SU DISCRETO ENCANTO

Cuentan que tenía un encanto especial, el don de la modestia, talento para los detalles inesperados. Era… tímido, mi padre. Y, sin embargo, el preferido de las mujeres. Llamémoslo un discreto encanto. Además era bastante guapo, aunque nunca permitió que eso se le subiera a la cabeza. Se mostraba amistoso con todos y todos eran amigos suyos.

Dicen que tenía mucha gracia, ya entonces. Dicen que sabía contar buenos chistes. No cuando estaba rodeado de gente, porque entonces se volvía reservado, pero si lograbas estar a solas con él, ¡algo que por lo visto intentaban muchas mujeres de Ashland!, te hacía morirte de risa. Cuentan que se les oía reír por las noches, a mi padre y a las dulces muchachitas; el eco de su risa resonaba por todo el pueblo de noche, desde el porche delantero de su casa, donde se columpiaban. La risa era el sonido de fondo con el que los ashlandeses preferían conciliar el sueño. Así eran las cosas en aquellos tiempos.