Algunas personas no se dejan impresionar por los descubrimientos científicos, como muestra la siguiente historia.
El físico alemán Gustav Robert Kirchhoff había descubierto en 1859, trabajando con un estetoscopio y un mechero de Bunsen, que cada elemento parecía producir un diagrama característico de líneas espectrales cuando se calentaba hasta quedar incandescente. En cierta manera, había desarrollado un sistema para obtener «huellas dactiloscópicas» de varios elementos.
Si se calienta un mineral hasta la incandescencia y aparecen líneas espectrales que no responden a la posición de las líneas de ningún elemento conocido, la conclusión es que estamos ante un elemento desconocido.
En 1860, Kirchhoff calentó un mineral y detectó una línea azul que no podía identificar. Utilizándola como guía, descubrió un nuevo elemento, que llamó cesio (de la palabra griega «azul celeste»). En 1861 investigó una línea roja para descubrir el rubidio (de la palabra griega «rojo»).
Kirchhoff prosiguió. Descubrió que la doble línea amarilla y brillante del espectro del sodio tenía exactamente la misma posición que la línea doble oscura del espectro solar. Se preguntó si cuando la luz pasaba a través del gas frío, el gas absorbía estas líneas espectrales que emitiría si fueran incandescentes. Lo comprobó con un experimento, y ahora el hecho se conoce como la «ley de Kirchhoff».
La línea oscura de sodio en el espectro solar podría explicarse suponiendo que la luz de la superficie caliente del Sol pasara a través del vapor de sodio en la atmósfera del Sol, que estaba en cierta manera más templada que la superficie incandescente. De esta manera, Kirchhoff demostró que existía sodio en el Sol, y también otra media docena de elementos.
Fue un descubrimiento de enormes consecuencias. En 1835, el filósofo francés Auguste Compte, refiriéndose a las limitaciones del conocimiento humano, había declarado que nadie podría descubrir nunca la composición química de las estrellas. Es cierto que el conocimiento humano tiene sus limitaciones, pero el ejemplo de Compte no era el adecuado.
Pero, como he dicho, algunas personas no se dejan impresionar por estas cosas. El banquero de Kirchhoff, un hombre muy práctico, dijo: «Supongamos que usted descubre oro en el Sol. ¿Qué utilidad tiene ese oro sino puede ser traído a la Tierra?».
Finalmente, cuando Kirchhoff fue galardonado con una medalla y un premio en soberanos de oro de Gran Bretaña por su trabajo espectroscópico, ingresó las monedas en el banco, diciendo a su banquero: «Aquí está mi oro del Sol».
La espectroscopia continuó ayudando a la ciencia de maneras aún más sorprendentes. Hizo posible no sólo determinar la composición química de las estrellas, sino también sus temperaturas. Lo que, a su vez, hizo posible clasificar las estrellas en grupos y permitió que los seres humanos aprendieran más sobre el movimiento de las mismas.
Las líneas espectrales nos pueden informar sobre la velocidad con que las estrellas y otros objetos celestes se acercan o alejan de nosotros, y han hecho posible finalmente mostrar que el Universo se está expandiendo y medir la distancia de objetos que están a miles de millones de años luz. Las líneas espectrales también nos han permitido tener acceso a la estructura íntima del átomo.
Los banqueros podrán encogerse de hombros, pero para los científicos estos conocimientos valen infinitamente más que el oro.