La ciencia ficción en la actualidad

La ciencia ficción ha cambiado enormemente desde que comencé a escribir profesionalmente en este género, hace cincuenta años.

Cuando presenté un relato por primera vez, el 21 de junio de 1938, únicamente existían tres revistas de este género, y sólo una de ellas, Astounding Science Fiction, tenía algún valor. Los editores aficionados solían publicar de vez en cuando pequeñas ediciones de novelas de ciencia ficción bastante mediocres. Había unas pocas tiras cómicas, en las que destacaban Buck Rogers y Flash Gordon, junto con alguna serie ocasional de películas muy primitivas.

Pero ¿y ahora?

En los medios impresos pueden encontrarse a menudo novelas de ciencia ficción en las listas de best sellers, tanto en ediciones de lujo como de bolsillo. Los estantes de las librerías están llenas de ellas. El cine y la televisión consideran que la ciencia ficción es un negocio. Se enseñan cursos de ciencia ficción en las escuelas secundarias y en los niveles preuniversitarios. Existen cientos de antologías de relatos cortos. La ciencia ficción es un gran éxito.

Por lo tanto, puede parecer que es mucho más fácil entrar en el ámbito de la ciencia ficción ahora que cincuenta años atrás. Después de todo, ahora el objetivo es mucho más amplio.

Desgraciadamente, no creo que sea así. Analicemos la situación más de cerca. Cincuenta años atrás, cuando la ciencia ficción consistía en tres revistas y prácticamente nada más, había muchas otras publicaciones. La locura por la revista pulp estaba en su apogeo. Cada quiosco tenía docenas de ellas, de todos los tipos posibles: de amor, de misterio, del oeste, de la selva, de guerra, de horror, de aventuras. Algunas salían cada mes, otras eran quincenales, y algunas llegaban a ser semanales. Estaban también las «revistas de primera», que publicaban una gran cantidad de ficción y pagaban mucho más que las de pulpa.

De todas ellas, las revistas de ciencia ficción eran las más pequeñas, las menos lucrativas, las más especializadas y el segmento peor considerado. Casi nadie de las miríadas de jóvenes que tenían deseos de escribir consideraban la ciencia ficción como algo viable. Las revistas de ciencia ficción veían su futuro en sus propios lectores entusiastas, que las seguían desde mucho tiempo atrás, que leían ciencia ficción desde que habían aprendido a leer y que no estaban interesados en nada más. No les importaba ni la fama ni la riqueza, sólo escribir el material maravilloso que leían y ver su nombre en letras de imprenta en una revista de ciencia ficción. Esos lectores entusiastas no eran muchos, pero yo era uno de ellos. Había estado leyendo ciencia ficción con avidez desde los nueve años de edad y tenía dieciocho cuando conseguí vender mi primer relato.

Bajo esas circunstancias, se comprende que no era necesario ser un gran escritor. Había pocos escritores de ciencia ficción de cualquier tipo en aquellos días, y todavía menos que fueran buenos. Si uno estaba ansioso por escribir ciencia ficción, y sabía gramática, y había leído una cantidad suficiente de ciencia ficción como para sacar una idea nueva de una vieja, eso bastaba.

En la actualidad, todo eso ha cambiado. En primer lugar, el mercado de ficción en los medios escritos ha disminuido violentamente en los últimos cincuenta años (debido a la llegada de la revista de historietas y luego, aún más importante, de la televisión). Las revistas pulp desaparecieron. Las de «primera» que existen publican muy poca ficción. De hecho, la única rama de ficción popular que se ha expandido en gran manera durante el último medio siglo ha sido la ciencia ficción (los relatos de misterios y de amor no han hecho más que mantener lo que habían conseguido).

Eso significa que de todos los jóvenes que crecen hoy con el deseo de ser escritores, un porcentaje razonable tiende a inundar el género de la ciencia ficción. Hoy en día existen cientos de excelentes escritores de ciencia ficción cuando, medio siglo atrás, había apenas algunas docenas de escritores no tan buenos. Además, muchos de los que entraron en este género varios años atrás todavía se mantienen en él. Los «tres grandes» —Arthur C. Clarke, Robert A. Heinlein y yo—, cuyos libros son con seguridad best sellers en el momento de ser lanzados, hemos estado escribiendo constantemente desde hace casi cincuenta años. Clarke, a pesar de su edad avanzada, no muestra señales de aminorar su ritmo y yo, por supuesto, todavía soy joven (Robert Heinlein falleció en 1988).

Lo que es más: todos esos escritores tienden a escribir novelas. Allí están la fama y el dinero. Y las novelas son precisamente lo que un principiante encuentra difícil de escribir. Una novela posee una estructura compleja, con tramas y subtramas que se relacionan; se espera que los personajes se desarrollen y que los diálogos muestren cierta profundidad y talento. Si un principiante arroja la cautela al viento y se decide a intentar escribir una novela de todas formas, encontrará que representa una inversión enorme de tiempo y esfuerzo, todo lo cual puede ser tirado por la borda (existen posibilidades de que eso ocurra), excepto lo que ganará en experiencia.

La forma natural en la que los escritores de ciencia ficción publicaron al principio fue enviando cuentos cortos a las revistas (no había otra cosa que hacer, después de todo, ya que sólo dos o tres novelas —como mucho— se publicaban cada año como series de revistas). Clarke, Heinlein y yo, todos nosotros, comenzamos como escritores de ciencia ficción con cuentos cortos publicados en revistas, y llegamos a escribir novelas por etapas.

Entonces, ¿existen revistas de ciencia ficción hoy en día que publiquen cuentos cortos, por no hablar de las antologías de la ciencia ficción?

Sí, pero dejemos las antologías. La gran mayoría de ellas incluyen reimpresiones, es decir, cuentos que ya han aparecido en las revistas. Por lo que sólo quedan las revistas.

Desgraciadamente, las revistas no han crecido de acuerdo con el resto del género. En la actualidad existen cuatro revistas especializadas en ciencia ficción. Por orden de antigüedad son: Amazing Science Fiction Stories, Analog Science Fact-Science Fiction (la que fuera antes Astounding Science Fiction), The Magazine of Fantasy and Science Fiction, e Isaac Asimov’s Science Fiction Magazine. Además, hay otras dos revistas que publican algo de ciencia ficción. La más famosa es Omni, que publica dos o tres cuentos por número. Paga mejores tarifas que las demás y busca sus cuentos entre los escritores reconocidos.

Por lo tanto, el campo que ofrecen las revistas no es mucho mayor de lo que era cincuenta años atrás, y la competencia es más aguda. El nivel de lo que se publica en una revista es por lo tanto sustancialmente más alto que antes. Si a los dieciocho años me hubieran transportado al presente con el mismo talento que poseía entonces, quizá no hubiera estado en condiciones de entrar en el género.

Pero no todo está perdido. En los viejos tiempos, cuando un escritor o una escritora se establecía como autor o autora de relatos cortos de ciencia ficción, permanecía allí (sin tener a donde ir), dejando mucho menos lugar para los recién llegados. En la actualidad, tan pronto como un escritor de ciencia ficción comienza a hacerse un nombre en las revistas y ha obtenido la experiencia necesaria, pasa a escribir novelas. El resultado es que las revistas se ven forzadas a buscar nuevos escritores jóvenes continuamente. Esos nuevos escritores tienen que ser buenos, por supuesto. Ya no es suficiente que lo parezcan, pero ser desconocidos no les afecta negativamente.

¿Pero qué pasa si la competencia es tan aguda? Eso convierte la tarea en un reto, y hace que el triunfo sea más dulce al final. Las reglas son las mismas. Hay que leer mucha ciencia ficción para poder tener una perspectiva de lo que es la ciencia ficción y de lo que hace que sea buena. Y hay que escribir mucha ciencia ficción, porque sólo escribiendo se pueden aprender gradualmente los trucos del oficio. Y hay que tener una perseverancia inhumana y desarrollar una coraza contra la desilusión y la frustración. Y no piensen que el mundo les ha cogido manía. Sospecho que Homero y Esquilo tuvieron las mismas experiencias cuando comenzaron.

Quizá les ocurra algo más: Les puede parecer que cuando yo comencé (allá en la Edad Media), casi no se sabía nada sobre la ciencia y yo podía escribir libremente sobre viajes interplanetarios y robots y todo eso. Pero hoy día tenemos viajes interplanetarios y robots, de modo que ¿sobre qué se puede escribir? ¿Acaso la ciencia no ha llenado todas las tramas de la ciencia ficción? ¿No está muerta la ciencia ficción?

En absoluto. De ninguna manera. El escritor de ciencia ficción está situado al frente de una locomotora que atraviesa el paisaje a toda velocidad. No importa cuán lejos ni cuán rápido va la locomotora, el escritor mira hacia delante y tiene una perspectiva infinita.

Sin duda, el avance científico nos inspira para que encontremos nuevas y fascinantes circunstancias. Pensábamos que Marte tenía canales; ahora sabemos (no pensamos) que tiene volcanes extinguidos. Y sabemos que Io tiene volcanes activos. Y sabemos que Venus es tan caliente como el infierno —literalmente— y que no tiene océanos. Podemos liberarnos de los viejos planetas y hacer uso de otros totalmente nuevos, y tener la satisfacción de saber que tenemos menos que adivinar y más cosas por conocer.

Además, piensen en todos los nuevos conceptos que la ciencia nos ha proporcionado. Tenemos estrellas de neutrones, y agujeros negros, y quásares, y galaxias que explotan y Big Bangs. Tenemos mesones, e hiperiones, y quarks y gluones. Tenemos el ADN y la biogenética. Tenemos ordenadores y microchips. Tenemos aviones jet y satélites de todo tipo y sondas y lanzaderas. Hemos visto primeros planos de Urano y de sus satélites. No había nada de todo eso cuando yo comenzaba.

Cuando pienso en todos los conocimientos que la ciencia nos ha proporcionado para jugar con ellos, y en lo poco que tenía yo en 1938, me sorprendo de que fuera capaz de imaginar siquiera un cuento en ese período medieval.

Por supuesto, tenemos que cuidar las formas. Cuando empecé a leer ciencia ficción, todo era aventura y el suplemento de ciencia del diario del domingo. Se escribía con trazos primarios y rayos luminosos mellados. Era ideal para iniciar a un niño listo de nueve años.

Pero cuando comencé a enviar cuentos, estaba de moda cargarlos con auténtica ciencia y hacer que los personajes parecieran verdaderos científicos e ingenieros. En las décadas de los cuarenta y cincuenta, lo último era la «ciencia ficción dura» y ese era mi fuerte. A decir verdad, todavía escribo así, aunque parezca pasado de moda en la actualidad.

En la década de los sesenta se inició un período de experimentación de estilo llamada «nueva ola», que yo encontraba difícil de leer y no tuvo mucho éxito. Pero se estableció como el estilo literario que tenemos hoy.

De modo que por mucho que quieran leer a los «viejos clásicos» (como Asimov), y por mucho que lo disfruten, es mejor que lean y presten atención al tipo de material que aparece en las revistas de ahora. Eso es lo que deberían estar escribiendo.

Por supuesto, deben estar preguntándose si hay necesidad de escribir para los medios impresos. ¿No habría que pensar en el cine y en la televisión, donde están las grandes fortunas?

Francamente, no sé como se hace eso. Nunca he trabajado en los medios visuales, excepto en dos o tres ocasiones menores, cuando me convencieron contra mi voluntad.

Por lo poco que sé de este medio, sospecho que aunque el cine y la televisión tienen el potencial para ganar grandes cantidades de dinero, eso es todo lo que tienen —el potencial—. También tienen el potencial de producir úlceras y locuras, y ese potencial es mucho más frecuente de lo que creemos. Esa es mi opinión, como comprenderán, fruto de lo que he observado y escuchado acerca de mis amigos que han sido atrapados por la vorágine visual.

Mi propia experiencia es que cuando se escribe para los medios impresos, lo que uno escribe es lo que se publica. Si hay necesidad de hacer una revisión, el director se lo pide a uno, y hay muchas posibilidades de que uno pueda ver la prueba de imprenta de lo escrito, de modo que se puede estar seguro hasta el último minuto de que los cambios editoriales cuentan con nuestra aprobación.

Lo que se escribe para los medios visuales, sin embargo, debe concordar con los requerimientos del productor, del director, de varios actores, del chico de los recados, de los extraños que pasan por la calle y de la suegra de cualquiera de estas personas, cada una de las cuales cambia el producto a su antojo. Si uno es un auténtico escritor, el dinero no va a compensar el hecho de no sentirse nunca libre para escribir lo que uno desea.

En cualquier caso, permítanme unas palabras finales. Si van a escribir relatos cortos de ciencia ficción, no se olviden de probar con Isaac Asimov’s Science Fiction Magazine, y suscríbanse a ella para saber lo que buscamos. Admito que esto es un poco de publicidad, pero no me importa.