Espera.
Espera y sé paciente; espera y observa.
Observa el peso. Eso dijo la morsa, pero eso fue en otros tiempos, en otro lugar, y la campesina está muerta. O lo estará pronto. La morsa dijo esperar y observar.
La morsa y el carpintero. Espera a la morsa, observa el carpintero construir el ataúd y entonces el sombrerero se volverá loco. Loco de atar, como una liebre en marzo, solo que no es el mes de marzo y hay que esperar las órdenes de marcha[7].
Confía en mi, dijo la morsa. Confía en el destino. Un destino peor que la muerte. Así solían hablar sobre la violencia en otros tiempos, pero se equivocaban.
La muerte es peor. La muerte es peor porque en ella no se siente, no se tiene, no se mantiene nada. Enciende la luz, querida, quiero verte. Pero no hay luz, no hay visión, solo la nada. Es una larga noche de espera hasta que todos los sueños cobren realidad.
Cobrarán realidad, dijo la morsa, si confías en el destino. La muerte no es para ti, y hay un destino que pone fin a nuestras formas.
Espera y observa. Hay maneras de observar sin ojos, maneras de hablar sin voz. Pero no deben saber que estás observando y debes tener cuidado con lo que dices, para que no piensen que estás tan loca como el sombrerero y la liebre.
Es duro, muy duro. No puedes ver nada, nadie puede oírte. Solo hay vislumbres; vislumbres y ecos mezclados de recuerdos. Pedacitos y retazos.
Pero por fin sucede, retorna la fuerza. La fuerza para devolverles lo que han hecho, para convertirlos en pedacitos y retazos.
Es lo que se merecen por no haber escuchado tus advertencias. Aunque te oigan no se detienen, y lo que hacen te detiene a ti, pero no lo entienden.
No les permitas entender. Mejor no seguir hablando, mejor observar y esperar. La morsa dijo que pronto sucedería.
Y debe suceder pronto, antes de que te vuelvas completamente loca.