El autocontrol

De vez en cuando (no muy a menudo) los científicos descubren que uno de ellos ha publicado datos falsos o ha plagiado el trabajo de un colega.

Esta situación resulta siempre muy embarazosa, especialmente debido a que hoy en día la noticia recibe por lo general amplia publicidad en el mundo no científico.

Sin embargo, en cierta manera, estos escándalos en realidad dan crédito al mundo de la ciencia. Analicémoslo:

1. Los científicos, después de todo, son humanos. Existe una enorme presión y competencia en el mundo de la ciencia. La promoción y la posición depende de cuánto se ha publicado y de cuán rápidamente se publica, porque la parte del león a la hora de repartir los méritos la recibe el primero en desarrollar una teoría importante o en realizar una observación determinada. Bajo esas circunstancias, existe una gran tentación de acelerar las cosas, de añadir datos adicionales que uno está seguro que acabará encontrando, o de servirse del trabajo de otro. En realidad, lo que sorprende no es que a veces suceda, sino que no suceda con demasiada frecuencia. Los científicos, de manera casi unánime, resisten la presión maravillosamente bien.

2. Cuando sucede, el mero hecho de que se le otorgue tanta publicidad es un tributo a los científicos. Si se tratara de un hecho común, o si la gente esperara que los científicos fueran corruptos, la noticia sólo llegaría a obtener titulares menores y pronto dejaría de tener importancia. Pero los casos de corrupción científica dan que hablar durante largo tiempo e inspiran grandes cantidades de artículos y de libros.

3. Los casos de mala conducta de los científicos son indicios de las dificultades reales de llevar adelante estos hechos con éxito, o durante un tiempo prolongado. De hecho, la mayoría de los casos de mala conducta se presentan en las ciencias biológicas y médicas, donde los datos y las teorías son menos elegantes que en las ciencias físicas. El comportamiento animal y la estructura química están menos organizados que los movimientos de las estrellas y de los átomos o el flujo de energía, y algo que no lo está en el primer caso es detectado con menos facilidad. Sin embargo, un principio vital en la investigación científica es que nada es tomado en cuenta hasta que puedan repetirse las observaciones de manera independiente, y es aquí, de manera casi inevitable, donde se descubre cualquier cosa que resulte peculiar. La ciencia se controla a sí misma de un modo que ningún otro ámbito intelectual puede igualar.

4. Son los propios científicos los que descubren los fraudes; nadie más está preparado para hacerlo. La cuestión es que los científicos los descubran. Nunca puede haber un ocultamiento tal que impida que la propia ciencia se vea afectada. No importa cuán embarazosos sean los hechos: el culpable debe señalarse sin piedad y en público. La ciencia se vigila a sí misma, y lo hace de modo efectivo e inimitable.

5. Por último, el castigo es absoluto. Cualquier investigador que se compruebe que ha quebrado la ética del esfuerzo científico está acabado. No hay una segunda oportunidad: la posición conseguida se desmorona. El científico debe dejar su trabajo, porque queda deshonrado para siempre.

Agreguemos a esto que la ética científica requiere que todos los científicos colaboren para encontrar defectos en sus propias observaciones y teorías, y publiquen estos defectos cuando los encuentren, para que todos comprendan cuán severos son los requerimientos de la ciencia. Quizá no sea tan sorprendente que los escándalos resulten poco frecuentes.