II

Mi querida Dorothy,

La carta en que me cuentas lo de tu accidente me ha dejado helada. Por suerte no corrías mucho. Probablemente cuando recibas ésta tu pierna habrá sanado. Eso espero. Nunca deja de asombrarme el que el correo llegue hasta estos lugares, que son verdaderamente el fin del mundo. Cuando pienso que la ciudad más cercana es Tombouctou, siento una especie de abatimiento. Es algo pasajero, sin embargo. Lo que no debo olvidar es que vine porque en aquel momento me pareció una solución ideal, y teniéndolo todo en cuenta, esto era realmente lo único que podía hacer. ¿Qué, si no, me hubiera sacado de la depresión que sufrí después del divorcio, aparte de una buena temporada en un sanatorio? Y quién sabe, también eso pudo no haber funcionado. De todas formas, el aspecto financiero no me permitiría esa salida. Con la beca Guggenheim de Tom, esto me pareció perfecto. La idea era escapar de todo lo que pudiese recordarme el trance por el que había pasado. Este sitio es sin duda la antítesis de Nueva York y de cualquier ciudad norteamericana. La comida me preocupa, pero por el momento ninguno de los dos ha enfermado. Probablemente lo importante es que nuestra cocinera es suficientemente civilizada para creer en las bacterias, y cuida de esterilizar lo que necesita ser esterilizado. El valle del río Níger no es lugar para enfermarse de nada. Afortunadamente, para beber se consigue agua mineral francesa. Si dejaran de importarla, o si escaseara, tendríamos que beber la que hay aquí, hervida y con Halazone. Tal vez todo esto te parezca ridículo, pero el vivir aquí la vuelve a una hipocondriaca. Te preguntarás por qué no describo el lugar, el paisaje. No puedo. Creo que no podría ser objetiva, de modo que, terminada mi descripción, tú no tendrías una idea más clara del lugar que la que puedes tener ahora. Tendrás que esperar a ver lo que. Tom hace con él, aunque por ahora no ha pintado ningún paisaje —solamente lo que ve en la cocina: verdura, fruta, pescados, y algunos esbozos de los negros bañándose en el río. Lo verás todo a nuestro regreso.

Elaine Duncan está tocada. Me pregunta si no hecho de menos a Peter, imagínate. ¿Cómo funciona una mente así? Al principio creí que bromeaba, pero luego me di cuenta de que hablaba muy en serio. Supongo que es un rasgo típico de su sensiblería. Sabe por lo que pasé y cuánto me costó tomar la decisión final. Y me conoce lo suficiente para saber que si opté por la ruptura fue porque estaba plenamente convencida de que no podía continuar con Peter. Es obvio que ella espera que me arrepienta de haber abandonado la vida conyugal. Me temo que se llevará un buen chasco. Me siento libre, por fin. Puedo pensar en lo que quiera sin que nadie esté preguntándome: «¿En qué piensas?» Tom trabaja en silencio todo el día, y no le importa si le hablo o no. Es tan agradable estar con alguien que no te presta atención, que no se fija en tu presencia. Desaparecen todos los sentimientos de culpa. Todo esto es muy personal, desde luego. Pero en un sitio como éste te vuelves autoanalítica.

Espero de verdad que te hayas recobrado por completo de los efectos del accidente, y que te abrigues bien. Aquí la temperatura se mantiene a más de cien grados Fahrenheit. ¡Puedes imaginar cuántas energías tengo!

Tu devota amiga,

Anita