A veces lleva tiempo obtener el honor que uno merece.
En 1909, un médico llamado Francis Peyton Rous ingresó en el Instituto Rockefeller para la Investigación Médica. Tenía treinta años de edad en ese momento.
Poco después de haber comenzado a trabajar, un criador de aves se presentó en el instituto con un pollo enfermo de raza Plymouth Rock para que fuera examinado. Tenía un tumor y, cuando murió, Rous decidió hacer una prueba para ver si contenía un virus (estaba seguro de que no).
Desmenuzó el tumor y lo pasó por un filtro que no permitía pasar a ningún agente infeccioso excepto los virus. Sin embargo, encontró que el producto del filtro era infeccioso y que podía producir tumores en otros pollos. No se atrevió a llamarlo virus en el informe que publicó en 1911, pero a medida que pasaba el tiempo y se comenzaba a profundizar sobre los virus, parecía que no se le podía dar otro nombre. En la década de los treinta comenzó a ser conocido como «el virus Rous del sarcoma del pollo» y fue el primero de los virus que producen tumores que fue descubierto.
Pasó más tiempo: se descubrió que los virus eran ácidos nucleicos con una capa de proteína. La parte del ácido nucleico podía penetrar en las células y a veces podía agregarse a los cromosomas, que son también ácidos nucleicos con una capa de proteína. De este modo, los virus pueden alterar la química de la célula e inducir potencialmente el crecimiento de un tumor.
En 1966, la importancia de la actividad de estos virus fue observada con toda claridad, lo que hizo que el informe de Rous elaborado cincuenta y cinco años atrás recibiera el premio Nobel. No se puede otorgar este premio a una persona fallecida; afortunadamente Rous todavía estaba vivo. Acababa de cumplir ochenta y siete años, pero todavía estaba trabajando activamente en su laboratorio. Aceptó su premio Nobel, tras esperarlo durante más de medio siglo. Era la persona de más edad que recibía uno. Falleció en 1970, cuatro meses después de cumplir noventa años.
Recordemos, por otro lado, el caso de Henry Gwyn-Jeffreys Moseley. Fue un físico inglés que en 1914, a la edad de veintisiete años, estudió los rayos X emitidos por los metales bajo ciertas circunstancias y desarrolló la noción del «número atómico».
Esta noción dio verdadero sentido, por primera vez, a la tabla periódica, al señalar la manera de determinar la estructura del núcleo atómico.
La importancia de su trabajo fue reconocida de inmediato y varios premios Nobel fueron entregados a un grupo de científicos que trabajaron en ese sentido. Por ejemplo, el físico sueco Karl Manne Georg Siegbhan continuó la tarea de Moseley, mostrando cómo manipular los rayos X con más precisión, y obtuvo el premio Nobel de física en 1924.
Pero Moseley no obtuvo el premio Nobel.
El problema fue que la Primera Guerra Mundial comenzó en 1914 y Moseley se alistó enseguida como teniente de ingenieros. En guerras posteriores se habría considerado que el cerebro de Moseley era demasiado valioso como para arriesgarse a perderlo, y se le habría destinado a un laboratorio para trabajar en investigación bélica. En la Primera Guerra Mundial, sin embargo, los dirigentes militares fueron lo suficientemente estúpidos como para mandarlo al frente.
El 10 de agosto de 1915, Moseley murió en el curso de la mal llevada campaña de Gallipoli, cuando tenía sólo veintisiete años.
Es bastante posible que hubiera obtenido el premio Nobel antes de los treinta, pero en su caso significó esperar demasiado para el honor que merecía. No llegó a recibirlo.