Pero, al tumbarse sobre la cama, sintió un estremecimiento y creyó que era transportado por la nube sobrevolando ciudades que, al principio, le resultaron familiares: París, Londres, Amsterdam… Más tarde, paisajes ya desconocidos: grandes masas de tierra negra muy oscura, océanos de un azul extremadamente fuerte, volcanes en erupción. Giró y giró su cabeza y le pareció que estaba a punto de estallar. Le dio pánico ver que se alejaba cada vez más de la tierra y que ésta iba tomando la forma de una pequeña esfera de cristal que más tarde se convirtió en un globo de fuego y finalmente pasó a ser una locomotora que avanzaba sin caballos en medio de una gran extensión de azul girando sobre sus polos alrededor del Sol. Después, la extensión se volvió rosa y todo se convirtió en un gran desierto de arena caliente. Pronto, muy pronto, rebasó la Luna, un pequeño disco de la luz brillante y gelatinosa, y se puso entonces de pie sobre la cama intentando recuperarse, buscando su rostro en el espejo, pero sin lograr, pese a sus esfuerzos, detener el viaje. Su rostro había envejecido y se hallaba en un gran escenario.
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