A la búsqueda de la fama

Los científicos son seres humanos. Revelar los misterios de la naturaleza es un premio en sí mismo; pero aún así, a los científicos les gusta oír el aplauso del público.

En el mundo de la ciencia, la primera persona que publica y obtiene el mérito de un descubrimiento no es necesariamente la primera persona que ha hecho el descubrimiento. Nada es importante en el mundo de la ciencia hasta que se hace conocer a los científicos en general.

En la década de 1830, tres científicos trataban de medir independientemente el paralaje de una estrella para realizar la primera estimación precisa de distancias estelares. El primero en completar las observaciones y los cálculos fue Thomas Henderson, quien había estado observando a Alfa Centauro desde el cabo de Buena Esperanza. El segundo fue Friedrich W. Bessel, quien había observado a 61 Cygni desde Königsberg.

Pero Henderson estaba regresando a su hogar y decidió esperar hasta llegar a Escocia antes de escribir un artículo sobre su descubrimiento. Bessel ya estaba en su casa y no tuvo que esperar. Bessel lo publicó en 1838, y Henderson en 1839. ¿Cuál fue el resultado? Consulten cualquier libro de astronomía y encontrarán que el primer hombre que midió el paralaje de una estrella y determinó su distancia fue Bessel.

A veces ni siquiera es culpa del perdedor. En 1771 y 1772, Karl Wilhelm Scheele aisló el oxígeno de una variedad de sustancias, incluyendo el óxido de mercurio. Observó sus propiedades y escribió sus descubrimientos para que fueran publicados.

En 1774, Joseph Priestley aisló el oxígeno del óxido de mercurio, observó sus propiedades y escribió sus descubrimientos para publicarlos.

Scheele fue claramente el primero, pero el impresor al que encargó el trabajo era muy negligente y no lo publicó hasta 1777. Para ese entonces, el trabajo de Priestley ya había sido publicado. ¿Cuál es el resultado? Consulten cualquier libro de química y encontrarán que Priestley fue el primero en aislar el oxígeno.

En algunas ocasiones ni siquiera la publicación sirve de nada. En la década de 1740, Mijaíl V. Lomonosov publicó un trabajo argumentando contra la teoría flogística de la combustión, sugiriendo que la masa se conservaba en la transformación química.

En la década de 1770, Antoine L. Lavoisier publicó un trabajo argumentando contra la teoría flogística de la combustión y sugiriendo que la masa se conservaba en la transformación química.

El trabajo de Lavoisier era el más sistemático de los dos y el más convincente, pero Lomonosov le ganó por treinta años y no obstante no ha obtenido ningún honor por su descubrimiento. Cualquier libro de química dice que fue Lavoisier el que destruyó la teoría flogística y estableció la conservación de la masa. Es poco probable que mencione a Lomonosov.

¿Por qué? Lavoisier publicó en su propio idioma, el francés; Lomonosov lo hizo en el suyo, el ruso. En aquel momento, todos los científicos podían leer francés o hacerlo traducir, pero ningún científico fuera de Rusia (donde había muy pocos científicos por aquel entonces) soñaba con leer ruso.

La injusticia existe incluso en la sociedad mejor regulada, y también en el mundo de la ciencia.