Cada molécula de oxígeno está compuesta por dos átomos de oxígeno. Se podría llamar al ozono «oxígeno y medio», debido a que cada molécula de ozono está formada por tres átomos de oxígeno.
Se requiere energía para forzar ese tercer átomo de oxígeno en la combinación y, una vez que se ha formado la molécula de ozono, es fácil que pierda ese átomo extra y se desintegre en oxígeno común una vez más. El ozono se forma en presencia de energía superflua, como en los alrededores de una máquina que genera electricidad.
No llega a concentrarse mucho porque tiende a desintegrarse tan pronto como se forma. Es un suerte, porque el ozono es venenoso.
El ozono se forma principalmente en las alturas de la atmósfera superior. Allí, los rayos cargados de energía del Sol forman constantemente moléculas de ozono a partir del oxígeno. Una vez más, el ozono tiende a desintegrarse, pero entre la formación y la desintegración se alcanza un equilibrio, y se forma así una capa de ozono que se mantiene en la atmósfera superior, a unas quince millas sobre la superficie.
No se trata realmente de una capa, puesto que el aire es muy ligero en esa zona, pero es importante —extremadamente importante.
El ozono es opaco a la luz ultravioleta. La parte ultravioleta de la luz solar es detenida por la capa de ozono y es muy poca la que logra atravesarla, mientras que las ondas más largas de la luz común la penetran casi sin problemas.
Esto significa que cuando tomamos el sol, las ondas de energía ultravioleta han sido filtradas en gran parte. Lo que queda es suficiente como para broncear nuestra piel (o quemarla, si es usted muy blanco), pero casi siempre podemos caminar bajo el sol con cierta impunidad.
Puede ser que hasta cuatrocientos millones de años atrás, cuando la Tierra ya tenía cuatro mil millones de años de existencia, no se juntara la cantidad suficiente de oxígeno como para hacer posible la producción de una capa de ozono lo bastante gruesa en la atmósfera superior como para proteger la Tierra. Una capa de agua absorbía los rayos ultravioleta y protegía la vida en el mar, pero la energía ultravioleta que bañaba la tierra desierta desintegraba la compleja química de los seres vivos y la mantenía estéril. Por lo tanto, la vida no llegó a la tierra hasta que se formó la capa de ozono.
Pero ¿qué sucedería ahora si apareciera algo en la atmósfera superior que ayudara a desintegrar las moléculas de ozono? Se rompería el equilibrio actual, y la capa de ozono se haría más delgada hasta desaparecer por completo.
A comienzos de la década de los setenta, dos científicos de la Universidad de California sugirieron que los fluor-cloro-carbonos o CFC podían representar un peligro. Estos CFC no se queman, no son venenosos y se pueden utilizar con seguridad. Se licuan con facilidad y se evaporan, por lo cual pueden ser utilizados para transferir el calor de un lugar a otro. Como resultado, después de la Segunda Guerra Mundial, estos productos químicos fueron utilizados cada vez más en aparatos refrigeradores y de aire acondicionado —y también en aerosoles, donde, bajo presión, hacían que el contenido saliera a través de pequeños orificios.
Llega un momento, sin embargo, en el que todos los CFC abandonan sus envases y penetran en la atmósfera, donde cada día aumenta su proporción. Millones de toneladas ya se han evaporado en el aire y cada día se agregan más. Cuando llegan a la atmósfera, permanecen allí. No se diluyen por efecto de la lluvia, ni son modificados por ningún producto químico. Simplemente se dirigen continuamente hacia arriba, hacia la capa de ozono.
Una vez que el CFC llega a esa capa, la energía ultravioleta de los rayos solares es lo bastante fuerte como para desintegrar las moléculas y liberar un gas llamado cloro. El cloro, a su vez, tiende a descomponer el ozono en oxígeno… y a disminuir el grosor de la capa de ozono.
Cuando se descubrió este efecto, los Estados Unidos, para preservar la capa de ozono, prohibieron el uso de los CFC en los aerosoles y comenzaron a utilizarse otros gases en su lugar. No obstante, los CFC son utilizados en aerosoles fuera de los Estados Unidos. Lo que es más: no existen buenos sustitutos para los CFC en los aparatos refrigeradores y de aire acondicionado.
Están los que argumentan que los CFC no afectarán seriamente la capa de ozono, pero es posible que ahora se demuestre que están equivocados.
En 1985 se descubrió un pequeño punto o agujero que había aparecido en la capa de ozono sobre la Antártida durante el otoño. No lo habríamos sabido de no ser por los datos que nos proporcionan nuestros satélites. Una vez que los datos del satélite, referentes tanto al presente como al pasado, fueron estudiados en detalle, se descubrió que el agujero se había formado en esa zona a lo largo de años y que crecía paulatinamente. La cantidad de ozono en la atmósfera superior puede haber descendido considerablemente en los últimos catorce años, y a ese ritmo no tardará mucho en llegar el momento en que la capa de ozono se torne peligrosamente delgada.
Eso será peligroso. La radiación ultravioleta que llega hasta nosotros, a pesar de la capa de ozono, es una de las causas del cáncer de piel. A medida que aumenta el número de rayos ultravioleta que penetran y llegan hasta nosotros, este cáncer aumentará, especialmente entre las personas de piel blanca. Durante los próximos ochenta años más o menos, pueden darse cuarenta millones de casos de cáncer de piel únicamente entre los estadounidenses, y 800 000 muertes. También aumentarán las cataratas en los ojos y otras enfermedades.
Si hubiera peligro sólo para la piel, tendríamos que quedarnos en el interior de edificios todo el tiempo posible y llevar sombrillas al salir —pero eso no es todo.
¿Qué ocurrirá con los otros tipos de vida que existen en la Tierra?
Para protegerse a sí mismas, las plantas superiores y los animales tienen pelos, plumas, escamas, cutículas, piel caparazones y demás. Pero las formas de vida microscópicas del suelo y de las capas superiores del mar no están tan protegidas. La luz del Sol se convertiría en algo tan amenazador para ellos como lo fue antes de que se formará la capa de ozono, cuatrocientos millones de años atrás. Y si estos microorganismos mueren, los organismos que dependen de ellos ecológicamente también se verán afectados de manera adversa. En síntesis, puede ser que se quiebre la propia estructura de la vida.
¿Qué hacemos? A todos los peligros de superpoblación, contaminación ambiental, drogas, terrorismo, guerra nuclear, ahora debemos sumarles nuestra preocupación por la capa de ozono. Los dirigentes científicos y gubernamentales se toman cada vez más en serio la capa de ozono.