La ciencia y la tecnología

Es fácil hacer la distinción. La ciencia es «básica», «pura», «intelectual», «buena». La tecnología es «aplicada», «derivada», «comercial», «mala».

Todo comenzó con los griegos, cuando la especulación filosófica era la prerrogativa de los hombres libres que no tenían que emplearse en oficios bajos porque poseían esclavos que trabajaban por ellos. Parte de la especulación filosófica se basaba en la naturaleza del Universo, el movimiento de los cuerpos, las propiedades de la materia y de la vida —todo lo que hoy llamamos ciencia.

Pero tan pronto como el conocimiento se aplicaba a la vida cotidiana de modo que algo tuviera que ser cincelado, o talado, o golpeado, o acuñado, o juntado, eso se convertía en trabajo, apto sólo para artesanos y esclavos.

La ciencia griega llegó a un punto muerto, porque si lo único que se considera válido es cruzarse de brazos y especular, se acaba en nada. Demócrito sostuvo que existían los átomos y Aristóteles sostuvo que no, y todos eran libres de elegir entre la belleza de estas especulaciones y decidir qué era lo que querían creer —y ganó Aristóteles.

Sin embargo, en el siglo XVI se decidió que el Universo sólo responderá a las preguntas si estamos dispuestos a trabajar un poco. Se debe ganar la respuesta con un poco de sudor físico. Hay que llevar a cabo experimentos.

Con la llegada de la ciencia experimental, los científicos tuvieron que vérselas con pelotas y planos inclinados, y tuvieron que diseñar nuevos instrumentos con los cuales realizar sus mediciones. Las elevadas especulaciones de los hombres libres y el trabajo de los artesanos se mezcló intrincadamente.

En la década de 1590, Galileo estudió el movimiento de un candelabro colgado del techo de una catedral y obtuvo el principio del péndulo. Sin embargo, lo comprobó con un trabajo artesanal. Cuando llegó a su casa, construyó péndulos de distinta longitud, los balanceó a través de arcos de tamaños diferentes y se convenció a si mismo.

Galileo lo hubiera tenido más fácil si hubiera contado con un buen reloj para medir la duración del movimiento, pero tal cosa no existió hasta la década de 1650, cuando Christian Huygens inventó el primer reloj moderno. ¿Usando qué? Pues el principio del péndulo.

Y una vez que existió el reloj, ¿qué cosas hizo posibles? Revolucionó el estudio de la astronomía, haciendo mucho más fácil calcular los movimientos de los cuerpos celestes. De ese modo ayudó a que avanzara la más pura de las ciencias.

En realidad, la ciencia llegaría a un punto muerto si no fuera por la continua corriente de inventos ingeniosos que hicieron que su avance fuera posible. ¿Qué posibilitó nuestro propio conocimiento de los planetas? Las sondas transportadas por cohetes, construidas por la tecnología.

Incluso la ciencia más pura de las puras, la matemática, está contaminada. ¿Qué resolvió el problema de los cuatro colores en la cartografía, que, por lo que sabemos, no tiene uso práctico?

Las computadoras, construidas con tecnología.

Sin embargo, todavía hablamos de la ciencia y de la tecnología como si fueran cosas distintas, a pesar de que durante cuatro siglos han vivido juntas en simbiosis, incapaces de existir una sin la otra.

Es hora de dejar de hacerlo.