Muchos científicos se preguntan por qué tanta gente cae en las redes de tonterías tan evidentes como las teorías de Velikovsky sobre Venus, o las especulaciones de Von Däniken sobre los antiguos astronautas, o las historias de Berlitz sobre el Triángulo de las Bermudas. Pero ¿por qué no? Las tonterías siempre han encontrado una audiencia lista para escucharlas.
En 1835 se fundó el New York Sun. Este periódico necesitaba atraer al público si quería sobrevivir, de modo que los editores buscaron un escritor que pudiera brindarles material interesante. Encontraron a Richard Adams Locke, que había llegado de Inglaterra sólo tres años antes, y lo contrataron para escribir artículos para el periódico.
Locke había probado suerte escribiendo ciencia ficción, y se le ocurrió que podía continuar sin decir en realidad de qué se trataba.
Para su tema, eligió la expedición del astrónomo inglés John Herschel, quien había ido a Ciudad del Cabo en el sur de África para estudiar el cielo austral. Herschel había llevado buenos telescopios con él, pero no eran los mejores del mundo. No tenían porqué serlo. Su valor no estaba en ellos sino en el hecho de que, como en aquel momento todos los astrónomos y los observatorios estaban situados muy al norte del Ecuador, las regiones cercanas al polo Sur celeste apenas habían sido estudiadas. Prácticamente cualquier telescopio habría sido útil.
Locke mejoró estos datos. Comenzando en la edición del 25 de agosto de 1835 del Sun, describió cuidadosamente la naturaleza de la expedición de Herschel. Locke escribió que Herschel tenía un telescopio tan poderoso que podía distinguir objetos en la superficie de la Luna que alcanzaran las dieciocho pulgadas de largo.
En sucesivas entregas, describió la superficie de la Luna tal como se veía a través de este maravilloso telescopio. Herschel, dijo Locke, había visto flores como amapolas, y árboles similares a tejos y abetos. Describió un gran lago, con agua azul y olas espumosas, así como animales grandes similares a los bisontes y los unicornios.
Un detalle hábil fue la descripción de una aleta carnosa sobre la frente de las criaturas parecidas a los bisontes, que subía o bajaba para proteger al animal de la luz o la oscuridad extremas.
Finalmente, describió criaturas con apariencia humana, excepto en el hecho que poseían alas. Parecían estar conversando. «Su gesticulación, en particular la acción variada de sus mano y brazos, parecía desapasionada y enfática. Por lo tanto inferimos que eran seres racionales».
(Es una lástima que Locke no equipara a Herschel con audífonos milagrosos, porque podría haber descrito al astrónomo escuchando lo que decían aquellas criaturas lunares).
Los astrónomos reconocieron que la historia era una tontería, por supuesto, puesto que ningún telescopio construido hasta aquel momento (ni hasta hoy) podía ver estos detalles desde la Tierra. Además, lo que Locke describía no coincidía en absoluto con la conocida falta de aire y de agua en la Luna.
Locke fue pronto forzado a admitir que se trataba de un engaño. Y cuando Herschel regresó y se enteró del engaño, simplemente se rio.
Sin embargo, el Sun obtuvo lo que deseaba. Había conseguido un gran éxito. De hecho, mientras se imprimieron los artículos de Locke, su circulación aumentó hasta que, durante un breve tiempo, se convirtió en uno de los diarios de mayor venta del mundo.
La moraleja es que la tontería siempre se cree más fácilmente que lo que tiene sentido. Les dejo a ustedes decidir por qué esto es así.