CAPÍTULO XLIII

Cuando retorna la conciencia, ella despierta y se encuentra de pie en medio de las sombras de una extraña habitación.

Lo más sorprendente es que sabe que puede permanecer de pie, que puede ver y oír. Y también puede sentir el calor y la presión de los brazos que la sostienen.

—Ahora ya ha terminado.

La voz le es familiar, y también la cara del hombre que la sostiene, a medio tapar por la sombra.

—Ya eres libre —dice él, y mientras pronuncia estas palabras vuelven a ella los recuerdos a modo de torrente.

—Yo estaba muerta —musita ella.

—¡No debes decir eso! No debes pensarlo siquiera…

—No entiendo nada.

—Ya lo entenderás. Lo que importa ahora es que has vuelto, sana y salva.

Ella le mira fijamente.

—Has cambiado.

—Tú también. Ha transcurrido mucho tiempo.

Ella baja la vista hacia la delgadez del contorno de su cuerpo.

—¿Y el niño?

—Ha nacido —murmuró él—. Hoy cumple veintiún años. Tu hijo… y el mío.

Ella mira con atención el rostro sonriente de Nigel Chase.

—No más preguntas por ahora —añade él—. Estamos los dos juntos y ya he hecho nuestros planes…

Él se vuelve de pronto, sobresaltado por el fuerte estampido de pisadas que corren y voces que se elevan.

Por la entrada se ven luces que avanzan vacilantes y una figura humana que se destaca en el umbral. El intruso es un joven con bigote que viene gritando hacia ella.

—¡Lori!

Ella le dirige una mirada intensa.

—¿Quién es usted?

—¿No me conoces? —Él frunce el ceño—. Lori…

Lentamente ella niega con la cabeza.

—Yo me llamo Priscilla.

Y ahora sucede todo de golpe. Pisadas que corren, voces que se alzan en el vestíbulo. Su amante se acerca a ella, agarra su brazo y coloca en su mano un instrumento frío y brillante Cuando ella cierra la mano él la agarra por la muñeca y dirige el cañón del arma hacia el intruso.

—¡Mátale! —grita él.

Automáticamente, sus dedos aprietan el gatillo.

Ella oye el sonido del disparo. Y entonces, mientras el eco continúa resonando en sus oídos, se arroja en brazos de la oscuridad…, hacia las fauces de una oscuridad de la que no va a volver nunca.