, celos…

ABBY.— Bien, Marta. Si no nos dejan irnos con Teddy, Teddy se quedará aquí.

ROONEY.— Seamos razonables señoras. ¿No ven que ahora podría estar haciendo algo más importante? No es sólo que Teddy toque la trompeta, es que los vecinos ya empiezan a tenerle miedo y corremos el riesgo de tener que cavar en su sótano.

ABBY.— ¿En nuestro sótano?

ROONEY.— Sí, Teddy ha estado diciendo por ahí que hay trece cadáveres enterrados en el sótano…

ABBY.— Claro que hay trece cadáveres enterrados en el sótanos (La sorpresa de todos es mayúscula)

ROONEY.— ¿Cómo?

ABBY.— Sí. Pregúntele a nuestro sobrino Mortimer.

(ROONEY mira a MORTIMER, tras un silencio, MORTIMER se pone la trompeta que tiene en las manos a la boca y sopla y repite la salida de TEDDY por las escaleras)

MORTIMER.— ¡Carguen! (Arriba de las escaleras. Para sí) No es asombroso…

(TEDDY sale para ver lo que pasa)

ABBY.— Vamos Mortimer, compostura. Sabes que hay trece cadáveres enterrados en el sótano.

MORTIMER.— (Como loco) ¡Claro que hay trece cadáveres en el sótano! Y ¡Trescientos más en el ático! (TEDDY hace un gesto de cómo si MORTIMER estuviese loco y entra en su habitación) ¿Pero qué digo?

ROONEY.— ¿Qué está usted diciendo?

MARTA.— No haga usted caso a Mortimer, agente. Ha estado muy raro en todo el día.

ROONEY.— Señora… ¡Yo ya no sé lo que es raro y lo que no es! Voy a echar un vistazo en el sótano.

MORTIMER.— ¿Por qué no hacemos una cosa agente? Usted sube sus cadáveres del sótano, yo bajo los míos del ático. (Señalando a sus tías) Y los enviamos a Happy Day.

ROONEY.— ¿Cómo dice?

MARTA.— No tendrá necesidad de cavar. Todas las tumbas están marcadas.

ABBY.— Cada domingo le ponemos flores…

ROONEY.— ¿Flores?

MORTIMER.— Sí. Y yo les pongo luces de neón a las mías. (Haciendo gestos a ROONEY para que siga la corriente a sus tías) No lo ha entendido…

ABBY.— Uno de los que hay abajo, un tal señor Spenalzo, no tiene que estar aquí, y debe de marcharse.

MARTA.— Pero los otros doce son nuestros caballeros.

ROONEY.— ¿Sus caballeros?

MORTIMER.— Le gustarán más los míos. No son caballeros.

ABBY.— No le haga caso…

MARTA.— Hoy no está muy bien…

MORTIMER.— (Cantando) Hay, hay, hay un Happy Day allá a lo lejos (Señala a sus tías) Hay, hay, hay un Happy Day allá a lo lejos.

ROONEY.— (Que por fin lo entiende) ¡Ah, sí! Ya lo entiendo.

MORTIMER.— (Para sí) ¿No es increíble? Lo ha entendido.

ROONEY.— (A WITHERSPOON) ¿Cree que tendrá sitio para las señoras?

WITHERSPOON.— (Por MORTIMER) ¿Sólo las señoras?

MORTIMER.— Sí, sólo las señoras.

WITHERSPOON.— Bien. Si ellas quieren entrar. Todo esto debe de ser oficial.

MORTIMER.— Bien, Teddy se entregó el mismo. Sólo hizo falta que firmara la petición. ¿No podrían hacer ellas lo mismo?

WITHERSPOON.— Claro que sí.

MARTA.— ¡Estupendo! Con tal de ir con Teddy hacemos lo que haga falta.

ABBY.— ¿Dónde firmamos?

WITHERSPOON.— Aquí mismo…

ROONEY.— Compruebe que sean sus firmas. No quiero que esto se alargue por más tiempo. Yo voy a interrogar a ese espía. (Iniciando el mutis) Trece cadáveres en el sótano, tiene gracia. (Sale)

ABBY.— ¿Aquí?

WITHERSPOON.— Sí, aquí…

ABBY.— Estoy decidida a irme de aquí. Ha cambiado mucho este barrio.

MARTA.— Sí. Hay mucho loco suelto. Uno ya no puede pasear tranquilo sin tener el miedo de que vayan a asesinarle en medio de la calle.

WITHERSPOON.— Vaya. No me acordaba de que necesitamos la firma de un médico, sino los papeles no son válidos.

MORTIMER.— ¿Un médico? (Al ver que está bajando las escaleras el doctor EINSTEIN) ¡Doctor Einstein! Venga aquí doctor Einstein…

WITHERSPOON.— ¿Un doctor?

MORTIMER.— Sí. El doctor Einstein ha estado a punto de operarme esta misma noche. Aquí, haga el favor de firmar aquí, doctor.

EINSTEIN.— Sí.

ABBY.— (Con lastima) ¿Se marcha usted ya, doctor?

EINSTEIN.— Si puedo sí. (Firma)

MARTA.— ¿Se marcha usted ya sin esperar a Jonathan?

EINSTEIN.— Es que me parece que nuestro punto de destino es diferente.

ROONEY.— (Que acaba de entrar con O’HARA y está hablando por teléfono) Hola Mac. Acabamos de arrestar al tipo que buscábamos. La descripción del cómplice que le ayudó a escapar está sobre la mesa. ¿Quieres leérmela? (EINSTEIN ha escuchado la conversación y se para muy asustado) ¿Sí?… 40 años… uno sesenta… ojos saltones… con aspecto de ratón… (La descripción del personaje de EINSTEIN)

EINSTEIN.— De esta no escapo…

ROONEY.— Y se hace pasar por médico… Está bien Mac, excelente (Cuelga)

WITHERSPOON.— (Tocando por la espalda a EINSTEIN, del susto levanta las manos) Está bien teniente. Todo en orden. Aquí el doctor ha firmado…

ROONEY.— ¡Magnifico! (Estrechando la mano de EINSTEIN que está muy asustado) Gracias doctor, le ha prestado un gran servicio a Brooklyn. (A O’Hara iniciando el mutis para la cocina) Tenemos que andar con los ojos muy abiertos, ese hombre no puede andar muy lejos (Salen. EINSTEIN que estaba esperando que encerrasen en la cárcel al ver que los policías no le han hecho caso coge las maletas y sale corriendo)

ABBY.— Pero, doctor Einstein…

EINSTEIN.— (Desde la puerta, muy contento) Bon voyage… (Sale)

WITHERSPOON.— (A MORTIMER por los papeles) Bien, señor Witherspoon…

MORTIMER.— No, no. Witherspoon es usted, yo soy Brewster.

WITHERSPOON.— Perdóneme usted, los nervios. Bien ahora firme usted…

MORTIMER.— ¿Yo? No, no, no. Déjese de bromas…

WITHERSPOON.— Como pariente más próximo…

MORTIMER.— Haberlo dicho antes, hombre. No me haga mucho caso. Hoy no entiendo nada. (Firma)

TEDDY.— (Saliendo) Señor Witherspan…

WITHERSPOON.— Witherspoon.

TEDDY.— Es lo mismo. Ayúdeme a hacer el petate…

WITHERSPOON.— ¿El petate?

MORTIMER.— Sí, ya sabe. Es el presidente de los Estados Unidos…

WITHERSPOON.— ¡Ah, sí! (Inicia el mutis)

TEDDY.— ¡Y mi trompeta!

MORTIMER.— (Tras una mirada de WITHERSPOON) Es el presidente…

WITHERSPOON.— Sí, claro. El presidente. (Coge la trompeta, y cuando está a la altura de las escaleras se para dubitativo)

MORTIMER.— (A WITHERSPOON) No cargue…

(WITHERSPOON hace un gesto de indignación y sube las escaleras entrando en la habitación seguido de TEDDY. ABBY y MARTA está aparte hablando)

MARTA.— ¿Crees que deberíamos decírselo?

ABBY.— Sí…

MARTA.— Díselo tú, Abby…

ABBY.— Mortimer. Estamos muy preocupadas por una cosa…

MORTIMER.— No tenéis por qué preocuparos…

MARTA.— Yo también estoy muy preocupada, Mortimer.

MORTIMER.— Vamos, tías. Vais a ser muy felices en Happy Day.

MARTA.— Si por eso estamos muy contentas…

ABBY.— Es que hay otra cosa…

MARTA.— No queremos que nada salga mal…

MORTIMER.— ¿Qué es lo que tiene que salir mal?

ABBY.— Mortimer, ¿tú crees que comprobarán estas firmas?

MORTIMER.— Nadie se acordará del doctor Einstein, no os tenéis que preocupar…

MARTA.— No se trata de la firma del doctor Einstein, sino de la tuya…

MORTIMER.— ¿De la mía?

ABBY.— Tú has firmado como pariente más próximo…

MORTIMER.— Es que lo soy…

ABBY.— Marta, díselo tú, yo no puedo…

MARTA.— Bueno, mira, querido…

MORTIMER.— ¿Qué tía?

MARTA.— Tú en realidad no eres un Brewster…

MORTIMER.— ¿Qué? ¿Que yo…?

ABBY.— Tú madre entró en esta casa como cocinera. Y tú naciste tres meses después. Ella era tan buena madre… y tan buena cocinera. No queríamos perderla y se casó con ella nuestro hermano. Tu verdadero padre era cocinero. Era chef en un barco mercante, un día el barco naufragó y dejó viuda a tu madre.

MORTIMER.— (Muy lentamente haciendo una pausa en cada palabra) ¿Pretendéis… decirme… que yo… no soy… un Brewster? (Casi se desmaya)

MARTA.— Pobrecito…

ABBY.— Menudo disgusto que le hemos dado. (A MORTIMER) Estoy seguro de que a Elaine no le importará…

MARTA.— No te pongas triste ahora…

MORTIMER.— (Empieza a reír, da dos besos a sus tías) ¡Gracias, gracias, muchas gracias!… (Corriendo a la ventana) ¡Elaine! ¡Elaine! ¡No soy un Brewster! Soy hijo del cocinero de un barco…

ELAINE.— (Sale gritando del sótano) ¡Mortimer! ¡Mortimer!

MORTIMER.— ¿De dónde sales tú?

(Han entrado a escena por el grito BROPHY, O’HARA, ROONEY. Y de las escaleras quedándose en el piso de arriba WITHERSPOON y TEDDY)

ELAINE.— (Muy asustada) ¡Mortimer! Es cierto… los he visto… ¡Acabo de ver los trece cadáveres ahí abajo! (MORTIMER corre a taparle la boca) Como había tanta gente en la casa he preferido esperarte en el sótano, y he entrado por la trampilla subterránea del patio… ¡Y los he visto! ¡Te digo que los he visto!… (MORTIMER le tapa la boca)

ROONEY ¿A qué vienen tantos gritos?

MORTIMER.— Está nerviosa, tenemos que ir a hablar con el padre Martin para que nos case. (A ELAINE) Venga cariño… si nos damos prisa aún le cogeremos en la estación de autobuses.

WITHERSPOON.— Ya sabía yo que esta era una casa de locos…

ELAINE.— ¿Mortimer?

MORTIMER.— Sí, Elaine. Si nos damos prisa aún estaremos a tiempo de hablar con el padre Martin…

ELAINE.— ¿Lo dices en serio?

MORTIMER.— Claro que lo digo en serio. Siempre he deseado casarme contigo. Sólo que he tenido algunos problemas.

ELAINE.— ¿Ya los has solucionado?

MORTIMER.— Sí. Ya está todo solucionado. Ahora iremos a hablar con el Padre Martin y en dos meses tú y yo seremos marido y mujer.

ELAINE.— (Abrazándole) Oh, Mortimer…

ROONEY.— (Que está a su lado, embobado con la escena, imitando el tono de voz de ELAINE) ¡Oh, Mortimer! (Corrigiendo, buscando una explicación a todo lo que está pasando) Pero ¡señor Brewster!…

MORTIMER.— No, no. Yo no soy Brewster. Soy el hijo de un cocinero de barco… (Cogiendo a ELAINE y subiéndosela al hombro como a un saco sale corriendo por la salida como TEDDY sube las escaleras) ¡Carguen! (Sus tías sacan pañuelos y se despiden)

ROONEY.— (Lloroso) Y yo no soy teniente… ¡Soy una cafetera! (Mientras se acercan los dos policías para consolarle, hace la pose de una cafetera. Se va cerrando el…

TELÓN