Todos tenemos momentos malos, pero parece que algunos tenemos peor suerte que otros. Consideremos el caso de Guillaume Le Gentil, un astrónomo francés que en 1761 quería observar el tránsito de Venus.
En aquellos tiempos se creía que si se hacían observaciones precisas desde la Tierra tomando posiciones claramente diferentes del momento exacto en que Venus se movía ante el borde del Sol, se podía calcular su distancia exacta del mismo.
El método resultó defectuoso porque la atmósfera de Venus hacía que el momento en que se establecía un contacto aparente con el borde pareciera algo difuso. Pero en 1761 nadie lo sabía, y Le Gentil estaba extremadamente ansioso por hacer una prueba.
Es más, iba a ir a Pondicherry, en la India, una colonia controlada por Francia, para poder realizar una medición que distara de las que se hicieran en Europa.
Pero Francia y Gran Bretaña estaban en guerra, y cuando Le Gentil llegó a Pondicherry, la ciudad estaba tomada por los británicos, que no permitieron amarrar a un barco francés.
Le Gentil trató de observar el tránsito desde la cubierta del barco, pero se movía demasiado y no había posibilidades de lograr una medición decente. Su largo e incómodo viaje desde Francia no había logrado resultados.
Los tránsitos de Venus se dan por pares, y el segundo ocurre ocho años después que el primero. Después es necesario esperar casi un siglo para que ocurra otro par. El tránsito de 1761 fue el primero del par, y habría otro en 1769.
Le Gentil tendría que haber tomado otro barco hacia Francia y pasar largos meses en el proceloso mar. Pero luego tendría que tomar otro barco y pasar otros largos meses para volver a la India por segunda vez. Decidió que eso era demasiado y prefirió permanecer ocho años en la India hasta el segundo tránsito.
No perdió el tiempo, y en el curso de ocho años aprendió todo lo que pudo acerca de la India e hizo muchas observaciones sobre el clima, las mareas, la antigua astronomía india y demás. También viajó por el sur de Asia. Llegó a Manila, en las Filipinas, y por un momento se preguntó si no tendría que hacer sus mediciones del tránsito desde ese lugar, dado que sus cálculos le indicaban que sería espléndidamente visible desde Manila.
Pero todos los cálculos se realizaban en Europa teniendo en cuenta que la observación tendría lugar desde Pondicherry, y Le Gentil decidió regresar a ese lugar (que los británicos hacía tiempo que habían devuelto a los franceses) y estar preparado el 3 de junio de 1769.
Allí estaba con sus instrumentos en el lugar preciso. En Manila, el tiempo fue perfectamente bueno todo el día. En Pondicherry era claro también antes del tránsito… y después del tránsito. Pero en el momento exacto del tránsito, una nube oscura se colocó frente al Sol, y los ocho años de espera se convirtieron en algo completamente inútil. Le Gentil había perdido de nuevo su oportunidad.
Sintiéndose miserable y desgraciado, regresó a Francia en 1771, tras una ausencia de once años y medio.
Pero su mala suerte no había acabado. Al parecer, sus mensajes a Francia nunca habían llegado, por lo que sus parientes decidieron que había muerto y dividieron su propiedad entre ellos. Le Gentil logró establecer legalmente que estaba vivo, pero no pudo recuperar su dinero y tuvo que pagar los costes del juicio.
Pero no todo estaba perdido. Le Gentil comenzó una nueva vida. Se casó, tuvo una hija, escribió una obra de dos volúmenes sobre la India y vivió, con bastante éxito, durante otros veintiún años.
Y después de todo, si hubiera observado el tránsito, no le habría revelado los resultados esperados debido a la existencia de la atmósfera de Venus.