—¿Duermes mejor últimamente? —le preguntó Tom.
Vaciló en responder.
—En realidad, no.
—¿Cómo es eso, en realidad?
—Tengo un problema —suspiró.
—¿Un problema?
—Oh, más vale que te lo diga.
—Desde luego.
—Tom, creo que Sekou viene a mi cuarto por la noche.
—¿Qué? —exclamó él—. Estás loca. ¿Qué quieres decir, que va a tu cuarto?
—Eso, justamente.
—¿Qué hace? ¿Te dice algo?
—No, no. Se queda de pie junto a mi cama en la oscuridad.
—Eso es un disparate.
—Lo sé.
—¿Has logrado verlo?
—¿Cómo podría? No se ve nada.
—Tienes una linterna.
—Oh, eso me aterra más que nada. La idea de llegar a verlo. Quién sabe lo que haría entonces, si supiera que lo he visto.
—No es ningún criminal. Por Dios, ¿qué es lo que tanto te inquieta? Aquí corres menos peligro que en cualquier lugar de Nueva York.
—De acuerdo —dijo ella—. Pero no se trata de eso.
—¿Pues de qué se trata? Crees que Sekou viene y se queda junto a tu cama. ¿Por qué crees que lo hace?
—Eso es lo peor. No podría decirlo. Me da tanto miedo.
—¿Por qué? ¿Crees que piensa violarte?
—¡Pero, no! Nada de eso. Lo que siento es que quiere hacerme soñar. Quiere hacerme soñar un sueño que no soporto.
—¿Sueñas con él?
—No. El ni siquiera aparece en el sueño.
Tom estaba exasperado.
—Pero qué es esto. ¿De qué estamos hablando, en resumidas cuentas? Dices que Sekou quiere que tengas un sueño, y lo tienes. Y entonces viene a la noche siguiente, y temes volver a tenerlo. ¿Por qué crees que lo hace? ¿Qué interés podría tener en hacerlo?
—No lo sé. Eso me da más horror. Sé que te parezco ridicula. O que piensas que es sólo mi imaginación.
—No, no he dicho eso. Pero si no has podido ver a Sekou, ¿cómo sabes que es él, y no otra persona?
Más tarde, el mismo día, Tom le dijo:
—Anita, ¿estás tomando vitaminas?
Ella se rió.
—Dios mío, sí. El doctor Kirk me las dio de todas clases. Vitaminas y minerales. Me dijo que probablemente este suelo sería pobre en sales minerales. Oh, debes de pensar que la causa de mis sueños es algún trastorno químico. Es posible. Pero no es el sueño en sí lo que me asusta. Aunque es demasiado repulsivo para contarlo, por Dios.
—¿Es sexual? —interrumpió Tom.
—Si lo fuera —dijo Anita—, sería mucho más fácil describirlo. Lo que pasa es que no puedo describirlo. —Sintió un escalofrío—. Es demasiado complicado. Y pensar en él me pone enferma.
—Si quieres, seré tu analista. ¿Qué ocurre durante el sueño?
—Nada. Sólo sé que algo horrible va a ocurrir. Pero te digo que no es el sueño lo que me molesta, sino el saber que alguien me obliga a tenerlo, el saber que ese negro está allí, inventándolo y metiéndome en él a la fuerza. Es demasiado.