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Exiliados
Si, como creen muchas de las Voces Profundas, la oscuridad posee tanta entidad como la luz, ¿cuál vino primero después de la Nada, la oscuridad o la luz?
Las canciones de las Voces más antiguas sostienen que no puede haber una primera palabra sin alguien que escuche: hubo oscuridad hasta que advino la luz. El solitario Vacío dio nacimiento a la luz del amor, y después crearon todo lo que existiría, lo bueno y lo malo, lo vivo y lo muerto, lo encontrado y lo perdido.
Cien lucubraciones
del Libro de la Lamentación (texto sagrado qar)
Era un sueño espantoso. El joven poeta Matt Tinwright estaba declamando una oda funeraria para Barrick, llena de sandeces rimbombantes sobre los amantes brazos de Kernios y la cálida acogida de la tierra, pero Briony miraba horrorizada mientras el ataúd de su hermano gemelo oscilaba y temblaba. Algo pugnaba por escapar de su interior, y el viejo bufón Acertijo intentaba sostener la tapa crujiente, aterrándola con sus brazos esqueléticos mientras el cajón se sacudía debajo de él.
Déjalo salir, quería gritar, pero no podía. El velo que usaba era tan ceñido que no podía pronunciar una palabra. ¡Su brazo, su pobre brazo tullido! Cómo debía dolerle, al pobre y muerto Barrick, tener que forcejear así en un espacio tan estrecho.
Los cortesanos y guardias que asistían al entierro ayudaban al bufón a sostener la tapa, y sacaban el ataúd de la capilla. Briony los seguía deprisa, pero la puerta de la capilla no conducía a la hierba y el sol del cementerio sino a un laberinto de oscuros túneles de piedra.
Apresada en su aparatoso vestido de luto, no podía seguir el paso de los demás y los perdía de vista; pronto sólo oía los jadeos sofocados de su mellizo, el prisionero del féretro, el amado cadáver, pero aun esos ruidos eran cada vez más débiles…
Briony se incorporó con el corazón palpitante, y descubrió que se hallaba en una oscuridad helada perforada por los ojos brillantes y lejanos de las estrellas. El bote se balanceaba, y los remos crujían suavemente mientras Ena, la muchacha acuana, los mecía con la delicadeza de una nutria que retozara en una caleta apacible.
¡Sólo un sueño! ¡Gracias a Zoria! Barrick aún está vivo, entonces… Si no fuera así, sin duda lo sabría. Pero aunque el resto de esa terrible fantasía se había disipado como niebla, aún oía el jadeo de una respiración entrecortada. Al volverse, vio a Shaso Dan-Heza tumbado a sus espaldas, con los ojos cerrados, apretando los dientes de tal modo que reflejaban la luz de las estrellas. El viejo guerrero tuaní resollaba como si estuviera agonizando.
—¿Shaso? ¿Puedes hablarme? —Él no respondió, y Briony aferró el hombro duro y delgado de la muchacha acuana—. ¡Está enfermo, maldición! ¿No lo oyes?
—Claro que lo oigo, milady —respondió la muchacha con sorprendente brusquedad—. ¿Creéis que estoy sorda?
—¡Haz algo! ¡Se está muriendo!
—¿Qué queréis que haga, princesa Briony? Limpié y vendé sus heridas antes de salir de la casa de mi padre, y le administré unas hierbas, pero aún tiene fiebre. Necesita reposo y un buen fuego, y quizá no le sirva de nada.
—¡Entonces debemos ir a la costa! ¿Cuánto falta para la costa de Marrinswalk?
—Media noche más, milady, con suerte. Por eso he regresado.
—¿Regresado? ¿Te has vuelto loca? ¡Estamos huyendo de los asesinos! El castillo está en manos del enemigo.
—Sí, enemigos que os oirán si gritáis demasiado, milady.
Briony apenas podía verle la cara por la capucha, pero no necesitaba verla para saber que la muchacha se burlaba de ella. Aun así, Ena tenía razón en una cosa.
—De acuerdo, hablaré en voz más baja… y tú me responderás sin rodeos. ¿Qué estás haciendo? No podemos ir al castillo. Allí Shaso morirá más pronto que si lo arrojáramos al agua en este momento. Y también me matarán a mí.
—Lo sé, milady. No dije que os llevaría de vuelta al castillo, sólo que había regresado. Necesitamos refugio y lumbre cuanto antes. Os llevaré a un sitio de la bahía que está al este del castillo. Mi gente lo llama Skean Egye-Var… «Hombro de Erivor» en vuestra lengua.
—¿Hombro de Erivor? No existe ese lugar…
—Existe, y allí hay una casa: la casa de vuestra familia.
—¡No existe ese lugar! —Briony, al ver que Shaso se moría en sus brazos, sentía tanta furia y terror que casi golpeó a la muchacha. De pronto comprendió—. ¡El Peñón de M’Helan! Te refieres al refugio del Peñón de M’Helan.
—Sí, y allá está. —La muchacha acuana detuvo los remos y señaló una mole oscura en el horizonte—. Parece estar vacío, loados sean los Profundos.
—Debería estar vacío: no lo usamos este verano, ya que mi padre no estaba y sucedieron tantas cosas. ¿Puedes desembarcar allá?
—Sí, si me dejáis pensar en lo que hago, milady. Las corrientes son fuertes a esta hora, justo antes del amanecer.
Briony se sumió en un angustiado silencio mientras la muchacha acuana, moviendo los remos con tanta destreza como si fueran una extensión de sus brazos, dirigía el zarandeado bote en un círculo lento alrededor de la isla, buscando una cala entre las rocas.
Briony siempre había ido a la isla en la barcaza real, apoyada en la borda lejos del agua mientras los marineros brincaban de un sitio al otro para garantizar que el desplazamiento fuera parejo, así que nunca había reparado en lo difícil que era arrimarse a la orilla. Ahora, con las rocas irguiéndose sobre ella como gigantes y las olas que zamarreaban la pequeña embarcación como si fuera espuma en un balde agitado, era presa de un mudo espanto. Con una mano aferraba la borda, y con la otra aferraba un pliegue de la camisa gruesa y sencilla que los acuanos le habían dado a Shaso, procurando mantener erguido al viejo.
Cuando parecía que la muchacha acuana había calculado mal, que el bote se despedazaría contra las rocas como huesos de ave en las fauces de un lobo, los remos se hundieron en las oscuras aguas y pasaron tan cerca de una roca cubierta de percebes que Briony tuvo que apartar la mano para salvar los dedos. El casco de madera rechinó brevemente, haciendo vibrar el diminuto bote, y entraron en la relativa calma de la caleta.
—¡Lo lograste!
Ena asintió, y con estudiada calma enfiló hacia el muelle flotante encadenado a la pared de roca. A poca distancia, del lado del mar, las olas retumbaban y rugían como un depredador frustrado, pero aquí el vaivén era más suave. Cuando amarraron el bote, sacaron el cuerpo flojo de Shaso y lograron subirlo por la corta escalerilla al muelle manchado de sal, donde lo dejaron caer.
Ena se acuclilló junto a Shaso.
—Debo descansar… sólo un instante… —dijo, agachando la cabeza.
Briony pensó que la muchacha acuana había trajinado dura y largamente, remando durante horas para alejarse del castillo y llegar a la caleta.
—He sido desagradecida y grosera —le dijo—. Perdóname, por favor. Sin tu ayuda, hace rato que Shaso y yo estaríamos muertos.
Ena no dijo nada, pero asintió. Quizá hubiera sonreído un poco bajo la protección de la capucha, pero estaba demasiado oscuro para asegurarlo.
—Mientras ambos descansáis, subiré al refugio para ver qué puedo encontrar. —Briony cubrió a Shaso con su capa y subió la escalera tallada en la piedra. Era ancha, y aunque los peldaños gastados estaban resbaladizos por la espuma y la niebla nocturna, la conocía tan bien que podría haber subido dormida. Por primera vez sintió esperanza. Estaba familiarizada con ese lugar y sus comodidades. Se había resignado a pasar su primera noche de exilio en una caverna de una playa de Marrinswalk, o a dormir entre las matas al amparo de una roca. Al menos, aquí encontraría una cama.
El rey Aduan, un antepasado de Briony, había construido el refugio del Peñón de M’Helan para su esposa Ealga la Rubia. Un tributo de amor, decían algunos; una especie de prisión, sostenían otros. De un modo u otro, ahora era sólo una vieja broma familiar, pues los protagonistas habían muerto hacía más de cien años. En la infancia de Briony, los Eddon pasaban al menos una decena en la isla cada verano, y a veces más tiempo. A su padre Olin le agradaba ese lugar apacible y apartado, y allí mantenía una corte mucho más pequeña, y con frecuencia sólo llevaba a Avin Brone como consejero, una docena de criados y una fuerza mínima de guardias. De niños, Briony y Barrick habían descubierto un escabroso sendero que bajaba por una ladera a una marisma (como sin duda muchos otros vástagos reales lo habían hecho antes que ellos) y les había encantado tener un lugar donde podían pasar tardes enteras a solas, sin guardias ni otros adultos. Para esos niños que se pasaban la vida rodeados por sirvientes, soldados y cortesanos, la marisma era un paraíso y el refugio de verano un lugar de recuerdos felices.
A Briony le resultaba muy extraño subir la escalera a solas bajo las estrellas. Esa casa entrañable no derramaba una luz de bienvenida por todas las ventanas, sino que estaba tan sumida en la oscuridad que apenas se perfilaba contra el cielo. Como había sucedido con tantas cosas ese año, sobre todo las últimas semanas, aquí había otra querida parte de su vida trastocada, otro recuerdo robado y distorsionado por los enemigos de la familia Eddon.
Volvió a recordar con furia la cara burlona de Hendon Tolly, regodeándose en la impotencia de Briony mientras le contaba cómo robaría el trono de la familia. No serás el único responsable de lo que le sucedió a nuestra familia, escoria de Estío, pero eres el que conozco, el que está a mi alcance. En ese momento se sentía tan helada y dura como las piedras de la bahía. No esta noche, pero algún día. Y cuando llegue ese día, te arrancaré el corazón, tal como has arrancado el mío. Sólo que el tuyo no seguirá latiendo cuando yo haya terminado.
No se molestó con la maciza puerta delantera, sabiendo que estaría cerrada con llave, sino que se dirigió a la cocina, que tenía un cerrojo defectuoso que se podía aflojar con la mano. Tal como esperaba, con unos buenos golpes la puerta se abrió, pero el interior estaba muy oscuro. Briony nunca había estado de noche en ese lugar sin que hubiera lámparas encendidas. Era tenebroso como una caverna, y por un momento de terror le costó entrar. Sólo traspuso la puerta abierta al pensar en Shaso tendido en el muelle helado, sufriendo, quizá muriendo.
Encerrado en un calabozo durante meses, por culpa mía y de Barrick. Frunció el ceño. Sí, y también por culpa de su propia tozudez…
Llegó a tientas hasta el hogar de la cocina, aunque no sin unos desagradables encuentros con telarañas. Había criaturas que correteaban en la oscuridad. Ratones, quiso creer. Después de una búsqueda, y muchas más telarañas, localizó el pedernal envuelto en cuero y el atizador en su nicho de la chimenea de piedra, con un puñado de yescas empapadas en aceite. Con cierto trabajo, Briony logró encender una chispa y pronto brotó una pequeña llama que le infundió coraje para mover una pila de leños cubiertos de telarañas y arrojar algunas ramillas para que el fuego cobrara fuerza. Pensó en encender el hogar de la sala principal, y recordó con dolor a su padre perdido, que siempre se encargaba personalmente de prender ese fuego, pero sabía que sería imprudente mostrar luz en el frente de la casa, en el lado que daba hacia el castillo de Marca Sur. Briony dudaba que nadie lo viera sin mirar por un telescopio, aun desde las murallas del castillo, pero ésta era una noche en que Hendon Tolly y sus hombres estarían alerta en las murallas. La cocina sería suficiente como refugio.
La oscura fachada de la casa aún resultaba extraña cuando regresó por el empinado sendero, pero el conocimiento de que un fuego ardía en la cocina lo hacía un sitio más acogedor, y esta vez llevaba una linterna sorda en la mano para ver dónde apoyaba los pies.
Hemos sobrevivido el primer día, a menos que alguien haya visto el bote y hayan salido a buscamos. Sobresaltada por este pensamiento, miró hacia el castillo, pero aunque vio luces moviéndose en las murallas, no había indicios de que los persiguieran por el agua. ¿Y si alguien decidía revisar el Peñón de M’Helan antes de que ella y Shaso pudieran partir? Bien, conocía la isla y sus escondrijos mejor que nadie. ¿Qué estoy haciendo?, se preguntó. No debería tentar a los dioses pensando en esas cosas…
* * *
Shaso podía caminar un poco, pero las dos mujeres tuvieron que ayudarlo a subir la escalera; estaba tan débil, tan cerca del colapso total, que no puso reparos.
Cuando llegaron al refugio, Briony encontró mantas para abrigar al viejo, y luego lo acomodó en un rincón cerca del hogar, apoyado en cojines que ella había tomado de la sala excesivamente amueblada conocida como la cámara de retiro de la reina. La muchacha acuana ya había empezado a buscar entre las cosas que habían quedado en las alacenas con la esperanza de aumentar la provisión de alimentos que había llevado de su casa de Laguna de los Acuanos, pero Briony sabía que las despensas estaban vacías. Tendrían que resignarse al pescado seco.
El pescado seco era mucho mejor que morirse de hambre, se recordó, pero como Briony Eddon nunca había pasado hambre, ese consuelo era puramente teórico.
* * *
Una vez que le dieron las primeras cucharadas de caldo de pescado, Shaso dio a entender que él mismo se encargaría de alimentarse. Aunque aún estaba demasiado agotado y enfermo para hablar, logró ingerir bastante sopa, y Briony tuvo esperanzas de que el viejo sobreviviera esa noche. Ahora sentía su propio agotamiento. Apartó el tazón y lo miró fijamente, procurando mantener la cabeza erguida.
—Estáis cansada, alteza —dijo Ena. Briony no sabía interpretar del todo las expresiones de la muchacha, pero creyó ver amabilidad y una serena fortaleza. Le hizo sentir vergüenza de su propia fragilidad—. Buscad una cama. Yo cuidaré de Shasona hasta que se duerma.
—Pero tú también estás cansada. ¡Remaste toda la noche!
—Fui criada para hacer eso, y también para nadar y remendar redes. He trabajado más duro, y con menor causa.
Briony miró los ojos redondos y oscuros de la muchacha, la frente lustrosa como esteatita. ¿Era bonita? Costaba decirlo, pues muchas cosas en ella eran inusuales, pero al estudiar esa mirada inteligente y esos rasgos fuertes y regulares, Briony supuso que sería realmente bonita entre los de su especie.
—Muy bien —dijo, rindiéndose al fin—. Eres muy amable. Llevaré una vela y te dejaré la lámpara. Hay ropa de cama en el baúl de la sala. Sacaré alguna para ti y para Shaso.
—Creo que él dormirá donde está —dijo Ena en voz baja, quizá para evitar a Shaso la vergüenza de oír que hablaban de él como de un niño—. Estará cómodo.
—Cuando esto haya terminado y los Tolly se estén pudriendo en la mazmorra, los Eddon no olvidarán a sus amigos. —La muchacha acuana no reveló ninguna emoción, así que Briony trató de ser más clara—. Tú y tu padre seréis recompensados.
Esta vez Ena sonrió inequívocamente, y hasta parecía estar sofocando una carcajada, lo cual desconcertó a Briony.
—Gracias, alteza —dijo Ena—. Es mi honor hacer lo que pueda.
Intrigada, pero demasiado fatigada para pensar en ello, Briony fue a tientas hasta la alcoba más próxima, apartó el polvoriento cubrecama y se acostó. Sólo cuando la vencía el sueño recordó que este cuarto era el que usaba Kendrick.
Regresa, pues, le dijo a su hermano muerto, mareada de agotamiento. Regresa a rondarme, querido, querido Kendrick… ¡Te extraño tanto!
Pero al dormirse, cayendo lentamente como una pluma en un pozo, sólo encontró una impenetrable oscuridad, sin sueños ni fantasmas.
* * *
La isla estaba rodeada de niebla, pero a la luz del alba el refugio de Peñón de M’Helan recobró su aire familiar. Esa luz se filtraba por las altas ventanas y llenaba el salón con un fulgor gris azulado, tan suave como el lustre de una perla, y parecía dar vida a las estatuas de los onirai sagrados en sus nichos de las paredes. Incluso la cocina recobró el aire acogedor que Briony recordaba. Ahora sentía punzadas de pena y añoranza al reparar en cosas que no había notado durante la noche: el sabor del aire, los graznidos solitarios de las pardelas y las gaviotas, el macizo mobiliario rayado por generaciones de niños Eddon que habían creado caravanas o fortalezas imaginarias.
Se han ido. Todos. Barrick, mi padre, Kendrick. Los ojos se le llenaron de lágrimas y los enjugó con furia. Pero Barrick y mi padre están vivos… Tienen que estarlo. No seas tonta. No se han ido: sólo están en otra parte.
Agazapada en el brezo del frente del refugio, miró atentamente el castillo. Algunas antorchas se movían en la bahía, al pie de las murallas: botes que revisaban las calas y las cavernas costeras del monte Midlan, aunque ninguno se aventuraba más allá de Marca Sur. Briony sintió un destello de esperanza. Si ella misma se había olvidado de la casa de verano, era posible que los Tolly no la recordaran hasta que pasara un largo tiempo.
De vuelta en la cocina, se obligó a comer la sopa de pescado, esta vez sazonada con romero silvestre que Ena había hallado en el jardín poblado de malezas. Briony no sabía cuándo volvería a comer, y se recordó que aun la sopa de pescado era noble si le daba fuerzas para sobrevivir, de tal modo que un día pudiera apuñalar el corazón de Hendon Tolly.
Shaso también comía, aunque con tanta dificultad como la noche anterior. Aun así, ya no estaba tan pálido ni resollaba como un fuelle. Ante todo, aunque sus ojos aún permanecían sumidos en sus pliegues de carne oscura (que para Briony le daban la apariencia de un oniron como Iaris o Zakkas el Andrajoso, o como cualquiera de esos profetas del Libro del Trígono, tostados por el sol y enloquecidos por el desierto), su mirada volvía a ser intensa y brillante, la mirada del Shaso que conocía.
—Hoy no podemos ir a ninguna parte —dijo, y bebió un último sorbo antes de dejar el tazón vacío—. No podemos correr ese riesgo.
—Pero la niebla nos ocultará…
Shaso la miró con su expresión de costumbre, en parte irritado por la objeción y en parte decepcionado porque ella no había pensado bien las cosas.
—Quizá aquí en la bahía, princesa. ¿Pero qué pasará cuando desembarquemos al caer la tarde, y la niebla se haya disipado? Aunque no nos vea el enemigo, ¿creéis que los pescadores se olvidarán de un par de personajes tan singulares? —Meneó la cabeza—. Somos exiliados, alteza. Todo lo que ha sucedido antes no significará nada si os entregáis a vuestros enemigos. Si sois capturada, Hendon Tolly no os someterá a juicio ni os encerrará en la fortaleza para que seáis un símbolo de unión para los que son leales a los Eddon. No, os matará y nadie verá vuestro cadáver. No le importará que circulen rumores entre la gente mientras tenga la certeza de que estáis muerta.
Briony pensó en la cara risueña de Hendon y le temblaron las manos.
—Tendríamos que haber despojado a su familia de sus títulos y tierras tiempo atrás. Tendríamos que haber ejecutado a esos traidores.
—¿Cuándo? Sólo revelaron su traición cuando ya era demasiado tarde. Y Gailon, aunque no me caía bien, parecía ser un honorable servidor de la corona de vuestra familia… si Hendon ha dicho la verdad en esto, al menos. En cuanto a Caradon, sólo sabemos lo que Hendon dice de él, así que su maldad es tan cuestionable como la bondad de Gailon. El mundo es extraño, Briony, y será aún más extraño en los días venideros.
Ella miró ese rostro curtido y severo y sintió vergüenza de haber sido tan necia, de haber cuidado tan poco la pertenencia más valiosa de su familia. ¿Qué pensaría su viejo maestro? ¿Qué pensaría de ella y su mellizo, que prácticamente habían regalado el trono de los Eddon?
Shaso sacudió la cabeza, como si le adivinara el pensamiento.
—Lo que sucedió en el pasado debe permanecer en el pasado. Lo único que importa es lo que nos aguarda. ¿Confiaréis en mí? ¿Haréis lo que yo diga, y sólo lo que yo diga?
A pesar de sus errores y su arrepentimiento, ella reaccionó con brusquedad.
—No soy tonta, Shaso. Ya no soy una niña.
Por un instante, la expresión de él se ablandó.
—No. Ya eres toda una mujer, Briony Eddon, y tienes buen corazón. Pero éste no es momento para tener buen corazón. Es tiempo de suspicacia, traición y asesinato, y tengo mucha experiencia en esas cosas. Te pido que deposites tu confianza en mí.
—Claro que confío en ti. ¿A qué te refieres?
—Que no hagas nada sin consultarme. Somos exiliados, y nuestras cabezas tienen precio. Como decía, todo lo anterior (tu corona, la historia de tu familia) no significará nada si nos capturan. Debes jurar que no actuarás sin mi permiso, por ínfimo o insignificante que te parezca el acto. Recuerda que fui fiel al juramento que presté a tu hermano Kendrick, aunque casi me cuesta la vida. —Se interrumpió, respiró profundamente, tosió—. Y aún podría costarme. Así que quiero que me jures lo mismo. —Le clavó sus ojos oscuros. Esta vez no era la mirada imperiosa del viejo maestro, sino que tenía un aire implorante.
—Me avergüenzas al recordarme lo que hiciste por mi familia, Shaso. Y no mencionas tu propia terquedad. Pero sí, te oigo, y sí, te entiendo. Escucharé lo que dices. Haré lo que consideres más apropiado.
—¿Siempre? ¿Aunque dudes de mí? ¿Aunque te enfade al no explicarte todos mis pensamientos?
Un susurro sobresaltó a Briony, hasta que comprendió que era Ena, que reía discretamente mientras fregaba la olla de la sopa. Era humillante, pero sería aún más humillante seguir discutiendo como una chiquilla.
—Bien, lo juro por la sangre verde de Erivor, el patrón de mi familia. ¿Conforme?
—Debéis tener cuidado al jurar por Egye-Var, alteza —dijo Ena jovialmente—, sobre todo aquí, en medio del agua. Él nos oye.
—¿De qué hablas? Si juro por Erivor, va en serio. —Briony se volvió hacia Shaso—. ¿Ahora estás satisfecho?
Él sonrió, pero era sólo una mueca adusta, un viejo reflejo de depredador.
—No estaré satisfecho con nada hasta que Hendon Tolly haya muerto y quien haya planeado la muerte de Kendrick se reúna con vuestro hermano. Pero acepto vuestra promesa. —Hizo una mueca al enderezar las piernas. Briony desvió los ojos: aunque la muchacha acuana había vendado las magulladuras causadas por los grilletes, aún estaba cubierto de rasguños y cardenales y sus piernas eran turbadoramente delgadas—. Ahora, contadme qué ha sucedido, todo lo que podáis recordar. Recibía pocas noticias en mi celda, y no entendí bien lo que me contasteis anoche.
Briony se las apañó como pudo, aunque era difícil resumir todo lo que había sucedido en los meses que Shaso Dan-Heza había pasado encerrado en la fortaleza, y aún más narrarlo con coherencia. Le habló de la fiebre de Barrick, y del espía de Avin Brone que afirmaba haber visto agentes del autarca de Xis en la finca de Tolly en Estío. Le mencionó la caravana atacada por las hadas, la expedición del capitán Vansen y lo que le había ocurrido, y el ejército de crepusculares que había invadido y ocupado la ciudad de Marca Sur, allende la bahía de Brenn, dejando libre sólo el castillo. Incluso le habló del extraño mozo de taberna Gil y sus sueños, lo poco que recordaba de ello.
Aunque la muchacha acuana no había dado indicios de prestar atención a ese extravagante catálogo de sucesos, dejó de lavar y se irguió al oír los comentarios de Gil sobre Barrick.
—¿El ojo del puerco espín? ¿Dijo que nos cuidáramos del ojo del puerco espín?
—Sí. ¿Por qué lo preguntas?
—La dama Puerco Espín es una de las Antiguas de peor fama —dijo Ena con seriedad—. Es la compañera de la muerte.
—¿Qué significa eso? —preguntó Briony—. ¿Y cómo lo sabes?
La muchacha estiró los labios en una sonrisa irónica, pero no miró a Briony a los ojos.
—Aun en Laguna de los Acuanos sabemos algunas cosas importantes.
—Suficiente —protestó Shaso—. Hoy quiero dormir. No deseo ser un lastre. Cuando caiga el sol, nos marcharemos. Muchacha —le dijo a Ena—, llévanos a la costa del Marrinswalk, y tus servicios habrán concluido.
—Siempre que comas algo más antes de marchamos —le dijo Ena—. Más sopa; apenas tocaste lo que te serví. Le prometí a mi padre que te cuidaría, y si vuelves a decaer se enfadará.
Shaso la miró como si ella bromeara. Ella le sostuvo la mirada sin inmutarse.
—De acuerdo, comeré —dijo Shaso.
* * *
Briony pasó gran parte de la tarde mirando la bahía, temiendo ver embarcaciones que se acercaran a la isla. Cuando sintió frío, entró y se calentó frente al fuego.
Al volver a su puesto de centinela en el brezal, recorrió el refugio, un lugar que antaño, dado su pequeño tamaño, le resultaba más familiar que el castillo de Marca Sur. Aun a la luz del día, ahora parecía tan extraño como todo lo demás a causa de los cambios que había sufrido el mundo. Todas las cosas conocidas se habían alterado en una sola noche.
Aquí, en esta habitación, padre nos contó la historia de Hiliometes y la mantícora. Una decena atrás habría jurado que nunca olvidaría lo que sentía al acurrucarse en las mantas de la cama de su padre y oír la historia de la gran batalla del semidiós por primera vez, pero ahora estaba en esa misma habitación y todo le resultaba borroso. ¿Kendrick estaba con ellos o se había ido a acostar, dispuesto a salir de madrugada a pescar con el viejo Nynor? ¿Había lumbre, o era una de esas raras noches estivales realmente calurosas del Peñón de M’Helan en que les decían a los criados que no encendieran ningún fuego salvo el de la cocina? No recordaba nada salvo la historia, y el rostro barbado y exageradamente solemne de su padre mientras hablaba. ¿También olvidaría aquel día? ¿Todo su pasado se desvanecería así, poco a poco, como huellas en un camino donde tamborileaba la lluvia?
Se sobresaltó al detectar un movimiento por el rabillo del ojo, algo que correteaba junto al zócalo. ¿Un ratón? Fue hacia el rincón y ahuyentó algo de atrás de una pata de la mesa, pero antes de que pudiera ver qué era había vuelto a desaparecer detrás de una cortina. Parecía estar muy erguido para ser un ratón. ¿Sería un ave atrapada en la casa? Pero las aves brincaban, ¿verdad? Corrió la cortina con aprensión, pero no encontró nada raro.
Un ratón, pensó. Trepó por el cortinaje y ya ha vuelto al techo. La pobre criatura debió asustarse cuando entré en la habitación. Hace más de un año que la casa está desocupada.
No sabía si abrir las puertas del balcón del dormitorio del rey Olin. Ansiaba mirar el castillo, temiendo que también se hubiera vuelto insustancial, pero triunfó la cautela. Recorrió la habitación. La cama no tenía mantas, y un polvillo fino cubría todas las superficies, como si fuera la tumba de un antiguo profeta donde nadie se atrevía a tocar nada. En un año normal las puertas estarían abiertas de par en par para airear la habitación mientras trajinaban los criados, barriendo y limpiando. Habría flores frescas en el florero del escritorio (sólo hierba cana si era esta época del año) y agua en la jarra. En cambio, su padre estaba encerrado en un mísero cuartucho, quizá una celda lúgubre como el agujero donde Shaso había estado prisionero. ¿Olin tenía una ventana para mirar fuera, una vista, o sólo paredes oscuras y recuerdos borrosos de su hogar?
Mejor ni pensar en ello. Últimamente había muchas cosas en las que era mejor no pensar.
* * *
—Creí que habías dicho que él había comido poco —dijo Briony, señalando a Shaso con la cabeza. Le mostró el saco—. No hay más pescado seco. ¿Fuiste tú? Quedaban tres trozos cuando lo vi por última vez.
Ena miró dentro del saco, sonrió.
—Creo que hemos hecho una ofrenda.
—¿Una ofrenda? ¿Qué quieres decir? ¿A quién?
—A la gente pequeña… A los hijos del Señor del Aire.
Briony sacudió la cabeza con enfado.
—Lo más probable es que hayamos hecho una ofrenda a las ratas y los ratones. Creo que acabo de ver uno. —No creía en esas historias tontas. Era lo que decían las cocineras y las criadas cada vez que se perdía algo: Debe haber sido la gente pequeña, alteza. Se lo deben haber llevado los Antiguos. Briony sintió una punzada, sabiendo lo que Barrick habría opinado de esa idea, con su sarcasmo habitual. Lo extrañaba tanto que las lágrimas le humedecieron los ojos.
Poco después tuvo que admitir la ironía del asunto: echaba de menos a un hermano que se habría burlado de la idea de la «gente pequeña», y él se había ido a combatir contra las hadas.
—Supongo que no importa —le dijo a Ena—. Sin duda encontraremos algo para comer en Marrinswalk.
Ena asintió.
—Y quizá la gente pequeña nos traiga suerte a cambio de la comida; quizá le pidan a Pyarin Ky’vos que nos mande vientos favorables. Ellos son los favoritos del dios, así como mi gente pertenece a Egye-Var.
Briony tenía sus dudas, pero no dijo nada. ¿Quién era ella, que había luchado contra un demonio asesino y apenas había sobrevivido, para burlarse de lo que otros decían sobre los dioses? Aunque ella le rezaba sinceramente a Zoria todos los días, nunca había creído que el cielo interviniera tanto en la vida de la gente como creían otros, pero en ese momento ella y su familia necesitaban toda la ayuda que pudieran encontrar.
—Recuérdame, Ena, que debemos hacer una ofrenda en el altar de Erivor antes de irnos.
—Sí, milady. Eso está muy bien.
Conque la muchacha lo aprobaba. ¡Qué amable de su parte! Briony hizo una mueca, pero desvió la cara para que la muchacha no viera. Echaba de menos ser la princesa regente. Al menos la gente no la trataba como una chiquilla o una tonta, aunque sólo fuera por temor.
—Primero llevemos a Shaso hasta el bote.
—Caminaré, maldición. —El viejo se levantó de su siesta—. ¿Ya ha caído el sol?
—Pronto. —Se veía mejor, pensó Briony, pero aún estaba demacrado. Era viejo, mucho más viejo que su padre. A veces ella lo olvidaba, engañada por su fuerza y su agudeza mental. ¿Se recobraría, o su encierro en la fortaleza lo dejaría tullido? Suspiró—. Sigamos viaje. Es un largo trecho hasta la costa de Marrinswalk, ¿verdad?
Shaso asintió lentamente.
—Nos llevará toda la noche, y quizá parte de la mañana.
Ena rió.
—Si Pyarin Ky’vos nos envía una amable brisa, os dejaré en la costa antes del alba.
—¿Y luego adonde iremos? —Briony sabía que no podía cuestionar a esa muchacha de brazos fuertes en lo que se refería a conducir un bote—. ¿No deberíamos pensar en Costazul? Conozco bien a la esposa de Tyne. Ella nos daría refugio, estoy segura; es una buena mujer, aunque demasiado aficionada a la ropa y la charla. Ahí estaríamos más seguros que en Marrinswalk, donde…
Shaso soltó un profundo gruñido que parecía salir de una caverna.
—¿Acaso no prometisteis hacer lo que yo dijera?
—Sí, lo prometí, pero…
—Entonces iremos a Marrinswalk. Tengo mis motivos, alteza. Ningún noble os puede dar refugio. Si forzamos la mano de Tolly, el duque Caradon llevará tropas de Estío a Costazul y destruirá Aldritch. No podrán resistir contra los Tolly si Tyne y los demás se han ido a esa batalla de la que me habéis hablado. Anunciarán que sois una impostora, una criada que yo obligué a hacerse pasar por la princesa regente desaparecida, y que hace tiempo que la auténtica Briony ha muerto. ¿Entendéis?
—Supongo…
—No supongáis. En este momento, la fuerza es todo y los Tolly llevan las de ganar. Debéis hacer lo que pido y no perder tiempo discutiendo. Pronto nos encontraremos en circunstancias en que la vacilación o la terquedad pueril nos matarán.
—Vale. A Marrinswalk, entonces. —Briony se puso de pie, procurando dominar su furia. Calma, se dijo. Hiciste una promesa… Además, recuerda la tontería que cometiste con Hendon. Ahora no puedes permitirte el lujo de ser temperamental. Eres la última Eddon. De pronto se asustó y se corrigió. La última Eddon de Marca Sur. Pero quizá ni siquiera eso fuera cierto. Ya no quedaban auténticos Eddon en Marca Sur, sólo Anissa y su hijito, siempre que el niño hubiera sobrevivido a esa primera y espantosa noche—. Iré al altar del dios del mar —dijo, hablando con el mayor cuidado posible, poniéndose esa máscara de distancia mayestática que supuestamente había abandonado junto con todo lo que le habían robado—. Ena, ayuda a lord Dan-Heza a llegar al bote. Os veré allá.
Salió de la cocina sin mirar atrás.