Pensar en prisión

Todos hemos oído hablar de grandes literatos que escribieron obras maestras mientras estaban en la cárcel. John Bunyan escribió El peregrino mientras estaba en la cárcel en 1675, por ejemplo. En algunas ocasiones se han conseguido importantes avances científicos en la prisión.

Jean Victor Poncelet se graduó como ingeniero militar en 1810. Estaba con el ejército francés como teniente cuando Napoleón invadió Rusia en 1812. La invasión fue un desastre para Napoleón. En la batalla de Krasnoye, librada el 16 de noviembre de 1812, Poncelet recibió un balazo durante la retirada francesa y fue abandonado en el campo de batalla porque lo dieron por muerto.

Un grupo de rusos que avanzaban se dio cuenta de que uno de los «cadáveres» se movía ligeramente. Llevaron a Poncelet a un refugio y curaron sus heridas. Cuando pudo caminar, fue llevado junto con otros prisioneros a miles de kilómetros al este de Saratov, en el río Volga, una marcha que duró cuatro meses en pleno invierno ruso. Poncelet sobrevivió a esa prueba. En Saratov, permaneció en prisión durante un año y medio y también logró sobrevivir. Finalmente regresó a Francia en 1814, tras la abdicación de Napoleón.

Lo que le ayudó a sobrevivir en la prisión fue su meditación sobre la geometría. Se imaginaba qué sucedería si las figuras geométricas tuvieran sombras y cómo cambiarían esas sombras a medida que las figuras geométricas giraran y se inclinaran. Habría reglas estrictas rigiendo esos cambios, y Poncelet podía ver cómo problemas geométricos que eran difíciles de resolver de manera común podían encontrar fácil solución por medio de esta «geometría proyectiva».

En 1822 publicó su libro sobre la geometría proyectiva que había pensado en la prisión, considerado a menudo como el primero de la geometría moderna.

Tomemos ahora el caso del geólogo francés Dieudonné de Dolomieu. Era el hijo de un aristócrata que lo introdujo en la prestigiosa Orden de los Caballeros de Malta en 1752, a los dos años de edad. Cuando cumplió los treinta, había llegado al rango de comandante, pero era una persona sin tacto que se había ganado muchos enemigos acérrimos entre los otros caballeros. Dolomieu también estaba interesado en la ciencia, y su afición era el estudio de los minerales, de los que tenía una excelente colección.

En 1798 acompañó al joven Napoleón Bonaparte en la invasión de Egipto. Cuando Dolomieu regresaba a Francia, su barco tropezó con una tormenta y se vio obligado a entrar en el puerto de Taranto, en el sur de Italia. La región estaba en guerra con Francia en aquel momento, por lo que Dolomieu fue tratado como prisionero (de lo cual se aseguraron sus enemigos de los Caballeros de Malta) y fue confinado y aislado de los demás prisioneros durante dos años.

El confinamiento solitario puede provocar trastornos mentales si el prisionero no trabaja mucho para mantenerse estable. Dolomieu se las arregló para concentrarse mucho en su colección de minerales y pensar acerca de las reglas generales que parecían regir sus aspectos y propiedades.

Construyó un lápiz de madera, y mezcló hollín de su lámpara con agua para utilizarlo como tinta. Luego utilizó para escribir el único papel que tenía: su Biblia. Con cuidado, a medida que pasaban los meses, escribió sus ideas y registró sus observaciones en los márgenes de la Biblia.

Cuando fue liberado en 1800, esas notas al margen fueron la base de dos importantes libros sobre mineralogía, que publicó en 1801.